miércoles, 24 de febrero de 2016

PIB promedia 1.9% / EPN igual a Zedillo / ¿Gasolina "barata"?

Carlos Fernández-Vega / México SA
¿Qué sería de este país sin la magia de los servidores públicos grado VIP que cotidianamente ilustran a los mexicanos de a pie sobre la irrealidad nacional? Allí están, prestos para colocar la verdad oficial y desmentir la terca realidad, siempre con la respuesta adecuada, puntual y convincente, según creen.

Que la economía autóctona es un asco y crece menos que 20 años atrás, falso: avanzamos más que las islas caribeñas (excepto Haití)… Que se desplomó el ingreso petrolero y por ello el recorte presupuestal; error, las finanzas están despetrolizadas y hay coberturas, las de Videgaray, que es ministro del año… Que se devalúa el peso; mmm, en realidad se aprecia el dólar, y a otras naciones les va peor… Que desaparecieron 42 mil millones del gasto público; nada más equivocado, lo que pasa es que la ASF no buscó bien… Que se agotan los medicamentos contra la influenza, lo que apunta a una epidemia; mentira: nunca este país había estado tan sano… Y así por el estilo todos los días.
Hay que reconocer la creatividad del inquilino de Los Pinos, su gabinetazo, los gobernadores y sus respectivos séquitos –plumíferos incluidos–, los siempre brillantes senadores y diputados, los sabios ministros y, en fin, de toda la runfla de vividores que son permanentemente encuerados por una realidad que de bonita no tiene nada, y que a pesar de ello mantienen la cara más dura que el concreto y no dejan de presumir inexistentes logros y avances históricos.
Ayer se vio emocionado al de la residencia oficial, presume que te presume el crecimiento económico en 2015, que resultó muy por debajo de lo originalmente estimado y prácticamente igual al registrado –en medio de una crisis salvaje– en el tercer año de gobierno de Miguel de la Madrid: 2.5 por ciento, nada pues, pero para Peña Nieto eso es muestra innegable de que el país tiene expectativas de mayor crecimiento y generación de empleos, a partir de las reformas estructurales que se han aprobado y las condiciones de estabilidad económica en el país, es decir, lo mismo que repite desde el primero de diciembre de 2012.
El Inegi divulgó ayer el resultado del producto interno bruto en el cuarto y último trimestre de 2015, periodo en el cual el crecimiento a duras penas fue de un raquítico 0.5 por ciento. Dos de los sectores reportaron caídas (primarias -1.9 por ciento y secundarias -0.4 por ciento) y sólo el terciario avanzó 0.9 por ciento. Eso en el periodo octubre-diciembre.
En el balance anual, la economía creció –por llamarle así– 2.5 por ciento lo que de inmediato provocó la triunfal reacción oficial: es el mayor crecimiento en lo que va del sexenio, y sí, lo es, en el entendido de que en la primera mitad de Peña Nieto lo único que se mantuvo al alza fue la corrupción. México crece, pregona la runfla de vividores, a pesar de que existe un entorno internacional adverso de desaceleración económica y, en algunos países hasta un decrecimiento en sus economías. Y se quedaron tan frescos.
Pero la realidad es distinta, pues en materia de crecimiento la primera mitad del sexenio peñanietista pasa a engrosar el de por sí abultado inventario de pérdidas económicas y sociales. En ese periodo la tasa anual promedio de crecimiento fue de 1.9 por ciento, es decir, la misma que en los tres primeros años de Zedillo (dos décadas atrás), cuando se registró un desplome de 6.2 por ciento en el PIB. Con todo, en ese entonces el promedio fue como el de ahora, cuando oficialmente no hay crisis y los fundamentales son sólidos (el ministro dixit).
En eso de jugar al tío Lolo los servidores públicos grado VIP son medalla de oro. México requiere un crecimiento sostenido de 6 por ciento anual como mínimo para comenzar a salir del estancamiento en el que sobrevive desde hace tres décadas atrás, pero los negadores de la realidad presumen y aplauden un crecimiento raquítico con un promedio de 1.9 por ciento anual, porque, dicen, vamos por el camino correcto.
Peña Nieto se pavonea: el crecimiento en estos tres años, dice, ha sido mayor al de los tres primeros años de gobiernos de antes. A ver: lo suyo promedia 1.9 por ciento anual, igual que Zedillo; en su primera mitad Salinas alcanzó un promedio anual de 4.5 por ciento; quienes quedan por debajo son Miguel de la Madrid (0.7 por ciento), Fox (0.6 por ciento) y Calderón (-6 por ciento). Todos ellos no son gobiernos de antes, sino gobiernos de ahora, neoliberales, voraces y socialmente destructivos. Los verdaderos gobiernos de antes crecían a un ritmo anual promedio de 6 por ciento, es decir, tres veces más que ahora.
Y decidieron cambiar de modelo económico, porque, justificaron, el de antes ya no servía (crecimiento promedio de 6 por ciento anual). Sin embargo, el giro económico y las nuevas políticas públicas han provocado un ritmo de crecimiento tres veces menor al mínimo requerido. ¿En serio vamos por el rumbo correcto?
Eso sí, los modestos servidores públicos grado VIP no pierden oportunidad para intercambiar piropos: “por la aguda inteligencia de Luis hemos logrado….” Por la apasionada entrega de Aurelio y gracias a la sobresaliente sensibilidad de PepeAvanzamos por la visionaria actitud de Enrique y la afilada neurona de Miguel… Mientras, en el México real el barco zozobra.
Si de golpes propagandísticos se trata, allí está el gran anuncio de que desde el próximo abril la iniciativa privada podrá importar combustibles, es decir, el gobierno adelantó un año su programa de apertura del mercado con la intención –dijo EPN– de tener mejores precios para los consumidores y detonar la inversión de particulares en el sector, es decir, lo que debió suceder desde la aprobación, dos años atrás, de la reforma energética.
Bien, pero resulta que los precios de los combustibles se liberarán hasta 2018. El capital privado ya puede importar, pero carece de terminales, depósitos, medios de transporte, distribución y comercialización. ¿Cómo le hará? Pues utilizará la infraestructura de Pemex, de tal suerte que la pregunta es si la apertura no debió ser al revés, es decir, primero la iniciativa privada construye la infraestructura necesaria para, inmediatamente después, importar combustibles y comercializarlos, utilizando para ello sus propias instalaciones. Y todo apunta a que la gloriosa iniciativa privada (tradición obliga) no pagará un peso por utilizar la infraestructura de Pemex, siempre en aras de la modernización del sector.

Las rebanadas del pastel
De cualquier suerte México exporta petróleo crudo a 25 dólares el barril y ahora lo importa, ya procesado, para venderlo a los consumidores mexicanos a 115 dólares.