Alejandro Nadal - Opinión
Cuando estalló la
crisis de 2008 muchos analistas ligados a gobiernos y autoridades
monetarias pensaron que sus efectos podrían contenerse y los daños
limitarse a segmentos del sistema financiero. En realidad la profundidad
y alcance del proceso de endeudamiento y apalancamiento iban más allá
de todo límite. Algunos eslabonamientos existentes entre segmentos del
sistema financiero eran desconocidos y tomaron a todos por sorpresa. Los
vasos comunicantes entre bancos, mercados de valores, fondos de
cobertura y corredurías llevaban instrumentos financieros complejos que
en muchas ocasiones los reguladores ni siquiera podían entender.
Hoy la crisis adquiere un nuevo semblante. Ya no se trata simplemente
de conexiones entre segmentos del sistema financiero. Hoy existe una
relación estrecha entre el derrumbe en los precios del petróleo y el
colapso y volatilidad extrema en los principales mercados financieros.
Los precios del crudo hoy actúan como una señal de alarma sobre el mal
estado de la economía mundial. La crisis ha completado un ciclo y en lo
que va de este año las pérdidas acumuladas en Wall Street ascienden a
más de 1.6 millones de millones de dólares.
Una de las razones por las cuales el colapso en el precio del crudo afecta todo tipo de mercados financieros es relativamente sencilla. Muchos grandes inversionistas, desde fondos hasta grandes corporaciones, sufrieron en 2015 un castigo brutal en el componente de sus carteras de inversión relacionado con mercancías básicas o commodities. Hoy esos mismos inversionistas han comenzado a deshacerse de acciones y títulos financieros con el fin de reducir el perfil de riesgo de su cartera total. Y como se dice en la jerga financiera, eso ha afectado el sentimiento del mercado y ha intensificado la tendencia a vender en corto.
Los inversionistas más importantes en la economía mundial están observando con gran atención la evolución del precio del petróleo. El desplome no es considerado como portador de buenas noticias. Al contrario, es un muy mal presagio de que la economía mundial seguirá empantanada en un entorno recesivo por varios años.
El colapso en el precio del crudo se atribuye a la estrategia de mercado de Arabia Saudita para preservar su franja de mercado. Pero hay otros indicios de que podría estar más relacionado con el colapso en la demanda, sobre todo con la contracción en China. Todas las señales económicas que vienen del gigante asiático en estos días anuncian una fuerte y duradera contracción. El bajo precio del petróleo podría ser más un fenómeno deflacionario que una consecuencia de la pelea por franjas de mercado.
Una de las razones por las cuales el colapso en el precio del crudo afecta todo tipo de mercados financieros es relativamente sencilla. Muchos grandes inversionistas, desde fondos hasta grandes corporaciones, sufrieron en 2015 un castigo brutal en el componente de sus carteras de inversión relacionado con mercancías básicas o commodities. Hoy esos mismos inversionistas han comenzado a deshacerse de acciones y títulos financieros con el fin de reducir el perfil de riesgo de su cartera total. Y como se dice en la jerga financiera, eso ha afectado el sentimiento del mercado y ha intensificado la tendencia a vender en corto.
Los inversionistas más importantes en la economía mundial están observando con gran atención la evolución del precio del petróleo. El desplome no es considerado como portador de buenas noticias. Al contrario, es un muy mal presagio de que la economía mundial seguirá empantanada en un entorno recesivo por varios años.
El colapso en el precio del crudo se atribuye a la estrategia de mercado de Arabia Saudita para preservar su franja de mercado. Pero hay otros indicios de que podría estar más relacionado con el colapso en la demanda, sobre todo con la contracción en China. Todas las señales económicas que vienen del gigante asiático en estos días anuncian una fuerte y duradera contracción. El bajo precio del petróleo podría ser más un fenómeno deflacionario que una consecuencia de la pelea por franjas de mercado.
Por su parte, las señales desde Estados Unidos tampoco son buenas. El boom del fracking
hidráulico se acompañó de un feroz sobrendeudamiento por parte de las
nuevas compañías gaseras y petroleras. Muchas de estas compañías
pudieron financiarse a través de títulos de muy mala calidad e incluso
de bonos chatarra. Con la promesa de que estaban iniciando la revolución
energética que Estados Unidos había esperado desde hacía años, pudieron
vender esos títulos a inversionistas incautos con la promesa de que
mantendrían rendimientos altos durante mucho tiempo. Hoy que el precio
del crudo no permite cubrir el costo de producción promedio en la
mayoría de los sitios con instalaciones para el fracking hidráulico el colapso en la industria se acelera. El número de instalaciones (rigs) de fracking en operación en Estados Unidos ha descendido de mil 864 en octubre de 2014 a unas 619 en enero de este año.
Se estima que la mitad de las empresas petroleras estadunidenses en el negocio del fracking
va a tener que quebrar. Todo esto tendrá grandes repercusiones a nivel
macroeconómico y ciertamente no favorecerá una recuperación. De hecho,
en el debate sobre si la Reserva federal se apresuró a incrementar la
tasa de interés el impacto del bajo precio del petróleo ya es
considerado como una de las variables más importantes.
Existe una ramificación que conecta el precio del petróleo con la
economía financieras que no ha sido bien analizado. El precio del crudo
es el soporte del valor de muchos bonos y créditos corporativos. Su
desplome anuncia una cascada de deudas que no podrán ser pagadas, lo que
llevará a la quiebra a muchos fondos y bancos. La cartera vencida de
compañías petroleras podría superar el volumen de los años 80, cuando la
caída del precio del petróleo ayudó a precipitar la crisis mundial.
La industria energética lleva a cabo grandes inversiones y sus
efectos multiplicadores en la economía son muy fuertes. Una parte
significativa del crecimiento de la economía estadunidense después de la
crisis de 2008 se debió a las inversiones del sector energético (y, en
especial, del fracking). Pero cuando las empresas petroleras
tienen que aplicar el freno de emergencia, el efecto de contracción, con
todos sus multiplicadores, no tarda en manifestarse. La crisis global
sigue evolucionando.