domingo, 25 de enero de 2015

Guerrero: el riesgo de ser sacerdote

Amar a Dios en tierra de narcos
CIUDAD ALTAMIRANO, Gro. (Proceso).- Triste por los recientes asesinatos de cuatro sacerdotes de su diócesis, Maximino Martínez, obispo de Ciudad Altamirano, comenta: “Esos crímenes me duelen profundamente. Son golpes muy duros, durísimos, pues mis sacerdotes son como mis hijos o mis hermanos. Pero debo hacerme fuerte y reponerme. Ni modo, me tocó desempeñar mi ministerio en esta violenta zona de Guerrero”.
25 enero 2015 | Rodrigo Vera | Proceso

MÉXICO, DF (Apro).- —Los informes señalan que a escala mundial su diócesis es la más peligrosa para ejercer el sacerdocio. ¿Es cierto?

—Al menos en los últimos meses no conozco otra donde se haya dado tanto crimen y tanta violencia contra el clero. ¡No la conozco! Quizás en algunos lugares convulsos del oriente islámico exista una violencia parecida, pero no en el mundo católico.

En su reporte de 2014, El riesgo de ser sacerdote en México, el Centro Católico Multimedial asegura que, por lo menos en América, el país más peligroso para la Iglesia católica es México, donde "la tendencia de atentados contra sacerdotes sigue al alza". Sólo en los dos primeros años del sexenio de Enrique Peña Nieto, ejemplifica, los ataques aumentaron 100% respecto del mismo periodo del sexenio anterior.

El informe ubica a Guerrero como la entidad más violenta de México; y entre las cuatro diócesis guerrerenses, a Ciudad Altamirano como la más peligrosa.

Acababa de salir ese documento cuando un nuevo crimen en Ciudad Altamirano sacudió a la opinión pública internacional: el del joven sacerdote Gregorio López Gorostieta, levantado el pasado 22 de diciembre y tres días después localizado muerto, con un balazo en la cabeza.

El Vaticano encendió los focos rojos. El Papa Francisco dijo que el padre Gregorio fue "víctima de una injustificable violencia", y el secretario de Estado de la Santa Sede, el cardenal Pietro Parolin, lanzó en nombre del pontífice la siguiente recomendación por escrito: "Su santidad, al expresar una vez más su firme reprobación de todo atentado a la vida y dignidad de las personas, exhorta a los sacerdotes y demás evangelizadores de la diócesis a proseguir con ardor su misión eclesial, a pesar de las dificultades".

En el corredor de la casa obispal, sentado en un macizo sillón de madera tras oficiar una misa en catedral, el obispo Martínez se dice "fortalecido" por este apoyo de Bergoglio: "En estos momentos tan difíciles, el Papa Francisco me acompaña y me da fortaleza. Él conoce muy bien la situación en la diócesis, donde la violencia a veces aflora más y a veces parece que se aplaca un poco".

Comenta que hasta el momento no se ha aclarado el crimen ni dado con los asesinos, aunque el fiscal del caso supone que el móvil fue el robo, pues el padre Gregorio había encabezado, un día antes de su secuestro, la colecta anual a favor del seminario. Pero no llevaba el dinero cuando fue atacado.

Sus restos se encontraron el 25 de diciembre en un paraje del municipio de Tlapehuala. El reporte del forense señala que recibió un impacto de bala en el cráneo, pero era de bajo calibre y no lo mató; luego los asesinos le pusieron cinta canela en nariz y boca, asfixiándolo hasta la muerte.


Feligreses despiden al "Padre Goyo" en Guerrero. Foto: Octavio Gómez

‘NO RESPETAN A LA IGLESIA’

Ante la ola de agresiones, la diócesis acaba de elaborar el informe La historia de violencia que hemos vivido recientemente en nuestra diócesis de Ciudad Altamirano. Incluye, además del asesinato de Goyito, los crímenes anteriores contra otros tres sacerdotes del obispo Martínez: Habacuc Hernández Benítez, Joel Román Salazar y Ascensión Acuña Osorio.

El 13 de junio de 2009, en un paraje solitario del municipio de Arcelia fue asesinado el sacerdote Habacuc, junto con dos jóvenes preseminaristas: Eduardo Oregón y Silvestre González. Los tres viajaban en una camioneta pick up. Un grupo de matones los acribilló con armas de alto poder.

Se dijo que la causa del crimen fue que el sacerdote instaba a sus feligreses a alejarse de la delincuencia organizada. Aunque también se manejó la hipótesis de la confusión. Nunca se esclareció nada.

Este multihomicidio provocó consternación en el Vaticano, al grado de que la agencia televisiva italiana Rome Reports, especializada en asuntos eclesiásticos y de la Santa Sede, lo incluyó como caso ilustrativo en un reportaje sobre violencia contra sacerdotes. Ahí se dijo que el entonces Papa, Benedicto XVI, estaba "cada vez más preocupado" por lo peligroso que resulta ejercer el ministerio sacerdotal en México (1713).

Y sobre la muerte del sacerdote Joel Román, el informe diocesano señala que éste, durante una reunión en junio de 2012, reveló a sus compañeros que había sido secuestrado por un grupo armado que lo mantuvo cautivo toda una noche con los ojos vendados y sufriendo agresiones verbales. Salió con vida del percance. Pero después se quejaba de tener constantes amenazas de muerte. Vivía atemorizado. Hasta que el 9 de diciembre de 2013 su automóvil apareció accidentado… y su cadáver colocado cerca de su parroquia. Nunca se investigó esta muerte.

José Ascensión Acuña, párroco del templo de San Miguel Totolapan, fue levantado el 21 de septiembre de 2014. Dos días después se encontró su cadáver flotando en el río Balsas, cerca de la comunidad de Santa Cruz de las Tinajas. La necropsia determinó que primero fue torturado y después fue ahogado en el río.

El crimen organizado ya lo había extorsionado. Le pidió 300 mil pesos, pero él sólo pudo entregar 50 mil. Corre la versión de que lo mataron por no dar la suma completa. Pero también hay otra hipótesis: que una vez hospedó en su parroquia a un grupo de personas sin saber que eran delincuentes, el grupo contrario se enteró y en represalia mató al párroco.

El reporte de la diócesis menciona más casos de secuestros y extorsiones contra el clero local. Resalta el caso del Colegio Tepeyac, escuela manejada por religiosas. El crimen organizado empezó a pedirles "cuotas" cada vez más onerosas, hasta que el colegio tuvo que cerrar. Hace poco las monjas se atrevieron a reabrirlo parcialmente, a sabiendas de que arriesgan la vida.

El autor de la investigación y vocero de la diócesis, Fidencio Avellaneda, afirma: "La violencia y los crímenes contra nuestros sacerdotes no se deben a una persecución religiosa. No puede decirse que sea un ataque directo y abierto contra la diócesis por parte del crimen organizado".

ANDARSE CON TIENTO

Para debatir el problema de la violencia en Guerrero, se realizó un encuentro en Acapulco del martes 13 al jueves 15 de enero. Participaron varios sacerdotes y los obispos de las cuatro diócesis, aglutinadas en lo que se llama la Provincia Eclesiástica de Acapulco: Ciudad Altamirano, Acapulco, Chilpancingo-Chilapa y Tlapa.

Cuenta el sacerdote Javier Castrejón que ahí se acordó aplicar un protocolo de seguridad para el clero: "Traer rotulados nuestros vehículos, comunicarnos constantemente para saber dónde andamos, evitar salidas a altas horas de la noche. En fin, tomar todas las precauciones posibles".

Y dice que él también ha estado expuesto a la violencia desde el día que tomó las riendas del obispado, el 31 de agosto de 2006:

"Ese día celebrábamos en el seminario mi ordenación episcopal. Cuando regresé a esta casa del obispado voy viendo la fachada tiroteada. Acababa de ocurrir una balacera justo enfrente. Fue un aviso de que debía andarme con mucho tiento."

Fuente: Proceso