
Además, los socios de la empresa planean expandir su negocio a otros países; Irán y Afganistán también se han interesado por las latas de aire fresco que rondan entre los 14 y los 20 dólares, dependiendo del tamaño.
Pero, ¿acaso importar el aire es el remedio al problema del esmog en China? Como señala Wallace Leung, profesor de la Universidad Politécnica de Hong Kong, comprar botellas de aire no es una solución práctica para la contaminación. “Tenemos que filtrar las partículas que hay en el aire de los asesinos invisibles”, añadió Leung, quien lleva a cabo investigaciones sobre la eficacia de las mascarillas.
En el Norte de China es normal salir a la calle y encontrarse envuelto en una “niebla contaminante”, conocida como esmog. Esto sucede sobre todo durante los meses de invierno, cuando centrales eléctricas y hogares queman carbón para mantenerse calientes. En los últimos meses, la capa de aire contaminado ha provocado que apenas se haya visto el cielo azul. Las alarmas han saltado sobre varias ciudades. La concentración de partículas PM2.5 –las más pequeñas y nocivas para la salud– ha llegado a alcanzar los 53 microgramos por metro cúbico, el doble de los 25 microgramos recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Las autoridades advierten que lo peor está por llegar y estiman que estas cifras se pueden llegar a disparar hasta los 500 microgramos.

A finales de 2015 se celebró la XXI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático en París. Al finalizar, los 195 países que participaron firmaron el denominado Acuerdo de París, que establece un marco temporal para que el mundo solucione la crisis climática, con el objetivo de mantener el aumento de la temperatura media del planeta por debajo de los 2 grados centígrados. El texto recibió elogios por parte de altos cargos como el presidente francés François Hollande, que lo consideró “el primer acuerdo universal de la historia de las negociaciones climáticas”, o Barack Obama, quien destacó que el documento “pone al mundo en el camino para lograr un futuro con menos dióxido de carbono”.
Sin embargo, numerosos activistas medioambientales se manifestaron en la capital francesa al considerar este pacto insuficiente. Por su parte, el científico estadunidense conocido como el padre de la ciencia sobre el cambio climático, James Hansen, no tardó en calificarlo de “fraude”. “No hay acciones, sólo promesas. En la medida que el combustible fósil sea el más barato, se seguirá quemando”, agregó.
En la medida en que los líderes mundiales pongan la riqueza por encima del medioambiente, nuestros pulmones respirarán las terribles consecuencias de todo esto que, algún día, nos obligará a vivir enchufados a una botella de “aire fresco”.
Sara García Bautista*/Centro de Colaboraciones Solidarias
*Periodista
[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: ARTÍCULO]