Pedro Salmerón Sanginés - Opinión
El 7 de noviembre
escuché el informe del procurador Murillo Karam sobre la desaparición de
los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de
Ayotzinapa. Los 43 muchachos de quienes el procurador nos dijo que están
muertos. Dos días después publique en mi blog colectivo una serie de
preguntas sobre el informe en cuestión. Hoy, a 52 días de la
desaparición y a 11 del informe, no hay nada nuevo del lado del régimen,
por lo que las preguntas siguen siendo vigentes. Las replanteo: ¿dónde
están?, ¿qué les hicieron?, ¿quién se los hizo?, ¿por qué? En el informe
de Murillo Karam no puedo encontrar respuestas, ni un atisbo de verdad.
Lo único que me queda son cientos de preguntas sin respuesta. Trataré
de darles orden:
1. ¿Cuándo, cómo?, ¿qué, quién? Las respuestas de la PGR señalan al
entonces presidente municipal de Iguala, a su esposa y a los miembros de
un grupo delincuencial, pero deja enormes huecos. El fundamento de su
hipótesis (el asesinato y posterior cremación de los 43 muchachos) tiene
bases muy endebles (los testimonios de tres presuntos partícipes) y
enormes lagunas, sobre las que volveré al final.¿Quién?Demos por buena, sin conceder, la versión del procurador. Fueron asesinados y calcinados sus cadáveres. Lo hicieron sicarios de un grupo ligado al alcalde. Lo que no nos dice la PGR es quién dio la orden. ¿El alcalde?, ¿alguno de los cabecillas del grupo?, ¿otro, más arriba? ¿A los sicarios se les salió el asunto de las manos? Mientras no resolvamos estas preguntas, no podemos siquiera preguntarnos ¿por qué los mataron? (Y faltan muchas: ¿quién ordenó disparar a matar; quién, desollar el rostro de un muchacho?) (Y, si rechazamos la versión de la PGR, las preguntas se multiplican, regresando a la principal: ¿dónde están?)
2. Si no sabemos qué pasó ni quién lo ordenó, ¿cómo podemos responder los porqués? Sólo hay preguntas: ¿por qué querría un caciquillo de quinta, un politiquillo corrupto como tantos, eliminarlos?, ¿por qué querría un grupo delincuencial atraer sobre el terreno que controla la atención del mundo? Nada resuelve, absolutamente nada, la desalmada rueda de prensa del procurador.
3. ¿Nos basta la excusa del ex gobernador?, ¿podemos aceptar que la policía estatal no intervino porque el alcalde no le tomó la llamada? ¿Nos basta la excusa del procurador, sus explicaciones sobre su actitud omisa frente a las demandas contra el presidente municipal desde 2012?, ¿nos basta saber que ni la dependencia a su cargo ni ninguna otra podían hacer nada; que no vieron, no quisieron, no supieron hacer nada? ¿De verdad nada sabía el gobernador?, ¿de verdad nada sabía el procurador?, ¿por qué las fuerzas a sus órdenes dejaron que ocurriera lo que ocurrió ese 26 de septiembre?
4. ¿Y el ejército, es decir, el 27 batallón de infantería?
Todos los testimonios lo sitúan a pocos pasos de donde ocurrió el
secuestro. Algunos testimonios muestran a los soldados interviniendo de
diversas maneras esa noche, impidiendo o dificultando el auxilio de los
heridos, por ejemplo. ¿Quién tomó en el 27 batallón –o más arriba– la
decisión de permitir el secuestro? ¿O lo que quieren decirnos es que nos
pueden secuestrar delante de elementos del Ejército y que nuestros
soldados no harán nada?
5. Regresemos al
¿qué?El procurador asegura que los estudiantes fueron ejecutados antes de la medianoche del 26 de septiembre y que hasta las 14:00 o 15:00 horas del día 27 los cadáveres ardieron en un basurero municipal de Cocula.
Si eso es cierto, además de aterrador, abre más preguntas: ¿cómo es
posible que durante más de 14 horas se mantuvieran fuegos tan
escandalosos como los que el señor procurador afirma que debieron de
hacerse, en un lugar público, cercano a una población, inmediato a
caminos transitados, sin llamar la atención de testigo ninguno ni, lo
que es más importante, de las fuerzas del orden?
Las fuerzas estatales y federales, ¿qué hicieron mientras el fuego
duraba horas, fuego de elementos altamente combustibles?, ¿nadie vio,
nadie olió nada?, ¿nadie, nada, nadie, cuando acababa de producirse a
pocos kilómetros un secuestro masivo; cuando las policías y los soldados
debieron desplegarse en busca de los secuestrados?
Al releer estas preguntas, vuelve a embargarme la impotencia, a
rebalsarme el dolor. Porque no veo a quién plantearle las preguntas,
porque sé que el jefe del Estado, Enrique Peña Nieto, no sabe, no quiere
o no puede responderlas. Tampoco sus empleados. Pero veo a las familias
desfilando con su dolor a cuestas, veo a cientos de miles, a millones
tocados en el alma. Ellos, quizá ellos puedan responderme.