lunes, 4 de agosto de 2014

Mercado eléctrico en México: la última

José Antonio Rojas Nieto | Opinión-La Jornada
La información del Senado es contundente. Asegura que las Comisiones Unidas de Energía y Estudios Legislativos –primero– y de Hacienda y Crédito Público, de Energía, y Estudios Legislativos –después– se instalaron y declararon en sesión permanente. ¿Objetivo? Analizar los cuatro dictámenes que regresó al Senado la Cámara de Diputados, con siete nuevas leyes de la llamada reforma energética: 1) Hidrocarburos (131 artículos permanentes y 32 transitorios); 2) Industria eléctrica (169/24); 3) Energía geotérmica (66/13); 4) Pemex (118/18); 5) Comisión Federal de Electricidad (121/21); 6) Órganos reguladores en energía (42/6), y 7) Agencia Nacional de Seguridad Industrial y Protección al Medio Ambiente del Sector Hidrocarburos (38/11).
También buscan aprobar las minutas de las dos leyes energéticas, con contenido fiscal y presupuestario también remitidas por los diputados al Senado: 8) Ingresos de Hidrocarburos (65/10); 9) Fondo Mexicano del Petróleo para la Estabilización y el Desarrollo (25/3).

En total nueve leyes nuevas. Con 913 artículos, 775 permanentes y 138 transitorios. ¿Ley con más artículos? La de la Industria Eléctrica con 193. ¿Con menos artículos? La del Fondo Mexicano del Petróleo para la Estabilización y el Desarrollo con 28. ¿Con más artículos permanentes? También la de la Industria Eléctrica con 169. ¿Con más transitorios? La de Hidrocarburos con 32. Numeralia básica.

¿Qué pasará esta semana? El Senado lo señala al asegurar que este lunes 4 de agosto a las 17 horas habrá una sesión extraordinaria. Es muy probable que esta misma semana se aprueben nueve nuevas leyes y la modificación de otras 12. Para calar de manera sintética lo que significa este proceso, permítaseme citar a un diputado. “Con su permiso, señor presidente. Antes que nada quiero decir que para todos y cada uno de los integrantes del grupo parlamentario de Acción Nacional hoy culmina un proceso de gran transformación en comisiones para este país. Hoy, después de seis largos días de trabajo (sic) estamos ya en la discusión de los últimos dictámenes de la que sin duda alguna será la reforma en materia de transformación económica de este país más importante en muchísimos años.

“No tengo ninguna duda que en más de 50 años no habíamos tenido una transformación tan importante como ésta. Sin duda alguna una transformación como ésta va a…” Tiene razón el diputado. Muy poco tiempo fue el necesario para generar un nuevo régimen legal en México y romper –de tajo– una tradición constitucionalista que no sólo otorgaba a la Nación la propiedad originaria de los recursos naturales, sino que en el caso del petróleo y de la electricidad, le confería la capacidad de crear empresas y organismos públicos responsables de explotar de manera exclusiva –en beneficio de la Nación– la industria integral de los hidrocarburos y las diversas fases de la industria eléctrica integral, después redefinidas con las distinciones de la petroquímica, por un lado, y del servicio público de electricidad, por el otro.

Hoy cambia todo el panorama. En el caso de la industria eléctrica –como he tratado de señalar a lo largo de varias semanas– se rompe –ahora si de manera definitiva– una integralidad defendida y justificada tradicionalmente a partir de la obligación estatal de prestar un servicio público. Confiable, seguro, sustentable y al menor costo. Al menos.

Servicio público para el que deberían utilizarse los recursos naturales. Siempre en el marco de ese mínimo costo. Incluso –en etapas importantes de la vida de la CFE– enmarcado en la búsqueda de un beneficio nacional óptimo. No se explica de otra manera la sinergia que tradicionalmente se buscó con Pemex. Entre otras cosas, por ejemplo, para que CFE consumiera los residuales del proceso de refinación. Y para que Pemex, también por ejemplo, buscara con el mayor ahínco recursos de gas natural para aprovechar la maravilla tecnológica que representó y representa la generación a gas natural en los ciclos combinados. Sí se trata de una eficiencia que hoy en día ya ronda 60 por ciento. Y con una capacidad actual –envidiable– para seguir carga y adaptarse con cuidado a la enorme volatilidad que representa la incorporación de fuentes renovables y sin emisión directa de gases de efecto invernadero, sol y viento, sin duda. Pero cuya intermitencia exige ser atendida con el mayor cuidado, para resolver con diligencia ejemplar los problemas de estabilidad y confiabilidad que genera. Se acrecentarán con la llegada de los usuarios calificados.

Y con el fin de las tarifas horarias de electricidad. No se puede caer –una vez más– en la tentación historicista. Juzgar con criterios de hoy –riesgosamente plagados de ideología superficial y fatua– decisiones del pasado. Los ánimos de integralidad entre explotación e industrialización de hidrocarburos, y servicio público de electricidad, no fueron un error.

Tampoco podemos apostar –como se está haciendo– a una concurrencia que en todo el mundo –sí, en todo el mundo, a pesar de algunas experiencias exitosas– ha mostrado severísimos límites para atender con solvencia los requerimientos sociales básicos de electricidad ¡Cómo conciliar máxima rentabilidad y óptimo servicio! Menos aún dejar a esa concurrencia –violenta, salvaje, especulativa y depredadora– la solución de los delicadísimos problemas de bienestar social, seguridad energética, sustentabilidad ambiental. Y de uso racional y eficiente de energía.

No pueden resolverse sin consenso, voluntad y ánimo sociales indefectibles. Lejos muy lejos de esto el proceso vivido estas semanas. Lamentablemente. Quienes lo impulsaron pueden celebrar su pírrico triunfo, sustentado en un proceso plagado de autoritarismo, demagogia, superficialidad, engaños y trampas. Pero esa es la nueva realidad de hoy. Y hay que enfrentarla. Con astucia. Con prudencia.

Es muy probable que no más allá del 15 de agosto se inicie el llamado oficialmente periodo de restructura de la industria eléctrica. Si no atenemos al mandato constitucional, a más tardar en diciembre del 2015 debe concluir esta transición. Y tener una nueva arquitectura institucional. Y a más tardar en enero de 2016 dar inicio al nuevo monstruo que se ha diseñado, el llamado Mercado Mayorista de Electricidad, cuyo comportamiento y tendencias exigirán nuestra máxima y rigurosa atención. De veras.

Fuente: La Jornada