lunes, 5 de octubre de 2015

Para frenar a Donald Trump

La amenaza de Donald Trump. Cartón: RochaSabina Berman - Proceso
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Todos tenemos un amigo como Trump. Simpaticón, pendenciero. Irremediablemente narcisista. El fanfarrón cuyos excesos de ego nos hacen reír (qué ganas ser un antisocial como él) y deplorarlo a un tiempo (qué vergüenza ser ese patán). El machín que en medio del cocktail grita: “¡My cock is bigger than yours!” O bien: “I am veeeery rich”. Sus palabras textuales más socorridas.

El hablador que sentencia: Nombre, “Putin me amaría”. Ignorando que Putin a sus adversarios los asesina o encarcela o invade con ejércitos. O bien: “Dejemos que se maten entre sí (los árabes) y luego nosotros vamos por el petróleo.” Ignorando el genocidio atroz que está ocurriendo en Medio Oriente.
El narcisista, otra vez el término que es su diagnóstico total, que vive de atacar la apariencia ajena para que no se vea la suya. El gordito que no puede controlar su pelo pero quiere controlar al mundo.
El bully que muestra su poderío precisamente contra aquellos que por una razón u otra no pueden replicarle. En el caso de Trump, las mujeres, educadas como estamos, contra la agresión. “La verdad basta que aparezcas junto a un pedazo de buen culo.” “Si mi hija no fuera mi hija, andaría con ella.” “Por favor, ¿cómo puede querer ser presidente (Carly Fiorina) con esa cara?”
Y los mexicano-estadunidenses, los más pobres entre los habitantes de Estados Unidos, que Trump confunde continuamente con los inmigrantes indocumentados, que por cierto no son todos de origen mexicano. “Son violadores, narcotraficantes, ladrones.” “Lo peor de su gente nos lo ha enviado el gobierno mexicano.” Y a quienes promete desterrar, según un acólito suyo, “Juan by Juan by Juan.”
Lo que harán las mujeres norteamericanas para parar al gordito machín, es su problema. Pero lo que puede hacerse para que lo paren los mexicano-estadunidenses, nos involucra también a los mexicanos. ¿Por qué? Porque el odio de Trump es contra todo lo que deriva de México, y sobre todo porque, carambas: ¿hay que decirlo?, los mexicano-estadunidenses son nuestros hermanos.
Y esto no es figurativo. Cada familia mexicana tiene al menos un miembro allende la frontera. En mi caso, tengo mi hermana del alma y mis sobrinos allende la frontera. Mexicano-estadunidenses leales a nuestra cultura tanto como a la de su hogar gringo. Orgullosamente bilingües y biculturales.
Esta es una propuesta para parar a Trump que nace de conversaciones con mi hermana mexicano-estadunidense y de los datos duros que ella, experta en la comunidad mexicano-estadunidense, de la que ha escrito más que nadie, maneja.
Los mexicano-estadunidenses deben parar a Trump donde realmente importa. No en el discurso. ¿A qué discutir con un fanfarrón que miente como respira? No en la elección del candidato del Partido Republicano. Todo indica que ahí los dados están echados y la ganará arrasando. Si no en las urnas de la elección nacional para presidente.
Veamos los números que respaldan esta propuesta y también indican qué acciones previas son necesarias.
El número de mexicano-estadunidenses legales en Estados Unidos es de 35 millones. Nada menos que el 11% de la población de ese país. Más que los negros. Más que los asiáticos. Muchos más que los judíos.
Sin embargo, según advirtió en un reciente artículo Fey Berman, dos tercios de esos mexicano-estadunidenses legales no se han naturalizado. Es decir, no han pasado por el proceso de adquirir plena ciudadanía, y en particular el derecho al voto. Por tanto esas dos terceras partes de mexicano-estadunidenses no han votado en otras elecciones, lo que explica su poca influencia política, y en segundo nivel, el desdén que se permite Trump contra ellos.
Pero podrán votar en las del año 2016, si se naturalizan. De naturalizarse esos cerca de 24 millones de mexicano-estadunidenses en el próximo año, un nuevo panorama se inaugura: podrían votar contra Trump y entonces sencillamente lo mandarían al demonio.
Todavía más, si se naturalizan y sólo 70% de ellos vota contra Trump, lo mandarían igual al demonio. Y si además se movilizan para lograr la solidaridad de la mayoría de los otros hispanos no mexicanos, otros 20 millones, lo mandarían al último rincón del infierno.
¿Cómo lograrlo?
La clave, y acá es donde los mexicanos de este lado somos necesarios, es involucrar a los medios masivos que atienden estos votantes posibles. A decir, los canales de televisión abierta de México y Univisión y Telemundo.
Hablar públicamente de la urgencia de que los mexicano-estadunidenses hagan lo necesario para votar y luego vayan en efecto a votar, así como hablar de que apelen a la lealtad de los otros latinos, puede encender la mecha.
Pero sería espléndido, y por cierto natural, que las direcciones de estos medios tomen el estandarte de la causa. Así como el canal Fox es descaradamente pro republicano, los canales en español deberían ser descaradamente contrarios Trump.
Ayudaría también que el gobierno mexicano igual se mueva de su tradicional diplomacia de abstención y levante el estandarte. Que use sus embajadas y consulados para asesorar y acompañar a nuestros hermanos de allende la frontera en el proceso de adquirir el voto.
Serviría tanto para derrotar a Trump como para afirmar públicamente el vínculo entre México y los mexicanos que han salido de nuestro país pero conservan su lealtad a la cultura que nos hermana.
Aunque por fortuna no es indispensable la participación del gobierno mexicano, siempre renuente en la arena internacional a tomar posturas inéditas y decisivas. Bastan los medios masivos, cuyo mensaje debe ser sencillo y directo.
Toda la raza contra Trump, latin@s.

Fuente: Proceso