El remedio para México
José Agustín Ortiz Pinchetti - Opinión
José Agustín Ortiz Pinchetti - Opinión
En mi artículo anterior
intenté disociar el sistema político, en descomposición, de la nación,
que presenta signos de gran vitalidad. Parece que las esperanzas de que
el gobierno pudiera rectificar e impulsar un nuevo proyecto se han
disipado. Será la gente la que asuma la iniciativa, aunque necesitaría
una convocatoria y que ésta fuera creíble. ¿Existen cualidades para
esperar este resurgimiento?
Se ha insistido en que nuestro pueblo no tiene vocación para el trabajo; sin este elemento la reorganización sería muy difícil. Esta leyenda no tiene sustento. Los mexicanos somos los más trabajadores de la OCDE (2,250 horas anuales), muy por encima de alemanes, españoles, estadunidenses y sudcoreanos. La productividad en las áreas más competitivas, como la industria automotriz, es igual o superior al primer mundo y, además, baratísima. Los salarios de los mexicanos son los más bajos del planeta.
Se ha insistido en que nuestro pueblo no tiene vocación para el trabajo; sin este elemento la reorganización sería muy difícil. Esta leyenda no tiene sustento. Los mexicanos somos los más trabajadores de la OCDE (2,250 horas anuales), muy por encima de alemanes, españoles, estadunidenses y sudcoreanos. La productividad en las áreas más competitivas, como la industria automotriz, es igual o superior al primer mundo y, además, baratísima. Los salarios de los mexicanos son los más bajos del planeta.
Los factores que provocan la baja de la productividad están todos
vinculados a las políticas neoliberales impuestas de modo autoritario:
los salarios deprimidos son autoderrotantes por razones sociales y
económicas. La productividad sólo puede crecer con educación,
capacitación, desarrollo e innovación. Todo eso puede alcanzarse con
nuevas políticas pragmáticas financieras, fiscales y comerciales
(Mauricio de Maria y Campos, El Financiero, 17/3/15). El
obstáculo para ello es el atrincheramiento de un grupo en el poder,
dispuesto a defender la corrupción y anular la posibilidad de la
alternancia.
También se habla de la manipulación del pueblo mexicano por
los medios. Juzgue usted por los hechos: la participación y organización
política han crecido de modo exponencial a partir de 1985. Aunque
nuestros gobernantes apuestan a la restauración, el viejo sistema no
aguanta más. Una encuesta reciente sobre la confianza en la prensa y en
la televisión (bajo el control de la Secretaría de Gobernación) reveló
que sólo 11 por ciento confía en estos medios. Ejemplo: la exigencia
para que se reinstale a Carmen Aristegui en el espacio radial rompió un
reto histórico. El gobierno gasta miles de millones en propaganda. La
aprobación de Peña bajó en octubre a 39 por ciento y no ha podido
recuperarse. El nivel de desaprobación es de 57 por ciento.
Estamos ante una sociedad alerta, inconforme y cada vez más crítica.
El poderío de nuestro pueblo es el remedio de nuestros males. Tendrá que
haber un despertar de conciencia y nuevas organizaciones para un
triunfo electoral sin violencia y para lograr que un gobierno distinto
gane las elecciones en 2018 y cambie la política económica y
reorientarla no al servicio de unos pocos, sino al crecimiento general.
Esto, evidentemente, es posible, y cada vez más cercano