jueves, 10 de marzo de 2016

Valores y antivalores de una reforma incoherente

Manuel Pérez Rocha - Opinión
Acudir a premios y castigos, finalmente al miedo, para conseguir de las personas el comportamiento deseado –como hacen la Secretaría de Educación Pública (SEP) y el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) con los maestros– es profundamente antieducativo; sin exageración, puede decirse que es corruptor, y significa reafirmar las prácticas escolares más negativas, más atrasadas: atemorizar, castigar, sobornar. Sólo desde una grave ignorancia del sentido moderno, democrático, de la educación, pueden los directivos de esas instituciones vanagloriarse de los logros alcanzados con un sistema de evaluación del desempeño docente técnicamente inválido, como bien han demostrado varios analistas, pero sobre todo autoritario y degradante.

Una de las condiciones centrales de una persona adulta, madura, es la superación del miedo como norma de conducta, del miedo a los castigos, y el miedo a la pérdida de beneficios personales. Una persona adulta, responsable, actúa conforme lo dicta la razón, orientada por la consideración atenta de los fines que persigue, por el juicio ético de éstos y de los medios para alcanzarlos, y animada por los buenos sentimientos. Impulsar este crecimiento personal es una de las tareas esenciales de la educación, pero esta madurez deben poseerla y vivirla los maestros mismos para que puedan impulsarla en sus estudiantes, desde la más tierna infancia.
Por supuesto, esta forma de razonar y actuar con madurez no siempre puede pedirse a los niños, ellos no siempre están en la posibilidad de entender razonamientos, abstracciones, complejas relaciones causales. La motivación de los niños para estudiar, y avanzar en su desarrollo personal, puede lograrse con múltiples procedimientos y estrategias muy bien estudiadas por la pedagogía moderna; puede generarse recurriendo tanto al valor lúdico que tienen las actividades culturales y académicas, como a su capacidad de satisfacer la curiosidad innata de los niños. Para ello es necesario que tengan un primer contacto con esos valores, el cual puede generarse de muchas maneras, de preferencia con el ejemplo, el testimonio, la experimentación. Pero incluso eventualmente con el señuelo de un premio, con una condición: la reflexión posterior con el niño sobre este truco. Esta puede ser ocasión propicia para que él vea cómo puede convertirse en adulto si basa sus decisiones y acciones en la reflexión razonada, y no en la búsqueda de premios, o en el miedo a castigos. De esta manera pueden evitarse o limitarse los perniciosos efectos de las motivaciones extrínsecas.
La motivación de los estudiantes, la promoción de su desarrollo como personas, es una tarea muy compleja, requiere antes que nada la disposición, la actitud correcta del maestro. Pero si ese maestro mismo es tratado como un empleado sometido por el miedo al castigo y la búsqueda de compensaciones, si se apela a su egoísmo, de manera especial a su interés personal, será imposible que acometa con responsabilidad esa compleja tarea que exige mucha generosidad. De nada servirán 500 cursos de capacitación impartidos por quienes no han tenido la experiencia del trabajo en una aula llena de niños.
Lo hecho por la SEP y el INEE, institucionalmente degrada al magisterio y a la educación. Lejos de considerar a los maestros como adultos, los trata peor que a infantes irresponsables. Como hemos visto, aun en el caso de los niños los motivos para estudiar, aprender y ser mejores deben, por principio, descartar los premios y los castigos; propiciar su madurez de manera que sus acciones y decisiones estén guiadas, es necesario reiterarlo, por el dictado de la razón, orientada por la consideración responsable de los fines que persigue, por el juicio ético de éstos y de los medios para alcanzarlos, y animada por los buenos sentimientos. ¿Evaluó alguna de estas competencias el examen aplicado a los maestros?
El titular de la SEP ha anunciado que en el próximo mes de abril se propondrán nuevos planes de estudio para que lo que nuestros niños estén aprendiendo sea más pertinente, de mayor calidad en todos los sentidos, tanto en conocimientos, habilidades, y en los valores que tenemos que proyectar o que tenemos que seguir construyendo como país en el siglo XXI. La mal llamada reforma educativa impuesta ya, con consecuencias injustas y graves para el magisterio, conlleva una definición de valores –en este caso antivalores– que formarán parte esencial del llamado “ curriculum oculto”, lo que se aprende, se absorbe, de la vida cotidiana en la escuela, de las relaciones que en ella dominan, de los rituales y ceremonias: en este caso la competencia, la rivalidad, la ambición personal.
En este anuncio se exhibe también la incoherencia del procedimiento seguido para la llamada reforma. En el supuesto de que estos nuevos planes contengan las reformas de fondo urgentes a la educación básica, ¿con base en qué planes de estudio se definieron los perfiles deseables de los maestros para evaluarlos ya? ¿Con qué valores? Los maestros que resultaron idóneos para los planes vigentes, ¿serán idóneos para los nuevos planes? ¿Los van a evaluar una vez más? ¿Con qué elementos están diseñando los 500 programas de formación de maestros que dice el secretario que serán un traje a la medida de los maestros? ¿Cuál medida? ¿Quién es el eminente sastre capaz de tal proeza?

Fuente: La Jornada - Opinión