lunes, 25 de agosto de 2014

“Shale”, la amenaza del metano

En 2011 un grupo de científicos de Estados Unidos publicó un estudio en el cual advierte sobre los riesgos de emisiones de gas metano (CH4) provenientes de la explotación del gas de esquisto o shale en varias zonas de su país que, concluyeron, contribuyen al calentamiento del planeta. El tema cobra relevancia ahora que México abre las puertas a los inversionistas y corporaciones trasnacionales para incursionar en la exploración de petroquímicos no convencionales en el norte del país, tras la aprobación de la reforma energética.
24 agosto 2014 | Emilio Godoy | Proceso
“La situación del metano es muy grave en Estados Unidos porque es un contaminante potencial para el agua potable y es un gas de efecto invernadero muy potente. Puede crear un daño local a las personas que viven cerca de los pozos de gas, porque se infiltra en el agua subterránea, y otro global, pues es peor que el dióxido de carbono en cuanto al cambio climático”, comenta al reportero Anthony Ingraffea, profesor de ingeniería civil y ambiental en la Universidad de Cornell, Nueva York.

Junto con Robert Howarth y Renee Santoro, Ingraffea publicó en la revista Climatic Change aquel año el estudio Metano y la huella de gases de efecto invernadero del gas natural proveniente de formaciones de shale. Su conclusión fue que éste es más contaminante que el petróleo y otros gases.

El artículo encendió el debate alrededor de ese hidrocarburo y la liberación de metano, así como sus implicaciones climáticas. Los tres expertos calcularon que entre 3.6 y 7.9% de la producción del gas shale llega en forma de CH4 a la atmósfera por emisiones y fugas a lo largo de la vida útil de un pozo.

“Hace tres años había pocas mediciones, todos presumían que no era importante. Lo que encontramos es que en cualquier lugar con mediciones de fugas el volumen es mucho mayor al que pensábamos”, sostiene Ingraffea en entrevista.

Antes de abordar este tema, el científico realizaba estudios que financiaban empresas y organizaciones como Schlumberger, Gas Research Institute, General Dynamics y Northrop Grumman. En los setenta su tesis doctoral se centró en la mecánica de la fractura de rocas –el fracking–, un aspecto vital para la obtención de petroquímicos no convencionales.

Sin embargo Ingraffea se inclinó a terrenos más críticos. En 2011 la revista Time lo distinguió por su labor sobre los riesgos ambientales del desarrollo de gas shale, que se obtiene al quebrar la roca subterránea donde se encuentra mediante el fracking.

De acuerdo con las proyecciones de Administración de Información Energética de Estados Unidos, para 2040 más de la mitad de los 30 billones de pies cúbicos de gas natural producidos en ese país serán shale.

Ingraffea, quien incluso fue galardonado por la NASA y varias asociaciones de ingenieros publicó el pasado 30 de junio otro estudio: “Evaluación y análisis de riesgo del deterioro de la cubierta y sellado en pozos de petróleo y gas en Pennsylvania, 2000-2012” en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America.

Con el apoyo de tres colegas del Departamento de Ciencia Ambiental, Política y Administración de la Universidad de California y de la organización Médicos, Científicos e Ingenieros para la Energía Saludable, Ingraffea analizó 75 mil 505 avisos de violación de normas para 41 mil 381 pozos de petróleo y gas convencionales y no convencionales en Pennsylvania perforados entre el 1 de enero de 2000 y el 31 de diciembre de 2012, para determinar datos de deterioro de revestimiento y sellado de las perforaciones.

Según los autores, los pozos de gas no convencional en el noreste de Pennsylvania, el corazón de la cuenca gasera Marcellus, presentan un riesgo casi tres veces mayor de migración de metano que los pozos convencionales en esa área. Ese riesgo acumulado para los pozos convencionales y no convencionales en esa región es 8.5 veces mayor que los taladrados en el resto de ese estado.

Riesgo confirmado

Las principales universidades estadunidenses han dedicado parte de sus investigaciones a la explotación del gas shale en los últimos años

David T. Allen, académico del Centro para la Energía y Recursos Ambientales de la Universidad de Texas en Austin, por ejemplo, publicó su estudio Emisiones de metano de la producción y uso de gas natural: reconciliando las mediciones de arriba-abajo y de abajo-arriba en la edición de la revista Chemical Ingeneering de este mes, donde alerta sobre los daños que el metano provoca a la atmósfera.

Los cálculos, afirma, indican que las fugas de metano comprendidas entre 1 y 5% pueden compensar las ventajas del gas natural, relativas a otros combustibles fósiles.

Hoy en Estados Unidos hay 2 millones de pozos de petróleo y gas. La Agencia de Protección Ambiental (EPA) ha reportado que unos 60 mil pozos ventean este gas durante las descargas de líquidos, resultando en unas 274 mil toneladas anuales de metano.

La industria petrolera y gasera ha argumentado que el gas natural puede ser un energético de transición hacia economías bajas en carbono y que es más limpio que el carbón.

En el reporte “Fuga de metano de los sistemas de gas natural de Norteamérica”, publicado el 14 de febrero último por la revista especializada Science, expertos de siete universidades, agencias federales, laboratorios y otras instituciones estadunidenses evaluaron más de 200 estudios sobre el lanzamiento de metano a la atmósfera.

Descubrieron que la EPA ha subestimado las emisiones de ese gas en por lo menos 50%. En 2009, esa instancia calculó una tasa de fuga de metano neta de 2.4% para el segmento de petróleo y gas natural.

De acuerdo con Ingraffea, “la EPA se basaba en lo que le reportaba la industria. Los resultados quieren decir que el gas lanzado a la atmósfera sin quemar es considerable”. Dice también que la academia estadunidense se aproxima a un consenso respecto a que el gas natural no es un buen sustituto del petróleo.

El Laboratorio de Investigación del Sistema Terráqueo de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EU (NOAA) prepara un estudio sobre los efectos atmosféricos del cambio de uso de energía en Estados Unidos en el vínculo entre la calidad del aire y el cambio climático.

“Parte del debate es causado por el hecho de que las emisiones netas de metano durante las diferentes etapas de la producción de aceite shale y gas natural aún son cuantificadas y entendidas pobremente”, asegura el diseño del proyecto. El estudio se centrará en siete cuencas gaseras en Dakota del Norte, Wyoming, Utah, Colorado, Texas y Pennsylvania.

Asimismo dos estudios encabezados por la División de Monitoreo Global de la NOAA situaron la tasa de escape de metano entre 2.3 y 7.7% de la producción en la cuenca Denver-Julesburg en Colorado y entre 6.2 y 11.7% en la de Uintah en Utah.

La investigación de la NOAA busca contestar preguntas como: cuáles son las emisiones de metano de diferentes cuencas de shale, cuáles son las emanaciones como parte de la producción en campo y relativas a la actividad de perforación y qué determina las emisiones de metano de la producción de aceite y gas shale.

También busca cuáles son los roles relativos de la composición de crudo y gas, así como las prácticas de la industria, la perforación y la regulación, cuáles son las emisiones de hidrocarburos de diferentes cuencas de shale, cómo se comparan las emanaciones de hidrocarburos en cada cuenca y cómo se refieren a la composición de crudo y gas las prácticas de la industria y la regulación.

Inversión inviable

El CH4 escapa prácticamente a lo largo de toda la cadena productiva del gas de esquisto, desde la extracción hasta su combustión. El gas se fuga en los ductos por su deterioro, en las estaciones de compresión del carburante o se lanza a la atmósfera intencionalmente para reducir la presión en las instalaciones.

Según Ingraffea, “teóricamente se podrían arreglar las fugas, pero implicaría miles de millones de dólares y muchos años. ¿Y quién va pagar por eso? Es técnicamente imposible impedir las fugas y capturar el gas y usarlo. Y si lo fuera, es económicamente inviable. La tecnología ya está disponible, pero es muy costosa. El lanzamiento de gas a la atmósfera se podría reducir en más de 90%, pero no es comercialmente viable para las compañías, porque la disminución no compensa el costo”.

La EPA impuso una regulación para los pozos fracturados después de agosto de 2011, de modo que aminoren las emisiones de compuestos volátiles mediante nuevas tecnologías. La primera fase de esa norma, que concluye en enero de 2015, implica la contracción de los lanzamientos a la atmósfera y la segunda etapa, a partir de esa fecha, requiere que los operadores capturen el gas y lo destinen para su propio uso o venta.

El experto critica la medida, que cataloga como “una curita para un problema mayor” y que llega muy tarde, ante la urgencia de cortar drásticamente las emisiones contaminantes para evitar que el planeta se recaliente. Por eso le baja el pulgar al gas natural: “No es una buena opción, desde una perspectiva de cambio climático, porque el cambio climático es real, está acelerándose. Sólo unos pocos se benefician con las ganancias del gas shale, pero todos sufren daño con el cambio climático”.

Por su parte, el Fondo para la Defensa del Ambiente, con nueve oficinas repartidas por Estados Unidos, una en La Paz, Baja California Sur, y otra más en Beijing, China, prepara la publicación de un paquete de trabajos sobre fugas, contaminación atmosférica y otros aspectos del gas shale.

Fuente: Proceso