miércoles, 10 de septiembre de 2014

La visión de la reforma energética es muy limitada

Nada tiene de modernizadora
Raúl Jiménez Vázquez / Siempre
Los voceros gubernamentales se han dado a la tarea de repetir el estribillo que dice que la reforma energética conllevó un cambio de paradigma, significando con ello que se trata de un cambio con tintes revolucionarios, cosa que sin lugar a dudas es una desmesura propia de una campaña propagandística.
De entrada, cabe aclarar que en el famoso texto La estructura de las revoluciones científicas Thomas Kuhn señala que el concepto paradigma connota el conjunto de teorías, leyes, instrumentos y procedimientos reconocidos y utilizados por una comunidad epistémica a fin de resolver un universo de problemas.
Por consiguiente, no hay tal cambio de paradigma y en realidad estamos en presencia de un distinto modelo de explotación de nuestros recursos energéticos cuya falta de proyección en un plan gubernamental de largo plazo, total confrontación con los intereses superiores de la nación, manifiesta inconstitucionalidad y franca oposición al régimen internacional de los derechos humanos hemos abordado en entregas precedentes.
En la obra Los siete saberes necesarios para la educación del futuro el pensador francés Edgar Morin afirma que todo modelo constituye una forma de entender la realidad y que el análisis de sus supuestos es absolutamente indispensable para discernir cuál es la visión subyacente en el mismo, lo que reviste una importancia capital ya que ésta predetermina sus alcances, debilidades, sesgos y limitaciones.
Los supuestos del naciente modelo energético no han sido explicitados, sin embargo, son perfectamente derivables de los respectivos documentos parlamentarios y pueden resumirse en dos enunciados: I) el petróleo y la electricidad no son recursos estratégicos, sino meras mercancías sujetas a las leyes de oferta y demanda, y II) por tanto, su explotación debe dejarse en manos de los mercados, cuya tendencia natural hacia el equilibrio permitirá el afloramiento de los mejores precios posibles, la maximización de la eficiencia productiva y la óptima la asignación de los recursos disponibles.
A la luz de estas premisas se entiende el porqué dentro de este modelo, de orientación claramente neoliberal, no están comprendidos aspectos que indiscutiblemente revisten una gran relevancia para el presente y el futuro de los mexicanos, como son: proyecto de nación, soberanía nacional, planeación democrática del desarrollo nacional, seguridad nacional, seguridad energética, fortalecimiento del mercado interno, impulso a las cadenas industriales, posicionamiento ante los entornos geopolíticos, defensa del interés nacional…
En suma, la visión que subyace en el diseño de la reforma energética es muy limitada y nada tiene de modernizadora, puesto que su fuente primigenia de inspiración no es otra que una anacrónica fe fundamentalista en los mercados, dogma preconizado hace ya varios siglos por el economista inglés Adam Smith.
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Fuente: Siempre