Ángel Guerra Cabrera - Opinión
La cumbre de las dos
Américas celebrada en Panamá el 9 y 10 de abril mostró a América Latina y
el Caribe (ALC) como una región más independiente, soberana y
cohesionada que nunca antes. Lo prueba el acuerdo previo de los 33
gobiernos latino-caribeños de pedir al presidente estadunidense, Barack
Obama, la revocación del decreto contra la soberanía de la República
Bolivariana de Venezuela. En la reunión participaban también Estados
Unidos y Canadá, la otra América.
Igualmente, la presencia de Cuba por primera vez en estas cumbres, concebidas de origen para recolonizar a ALC, demuestra lo que afirmo. Cuba transitó de la exclusión del llamado sistema interamericano al reconocimiento diplomático por todos los gobiernos de la región y ya en la cumbre de Cartagena (2012) ALC abogó unánimemente por su presencia en la siguiente. También lo prueba el estrechón de manos entre Obama y el presidente cubano, Raúl Castro, sin que La Habana haya cedido en sus principios revolucionarios.
En un mundo donde sobran los gobernantes mediocres y serviles, en Panamá apreciamos un grupo de nuestros líderes que descuellan por su sensibilidad, cultura, audacia y valentía política, que hace de ellos respetables estadistas, una especie en extinción en la etapa de la globalización neoliberal.
Esas cualidades los enaltecen pero sólo ha sido posible que se reúnan en ellos y ellas por haberse producido en ALC a partir del caracazo (1989) la más grande rebelión popular antineoliberal del planeta.
Rebelión que ha conseguido consolidar varios gobiernos nacional-populares y estructuras de integración expresadas en el Alba/Petrocaribe, Unasur y Celac pese a la contraofensiva subversiva lanzada por Estados Unidos y las derechas locales para derrocarlos y revertir ese proceso. Si esa rebelión estalló tan temprana y vigorosamente se debe, en primer lugar, al ejemplo de resistencia y dignidad de la revolución cubana. Y es que ésta logró mantener y luego continuar perfeccionando sus ejemplares conquistas sociales, aun en las trágicas circunstancias que sufrió al desaparecer su aliado soviético y recrudecerse el bloqueo. El liderazgo cubano no cedió a los cantos de sirena que lo inducían a un supuesto realismo que hubiera implicado dejar a su pueblo a merced de las leyes del mercado en lugar de repartir parejamente lo poco que había.
Por cierto, uno de los que más insistía entonces ante los
oídos sordos de Fidel en la adopción por la isla de esos fatídicos
consejos era el entonces presidente del gobierno español Felipe
González, quien hoy, de la mano de José María Aznar, otro comisionista
como él del gran capital, pretende erigirse en padrino de la escuálida y
entreguista oposición contra la Venezuela bolivariana y chavista. Como
si el pueblo venezolano no se diera cuenta de su calaña y del desamparo,
la miseria y el millonario desempleo en que ellos y sus iguales han
hundido a millones de habitantes del sur de Europa, precisamente a
consecuencia de las políticas de
libremercado, mejor conocidas como neoliberales.
En Panamá se vio la estatura de estadista del presidente cubano Raúl
Castro, quien no obstante estar Cuba abocada a restablecer relaciones
diplomáticas con Estados Unidos, realizó con la mayor altura un
ilustrativo recuento de los crímenes infligidos a la isla y a nuestra
región por el imperialismo del norte, reiteró categóricamente los
vínculos de solidaridad que unen a Cuba con la revolución bolivariana y
apoyó, como siempre, la independencia de Puerto Rico, la lucha argentina
por las Malvinas y otras sentidas causas de la región. Al concluir su
emotivo y argumentado discurso Raúl recibió la mayor salva de aplausos
de la reunión. Con la hidalguía que le es característica afirmó que el
presidente Obama es un hombre honesto, aunque puntualizó las profundas
diferencias que los separan.
Brillaron también allí los presidentes Maduro, Correa, Evo y
Cristina. Ésta rebatiendo a Obama su disgusto por la historia, algo
semejante al gesto de Chávez cuando entregó al estadunidense Las venas abiertas… Y
brilló el Caribe en las voces de los primeros ministros Portia
Simpson-Miller (Jamaica), Kamla Persad-Bissessar (Trinidad y Tobago) y
Ralph Gonsalves (San Vicente y las Granadinas).
Todo hay que decirlo, existen graves peligros para ALC y sus
conquistas, pues Estados Unidos continúa empeñado en cortar de raíz su
rumbo independiente, mantiene sus acciones desestabilizadoras para
conseguirlo e inunda la región de bases militares.