Manuel Gari - Economista
La composición del parlamento español
tras el 20 D, la larga crisis de la oferta de Más para formar gobierno
en Catalunya rechazada nuevamente por la CUP y la celebración de
elecciones autonómicas en la Comunidad Vasca tras el terremoto que ha
experimentado recientemente su mapa político-electoral con el sorpasso
de Podemos respecto a las opciones nacionalistas, abren un periodo
caracterizado por un frágil e inestable equilibrio institucional en el
marco de una elevada inestabilidad y volatilidad política que nos
plantea varios dilemas.
Primero. ¿El objetivo político central
es asegurar la gobernabilidad de España para evitar, como dice De
Guindos, atemorizar a los mercados manteniendo el statu quo
institucional en los términos que interesan al IBEX 35, lo que comporta
un gobierno apoyado por las fuerzas del régimen del 78, o, por el
contrario, el objetivo debe ser la configuración de un nuevo escenario
político que abra nuevas oportunidades para los intereses de la mayoría
social aprovechando la debilidad y desconcierto de las fuerzas del
régimen?
Segundo. ¿Podemos desalojar al PP de
las instituciones como partido más votado esperando un crecimiento, cual
fruta madura, del electorado de Podemos sobre la base de meros
movimientos tácticos que permitan una gradual acumulación de fuerzas
-dando ocasión a la derecha del PSOE para recomponer su descompuesta
figura- o debemos “mover de nuevo ficha” rápidamente creando las
condiciones de una gran confluencia estratégica de la izquierda y las
fuerzas del cambio -como propone Julio Anguita- lo que permitiría una
nueva hegemonía y dirección política y electoral del movimiento popular?
Tercero. Las candidaturas de unidad popular obtuvieron en las
municipales un gran éxito logrando el gobierno de importantes
ayuntamientos (que hemos apellidado no sin razón “por el cambio”)
configurándose como un nuevo sujeto político en el cambiante escenario
que vivimos. Por su parte Podemos y las confluencias En Comú, En Marea y
la coalición con Compromis han dado un gran paso y van tener nuevas
responsabilidades y retos en una nueva y apasionante experiencia
conjunta. Por ello teniendo en cuenta la configuración plurinacional del
Estado español que afecta también a la identidad, composición y tareas
de las fuerzas del cambio que, a su vez son sumamente pluralistas, la
existencia de importantes fuerzas de izquierda nacionalista en
Euskalherria y la CUP en Catalunya, y el declive de la vieja fórmula IU
–en la que todavía militan algunos sectores de activistas en ruptura con
la lógica del régimen del 78 y con los que podemos compartir ilusiones y
objetivos- ¿no será conveniente ir adecuando la construcción de la
alternativa del cambio en la que términos de federaciones nacionales y
regionales que confluyan en una “confederación de la izquierda”?
Cuarto. En el caso de que las
propuestas de objetivos (prefiero como a Ada Colau este término al de
“líneas rojas”) que las fuerzas del cambio han planteado al resto -tales
como medidas contra la emergencia social, derecho a decidir en las
nacionalidades, blindaje de derechos, cambio en sistema electoral, etc.-
no sean asumidas ¿nos enzarzamos en una negociación de élites o nos
preparamos para el probable escenario de una nuevas elecciones
anticipadas en las que el pueblo tenga la palabra?
Quinto. Conocida la actual composición del Senado en el que el PP
tiene el 59% de escaños con el 28% del voto emitido ¿es razonable pensar
que se puede reformar la Constitución o, por el contrario, dadas las
competencias de esta inútil Cámara junto a los porcentajes exigidos en
el Parlamento para las modificaciones sustantivas del texto
constitucional, la propia Constitución del 78 se hizo a sí misma
irreformable? Y, por tanto, ¿nuestro objetivo debe ser “recuperar” las
instituciones para el pueblo –que por cierto jamás fue propietario de
las mismas- mediante una reforma constitucional pactada con las fuerzas
del régimen o la orientación debe ser impulsar de nuevo una política
“destituyente” como la iniciada por el 15 M para impulsar los procesos
constituyentes? Cuestiones que se resumen en una: ¿qué necesitamos:
reformar el articulado de la Constitución del 78 o necesitamos otra
Constitución?
Sexto. ¿Es posible un cambio de fondo
en el sistema político, los vectores que los sustentan y las reglas de
juego impuestas sin hacer realidad la solidaridad efectiva entre los
pueblos que configuran el actual Estado mediante la defensa inequívoca
del derecho a decidir en las naciones que lo componen sin coacciones ni
cortapisas?
Séptimo. Hemos de prepararnos para el
horizonte de un gobierno de izquierdas (mejor no especular con los
plazos), lo que conlleva que nos preguntemos ¿podemos cambiar la piel
política del país “sorteando” temas tan centrales para un gobierno del
cambio como el artículo 135 de la Constitución, la imposibilidad de
pagar la creciente deuda pública, la exigencia de la titularidad y
control público de dos importantes “mercancías”: el dinero y la energía
(o sea de la banca y de las grandes corporaciones del oligopolio
energético) para poder hacer una política económica soberana y a favor
de las clases subalternas? Más pronto que tarde hay que hacer frente a
la intervención de los garantes del Plan de Estabilidad y la ortodoxia
monetaria y fiscal austeritarias del ordoliberalismo: la Troika. La
firmeza y valentía del gobierno ante las presiones (recordemos Grecia)
deben estar acompañadas de iniciativa y capacidad de anticipación en la
adopción de las medidas necesarias y muy importante: contar con una
ciudadanía, viva, activa y auto organizada con vocación de ejercer la
democracia día a día, gobierne quien gobierne.