MÉXICO, D.F. (apro).- El más reciente escándalo de corrupción de la
constructora española OHL corre el riesgo de quedarse sólo en el
secretario de Comunicaciones del Estado de México, Apolinar Mena Vargas,
un ladrón de poca monta frente a priistas de la cumbre como Emilio
Lozoya Austin, Carlos Ruiz Sacristán, Jesús Reyes Heroles y,
naturalmente, Enrique Peña Nieto.
Los verdaderos ganadores de los negocios multimillonarios son de la
élite política y empresarial de México y –en el caso de OHL– de España.
Apolinar Mena, antes del cargo que ostenta en el Estado de México,
donde como gobernador Peña le abrió las puertas a OHL para darle
ganancias por miles de millones de pesos, fue secretario del Consejo de
Administración del equipo de futbol Toluca, cuyo presidente es Valentín
Díez Morodo, un magnate de origen español que hizo fortuna al amparo del
Grupo Atlacomulco.
Y Díez Morodo, quien preside el Consejo Empresarial Mexicano de
Comercio Exterior, Inversión y Tecnología (Comce), es integrante del
Consejo de Administración de OHL, que en México encabeza José Andrés de
Oteyza y del que forman parte también Ruiz Sacristán, Reyes Heroles
González Garza y, hasta antes de ser director general de Pemex, Lozoya
Austin.
El caso de Díez Morodo es distinto al de los otros miembros del
consejo de OHL, incluyendo a De Oteyza, uno de los arquitectos del
desastre de José López Portillo: Pertenece al elenco de los hombres más
ricos de México, es consejero de 32 grandes empresas y multinacionales,
entre ellas Grupo México, de Germán Larrea, Telefónica, Zara y hasta de
las bodegas del delicioso vino Vega Sicilia.
Más aún: Es vicepresidente del consejo de administración del grupo
Aeroméxico, que al extinguirse Mexicana quedó prácticamente como
monopolio de la aviación, y de Kimberly Clark, que preside Claudio X.
González Laporte, uno de los más grandes evasores de impuestos del país y
cuyo hijo, Claudio X. González Guajardo, da clases de moral desde
Televisa.
Los otros tres consejeros mexicanos de OHL quizá no le digan nada a
muchos mexicanos, sobre todo a los jóvenes, pero están plenamente
identificados con la élite priista entregada a los negocios privados
vinculados al poder público.
De hecho, si han sido contratados por OHL y por otras multinacionales
extrajeras –relacionadas con la construcción y el sector energético– ha
sido más por la información estratégica que poseen y sus relaciones
políticas y hasta familiares que por sus aptitudes como servidores
públicos.
El más visible es Lozoya Austin, actual director de Pemex, quien
trabajó para Obrascón Huarte Lain (OHL) hasta antes de asumir el cargo y
desde el que ha otorgado a esa empresa al menos tres contratos
multimillonarios sin ningún sonrojo sobre conflicto de interés o tráfico
de influencias.
Lozoya Austin ha dicho que conoció a Peña a través de Luis Videgaray,
a su vez discípulo de Pedro Aspe, que fue maestro de ambos en el ITAM,
pero omite mencionar que la relación viene de antes.
En efecto, Lozoya Austin es hijo de Emilio Lozoya Thalman, secretario
de Energía y compañero de gabinete de Aspe, secretario de Hacienda, en
el gobierno de Carlos Salinas, y cuya hija, Mónica Aspe Bernal, es
actual subsecretaria de Comunicaciones y Transportes.
Otro junior de la élite en OHL es Jesús Reyes Heroles González Garza,
hijo de Jesús Reyes Heroles, secretario de Educación y Gobernación con
López Portillo –y por tanto compañero de gabinete de De Oteyza–, quien
en el gobierno de Ernesto Zedillo fue embajador de México en Washington y
secretario de Energía.
Fue de los priistas que cortejó Felipe Calderón y, siendo
copropietario del grupo empresarial al que pertenece Grupo de
Economistas y Asociados (GEA), adulteró encuestas en la elección del
2006 para favorecer al panista. Su premio fue ser director de Pemex.
Ahora, además de ser miembro del consejo de administración de OHL,
trabaja para banco Santander México, y es socio de Morgan Stanley
Private Equity, para promover proyectos de inversión en el sector
energía en Latinoamérica.
Otro de los miembros del consejo de administración de OHL es Carlos
Ruiz Sacristán, secretario de Comunicaciones y Transportes, también en
el gobierno de Zedillo, y operador responsable del manejo y dirección de
todas las operaciones de Sempra Energy en México, empresa generadora de
energía. Ligado estrechamente a Luis Téllez, está entregado como él a
los negocios.
OHL oculta los millonarios honorarios que paga a sus empleados y sólo
admite que los consejeros reciben una “compensación anual” de 440 mil
dólares estadunidenses, equivalentes a casi siete millones de pesos, es
decir, más de 550 mil mensuales. Nada mal.
El negocio, sin embargo, está en otra parte: En lo que no se ve ni se
declara fiscalmente y por tanto no existe. Es decir, en los sobornos,
“moches”, “entres”, a menudo en efectivo, para que la autoridad haga
convocatorias a la medida de las empresas “amigas”.
Estos enjuagues quedaron en evidencia con las grabaciones difundidas
por el medio digital El Confidencial, de España, uno de cuyos
protagonistas, el famoso Apolinar, será un chivo expiatorio de un
escándalo de corrupción que lleva hasta la punta de OHL y del gobierno
de México. El otro es Pablo Wallentin, director de Relaciones
Institucionales de OHL México, con quien habló y ya renunció.
Y es que fue Peña quien, siendo gobernador del Estado de México, le
abrió las puertas a esta empresa española, cuyo presidente, el
octagenario Juan Miguel Villar-Mir, tiene una cauda de corrupción
inmensa a tal punto de que, en 2013, fue imputado por corrupción en un
esquema bien conocido en México: Financió al derechista Partido Popular
de José María Aznar a cambio de contratos de obra pública.
El asunto da para más…
Por ejemplo, quien le concesionó a OHL sus principales obras viales
como jefe de Gobierno fue Marcelo Ebrard, descarrilado –por ahora– como
aspirante presidencial…
Fuente: Proceso
Fuente: Proceso