domingo, 28 de septiembre de 2014

Con corrupción ninguna reforma sirve

Ricardo García Sainz - Opinión
Después de 10 años de ausencia como articulista y dos de haber dejado mi último trabajo como contralor del Gobierno del Distrito Federal, he decidido volver a escribir para expresar mis puntos de vista y mis experiencias, como aportación a una mejor y más justa convivencia, que cada día se vuelve más difícil y en la que la pobreza y la desigualdad se han ido incrementando, y, lo más grave, sin que en el horizonte se vea una esperanza real de paz y justicia.

Naciones Unidas, en un documento de 1998, hizo un análisis de los distintos regímenes para tratar de encontrar la razón de los crecimientos diferenciales entre ellos y concluir cuál era la mejor manera de gobernar. Llegó a la conclusión de que cualquier forma de gobierno, acorde a los valores, principios y antecedentes de un país, era eficaz, siempre y cuando no hubiera corrupción. La falta de integridad en el quehacer público es un cáncer que todo lo destruye, y cada acto de corrupción, por pequeño que sea, rompe el pacto social destruyendo las formas de convivencia acordadas.
México es claro ejemplo de la autodestrucción provocada por la corrupción en todos los niveles; alguien dijo que somos un país desestructurado, cuidadosamente lubricado por la corrupción que permite que la vida diaria continúe.
La información diaria confirma los niveles de corrupción, impunidad y prepotencia que imperan en el México actual. Una gran foto capta el momento en que el magnate Germán Larrea, presidente de Grupo México, saluda al presidente Enrique Peña Nieto. Esa empresa es la responsable de haber contaminado deliberadamente el río Sonora, de acuerdo con Protección Civil.
En medio de esta confusa comedia de equivocaciones, Larrea queda fuera de Televisa, el gobierno estatal cesa cualquier relación con la minera de Cananea y Larrea anuncia un paquete de inversiones, supongo que con el beneplácito de Peña Nieto. En esa misma plana se informa que la Procuraduría General de la República y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos investigan las ejecuciones extrajudiciales en Tlatlaya, en tanto el Ejército reitera que las muertes fueron para repeler una agresión armada.
Los diputados exhiben, por el uso de cifras triunfalistas, a la secretaria de Desarrollo Social del gobierno federal y la obligan a reconocer que el número de pobres no baja.
Abarcando otros aspectos de la vida nacional, la corrupción se asoma en los comicios de Nayarit, y el Tribunal Federal Electoral ordena al Instituto Nacional Electoral castigar a Roberto Sandoval, gobernador constitucional del estado.
Completé mi sábado con una ida a un restaurante; en el recorrido no hay una banqueta pareja, que lo compensa la proliferación de baches, encharcamientos y saldos de basura que se cayó o no recogió el servicio se limpia. Ayudan mucho a sentir que se vive en la jungla urbana los vehículos estacionados en doble fila alrededor de los restaurantes de moda y celosamente habitados por los guaruras, y el clima de prepotencia que los envuelve; estos privilegios de estar por encima de la ley son compartidos por las grandes industrias cerveceras, refresqueras y de traslado de dinero que circulan y se estacionan donde quieren y no hay o no parece haber autoridad que haga respetar las leyes de tránsito, que es sólo un micromundo de la convivencia armónica y de la seguridad jurídica.
Durante la comida se supo que una pareja con dos niños fue víctima de un asalto en la calle de Baja California, prácticamente frente al Junior Club. Esto no puede suceder en una ciudad en la que hemos invertido fondos públicos para adquirir 12 mil cámaras y muchas patrullas para que no sirvan para nada. La percepción de inseguridad pública va en aumento, y al no contar con autoridades eficaces se llega a los sistemas de autodefensa nada deseables.
Con lo anterior pretendo confirmar algo que todos sabemos y reconocemos: estar inmersos en la corrupción y, por tanto, en la falta de seguridad jurídica, en la nula transparencia, la existencia de innumerables privilegios a grupos y a personas que están por encima de la ley, y a la confusa rendición de cuentas.
Esta corrupción reinante impide el progreso, acentúa las injusticias y distorsiona la vida de la nación. Si queremos renovar el país, fortalecerlo, elevar la eficiencia colectiva, elevar nuestro nivel de vida, fortalecer la paz social, mejorar las condiciones de vida y reconstruir el tejido social, es necesario erigir desde la Presidencia de la República un programa de integridad nacional asociado al combate frontal a la corrupción. Señor presidente Enrique Peña Nieto, sólo desde la Presidencia de la República se puede lanzar un programa con estos alcances.
Esta es la reforma estructural que debe guiar su gobierno, otras planteadas por usted son sólo enfoques parciales muy discutibles en sus efectos y consecuencias y que quedarán truncas mientras la corrupción esté infiltrada en todo el quehacer nacional. Pemex es un claro ejemplo de ello: su fracaso como la gran empresa nacional se debió durante décadas a la corrupción creciente, desde el vulgar robo de combustibles hasta el manejo discrecional de sus recursos.
La decisión que usted tome contra la corrupción es en extremo difícil y riesgosa, tendrá usted que contar con un gran respaldo popular que le permita enfrentar a quienes están por encima de la ley y quitarles los privilegios de que gozan, muchos de ellos incorporados a la legislación vigente.
Para consolidar el régimen de integridad se requieren reformas constitucionales, las mismas que se hicieron para garantizar el enriquecimiento amoral, la concentración de poder y la impunidad.
Ya está por terminar su segundo año de gobierno y su primer compromiso con la nación, el de crear la comisión nacional anticorrupción se encuentra estancado en varias comisiones del Senado. Aun creando esta comisión, la respuesta es insuficiente. En adición a la comisión, por encima de la comisión, o sin comisión, el cambio se dará cuando el Presidente de la República se convierta en el ariete contra la corrupción y anule privilegios, imponga la transparencia, se dé una clara rendición de cuentas y la certeza jurídica sea la que regule todas nuestras relaciones.
Si toma usted la decisión estará haciendo lo opuesto a lo que relata Gabriel García Márquez en su prodigioso libro Cien años de soledad sobre el cambio del coronel Aureliano Buendía para ensanchar su base popular de la guerra, el coronel de un plumazo acepta abandonando 20 años de lucha y puntualiza: “… Lo importante es que en este momento sólo luchamos por el poder”.