viernes, 28 de noviembre de 2014

EPN: vueltas a la noria / Urgencias para después / ¿Inseguro?: llame al 911

Carlos Fernández-Vega / México SA
Con la creatividad que los caracteriza, el inquilino de Los Pinos y sus asesores metieron en la misma palangana añejas ofertas gubernamentales, olvidadas promesas de campaña, incumplidos compromisos del Pacto por México, un ciento de pendientes y una buena dosis de cursilería. Batieron y batieron hasta alcanzar la mezcolanza esperada, y el amasijo fue presentado en sociedad como una novedosa estrategia para lograr un México en paz con justicia y desarrollo.
Cómo habrá salido el menjurje, que en la monárquica cumbre de ayer en Palacio Nacional lo más novedoso y creativo resultó ser la propuesta de EPN para que los mexicanos cuenten con un número (telefónico) único para pedir auxilio en casos de urgencia y poder acceder a otros servicios de ayuda y orientación, el cual –obvio es– no sería otro que la versión mexica del 911. Entonces, ¿cómo se alcanzará ese México en paz? Simple: a golpe de telefonazos.
Congregada ayer en Palacio Nacional, la crema y nata de la clase política nacional se dedicó a ovacionar al inquilino de Los Pinos por tan creativa propuesta, pero especialmente por no responsabilizarla por el hartazgo de la gente, por el descarado incumplimiento, la corrupción galopante y la connivencia con el crimen organizado. Porque, de acuerdo con su discurso, una fuerza extraterrestre municipal, y nadie más, es la causante de lo que sucede en el país, en el que se pasó de la inseguridad a la violencia y de ésta a la barbarie, como Ayotzinapa lo patentizó, por si alguien tuviera dudas.
Con la cara más dura que una piedra, esa crema y nata aplaudió a rabiar y se estremeció hasta las lágrimas como si nada tuvieran que ver en el deplorable estado en que se encuentra el país, e hicieron coro con el inquilino de Los Pinos cada que éste hablaba de indignación, agravio profundo, conmoción por los recientes acontecimientos, impunidad, castigo, corrupción, delincuencia organizada, exigencia de justicia, infiltración del crimen organizado la sociedad que hoy alza su voz para decir: ¡ya basta!, liberar a México de la criminalidad, todos somos Ayotzinapa, y así por el estilo.
Y una vez más los mexicanos se quedaron con las ganas de sentirse verdaderamente representados, de atestiguar acciones concretas con resultados inmediatos (que de eso se trata), porque la ruta trazada por el inquilino de Los Pinos es la de siempre: hacer más reformas burocráticas que, por involucrar modificaciones constitucionales, deberán pasar por el lerdo cuan torcido procedimiento del parlamento federal, y de este a los estatales bajo dominio de los gobernadores, aliados, uno sí y el otro también, con las distintas manifestaciones del crimen organizado (sea éste de cuello blanco o cuerno de chivo).
Sin importarle, la crema y nata de la clase política se manifestó, junto con el inquilino de Los Pinos, harta de sí misma, porque aplaudieron frases como México no puede seguir así, me sumo al clamor ciudadano que exige justicia (dicho por el mismo que está obligado a garantizarla e impartirla), no podemos continuar por esta ruta de desigualdad y división, no pueden quedar impunes estos actos de barbarie. Y de allí, con las manos recién lavadas, pasaron al decálogo (los cambios de fondo, según dijo) que permitan mejorar la seguridad, la justicia y el estado de derecho en México.
Y así como descubrió que los violentos extraterrestres sólo se instalaron en los municipios de la República (los gobiernos estatales y el federal quedaron eximidos de cualquier responsabilidad política, económica, social y penal), el inquilino de Los Pinos también registró que hoy existen dos Méxicos: uno, inserto en la economía global, con crecientes índices de ingreso, desarrollo y bienestar, y por el otro lado hay un México más pobre, con rezagos ancestrales que no han podido resolverse por generaciones.
Lamentablemente, lo registró mal, porque según su versión ese México con rezagos ancestrales se limita a tres estados de la República; Guerrero, Oaxaca y Chiapas, donde “tienen su origen la mayoría de los conflictos sociales y políticos más graves del país, precisamente por la falta de desarrollo. Los 29 restantes (incluido el Distrito Federal), de acuerdo con esa versión, formarían parte del otro México, es decir, el de la bonanza, el ingreso creciente, el desarrollo y el bienestar.
Bien harían sus allegados en documentar a su jefe, para que entendiera la verdadera dimensión de la disparidad existente en esta República de discursos, porque de acuerdo con informes oficiales el 80 por ciento de los mexicanos son catalogados como socialmente vulnerables, y todos ellos no caben en Guerrero, Oaxaca y Chiapas.
Sin considerar lo anterior, anunció la creación de nuevos polos de desarrollo industrial, con el fin de crear empleos formales y bien renumerados. Por ello, por primera vez en nuestra historia, propongo que se establezcan tres zonas económicas especiales en la región más atrasada del país. Estas serán: el corredor industrial interoceánico, en el Istmo de Tehuantepec, que conectará el Pacífico con el Golfo de México; la segunda, en Puerto Chiapas, y la tercera, en los municipios colindantes al Puerto de Lázaro Cárdenas, tanto de Michoacán, como de Guerrero.
¿Cuánto tiempo deberán esperar los habitantes de esas zonas para que los presuntos beneficios, si es que algún día llegan, los saquen del subdesarrollo?, porque la iniciativa correspondiente llegaría al Congreso por allá de febrero próximo, si es que se acuerda. Entonces, ¿qué parte de resultados inmediatos no entendió el inquilino de Los Pinos?
En fin, el país dando vueltas a la noria, aunque no todo está perdido: ¡alegraos!, mexicanos incrédulos y criticones, que ya van tener su versión autóctona del 911 (nain guan guan, para que se lo aprendan, pidan auxilio en casos de urgencia y accedan a otros servicios de ayuda y orientación).
Las rebanadas del pastel
Que dice el preclaro secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, que no hay de qué preocuparse, porque el desplome del tipo de cambio del peso simplemente se debe a fluctuaciones transitorias. Pues bien, ayer transitoriamente llegó a 14.08 unidades, y en los últimos 38 años el precio del billete verde se ha incrementado la friolera de 112 mil 640 por ciento. Lo bueno es que ha sido transitorio.