
MÉXICO, DF (Proceso).- El Patronato del Teletón está controlado por
los hombres más ricos y poderosos del país, incluidos Emilio Azcárraga,
presidente de Televisa, y Carlos Slim, presidente de Telmex, Telcel y
Carso. Los ciudadanos que trabajamos arduamente todos los días para
alimentar a nuestras familias no tenemos por qué donar nuestros pocos
ahorros para purgar los pecados y limpiar las conciencias de los dueños
del país, cuyas principales actividades son jugar golf, abrir botellas
de champaña y hojear los estados financieros de sus negocios
multimillonarios.
Si Azcárraga y Slim quieren ayudar a los niños discapacitados, que lo hagan con su propia fortuna, sin chantajear a la población mexicana, sin evadir impuestos o desperdiciar dinero en costosos circos mediáticos. Y si los ciudadanos del país se sienten comprometidos a respaldar a los menos favorecidos, existen miles de formas de apoyar directamente a los vecinos, familiares, amigos o colegas en problemas sin tener que pasar por los malos oficios de Televisa y Telcel.
Existe, sin duda, una grave crisis humanitaria en México. Más
de 50 millones de pobres no tienen suficientes ingresos para satisfacer
sus necesidades básicas. La situación de los niños discapacitados o con
cáncer es particularmente escandalosa ya que el colapso de los servicios
públicos durante la larga noche neoliberal los ha dejado en un estado
de total abandono.
Sin embargo, la solución no se encuentra en
reemplazar la responsabilidad del Estado para atender a los más
vulnerables con las limosnas de las empresas monopólicas del país. El
artículo 4 de la Constitución señala sin rodeos que “toda persona tiene
derecho a la protección de la salud”. El hecho de que el gobierno no
cumpla con esa tarea se debe precisamente a oligarcas como Azcárraga y
Slim. Dejemos de alimentar a los monstruos que generan nuestra desgracia
y trabajemos juntos para lograr un nuevo régimen donde el Estado cumpla
con sus obligaciones.
Los oligarcas y sus empresas utilizan una
infinidad de exenciones, trucos y paraísos fiscales para reducir al
mínimo sus contribuciones al Estado. También intervienen en la política
nacional para garantizar la continuidad de las políticas neoliberales
que dan la espalda a los discapacitados.
Además, los dueños del
país reciben contribuciones millonarias del Estado por medio de la
contratación de publicidad gubernamental y obras públicas, así como con
el otorgamiento de generosas concesiones para la explotación de recursos
nacionales y del espectro radioeléctrico. En lugar de pedirnos donar
dinero a los más ricos, nosotros deberíamos exigirles a ellos que
contribuyan al desarrollo nacional.
En un Estado democrático,
todos tenemos la obligación de contribuir para resolver las necesidades
generales de la población. En particular a los más afortunados
corresponde contribuir con el sector público para que el Estado pueda
invertir en servicios indispensables para el desarrollo nacional, como
carreteras, drenaje, salud, educación, atención a discapacitados,
etcétera.
Pero en un contexto oligárquico, como el que hoy
tenemos en México, todo se encuentra de cabeza: El Estado aporta
recursos a las empresas monopólicas. Las insultantes donaciones que
realizan las instituciones públicas directamente al Teletón constituyen
una confirmación de este fenómeno.
Televisa tiene miedo. El año
pasado no se alcanzó la meta de recaudación para el Teletón, y de último
momento tuvieron que maquillar las cifras para simular que la población
mexicana aún confía en este consorcio mediático. La cara de su vocero,
Carlos Loret de Mola, al igual que la de sus acompañantes la noche del
cierre del Teletón 2014, evidenciaron su profunda decepción y
preocupación con los resultados. Cada día menos personas creen en las
mentiras de Televisa y recurren a fuentes alternativas de información.
Es por ello que ahora Teletón ha gastado tanto en una indignante
campaña propagandística a favor de sí misma. Como si se tratara de una
campaña política, buscan chantajear a los mexicanos para obligarlos a
donar sus pocos ahorros al proyecto privatizador. También han lanzado un
ejército de #TelevisaBots para intimidar e insultar a quienes
expresamos críticas hacia el proyecto.
Pero Televisa y Carlos
Slim cavan su propia tumba. Entre más gastan en promover el proyecto,
más clara queda la estafa que es el Teletón. Las donaciones de los
ciudadanos despistados ni siquiera servirán para apoyar a los centros de
rehabilitación privatizados, sino que serán arrojados al hoyo negro de
la propaganda y la autopromoción.
No tiene ningún sentido
destinar un solo peso a financiar los anuncios del Teletón. Regalar
nuestro dinero a Televisa o a Telcel es como votar por el PRI. Dejemos
de amar a nuestros verdugos y asumamos nuestra responsabilidad de
participar en la construcción de una nueva República, donde todos los
niños discapacitados y jóvenes enfermos tendrían garantizada una
atención especializada de calidad, tal y como lo mandata nuestra
Constitución.
Fuente: Proceso
Fuente: Proceso