lunes, 10 de marzo de 2014

Derechas con look de izquierda

Raúl Zibechi | Alainet | Rebelión.org
Las recientes manifestaciones de masas generadas por las derechas en los más diversos países, muestran su capacidad por apropiarse de símbolos que antes desdeñaban, introduciendo confusión en las filas de las izquierdas. El 17 de febrero de 2003 Patrick Tyler reflexionaba sobre lo que estaba sucediendo en las calles del mundo en una columna en The New York Times: “Las enormes manifestaciones contra la guerra en todo el mundo este fin de semana son un recordatorio de que todavía puede haber dos superpotencias en el planeta: los Estados Unidos y la opinión pública mundial”.
“Mira a tu alrededor y verás un mundo en ebullición”, escribe el editor estadounidense Tom Engelhardt, editor de la página 'tomdispatch'. En efecto, diez años después del célebre artículo del Times, que dio la vuelta al mundo en ancas del movimiento contra la guerra, no hay casi rincón del mundo donde no exista ebullición popular, en particular desde la crisis de 2008.

Se podrían enumerar la Primavera Árabe que derribó dictadores y recorrió buena parte del mundo árabe; Occupy Wall Street, el mayor movimiento crítico desde los años sesenta en Estados Unidos; los indignados griegos y españoles que cabalgan sobre los desastres sociales provocados por la megaespeculación. En estos mismos momentos, Ucrania, Siria, Sudán del Sur, Tailandia, Bosnia, Turquía y Venezuela están siendo afectadas por protestas, movilizaciones y acciones de calle del más diverso signo.

Países que hacía décadas que no conocían protestas sociales, como Brasil aguardan manifestaciones durante el Mundial luego de que 350 ciudades vieran cómo el desasosiego ganaba las calles. En Chile, se ha instalado un potente movimiento juvenil estudiantil que no muestra signos de agotamiento y en Perú el conflicto en torno a la minería lleva más de un lustro sin amainar.

Cuando la opinión pública tiene la fuerza de una superpotencia, los gobiernos se han propuesto entenderla para cabalgarla, manejarla, reconducirla hacia lugares que sean más manejables que la conflagración callejera, conscientes de que la represión por sí sola no consigue gran cosa. Por eso, los saberes que antes eran monopolios de las izquierdas, desde los partidos hasta los sindicatos y movimientos sociales, hoy encuentran competidores capaces de mover masas pero con finas opuestos a los que esa izquierda desea.

Estilo militante

Desde el 20 hasta el 26 de marzo de 2010 se realizó en el departamento uruguayo de Colonia un “Campamento Latinoamericano de Jóvenes Activistas Sociales” (http://alainet.org/active/37263), en cuya convocatoria se prometía “un espacio de intercambio horizontal” para trabajar por “una Latinoamérica más justa y solidaria”. Entre el centenar largo de activistas que acudieron ninguno sospechaba de dónde habían salido los recursos para pagar sus viajes y estadías, ni quiénes eran en realidad los convocantes (Alai, 9 de abril de 2010).

Un joven militante se dedicó a investigar quiénes eran los Jóvenes Activistas Sociales que organizaban un encuentro participativo para “comenzar a construir una memoria viva de las experiencias de activismo social en la región; aprender de las dificultades, identificar buenas prácticas locales aprovechables a nivel regional, y maximizar el alcance de la creatividad y el compromiso de sus protagonistas”.

El resultado de su investigación en las páginas web le permitió averiguar que el campamento contó con el auspicio del Open Society Institute de George Soros, y de otras instituciones vinculadas al mismo. La sorpresa fue mayúscula porque en el campamento se realizaban reuniones en ronda, fogones y trabajos colectivos con papelógrafos, con fondo de whipalas y otras banderas indígenas. Un decorado y estilos que hacían pensar que se trataba de un encuentro en la misma tónica de los Foros Sociales y de tantas actividades militantes que emplean símbolos y modos de hacer similares. Algunos de los talleres empleaban métodos idénticos a los de la educación popular de Paulo Freire que, habitualmente, suelen emplear los movimientos antisistémicos.

Lo cierto, es que unos cuantos militantes fueron usados “democráticamente”, porque todos aseguraron que pudieron expresar libremente sus opiniones, para objetivos opuestos para los que los convocaron. Este aprendizaje de la fundación de Soros fue aplicado en varias ex repúblicas soviéticas, durante la “revuelta” en Kirguistán en 2010 y en la revolución naranja en Ucrania en 2004.

Ciertamente, muchas fundaciones y las más diversas instituciones envían fondos e instructores a grupos afines para que se movilicen y trabajen para derribar gobiernos opuestos a Washington. En el caso de Venezuela, han sido denunciadas en varias oportunidades agencias como el Fondo Nacional para la Democracia (NED por sus siglas en inglés), creada por el Congreso de Estados Unidos durante la presidencia de Ronald Reagan. O la española Fundación de Análisis y Estudios Sociales (FAES) orientada por el expresidente José María Aznar.

Ahora estamos ante una realidad más compleja: cómo el arte de la movilización callejera, sobre todo la orientada a derribar gobiernos, ha sido aprendida por fuerzas conservadores.

El arte de la confusión

El periodista Rafael Poch describe el despliegue de fuerzas en la plaza Maidan de Kiev: “En sus momentos más masivos ha congregado a unas 70.000 personas en esta ciudad de cuatro millones de habitantes. Entre ellos hay una minoría de varios miles, quizá cuatro o cinco mil, equipados con cascos, barras, escudos y bates para enfrentarse a la policía. Y dentro de ese colectivo hay un núcleo duro de quizás 1.000 o 1.500 personas puramente paramilitar, dispuestos a morir y matar lo que representa otra categoría. Este núcleo duro ha hecho uso de armas de fuego” (La Vanguardia, 25 de febrero de 2014).

Esta disposición de fuerzas para el combate de calles no es nueva. A lo largo de la historia ha sido utilizada por fuerzas disímiles, antagónicas, para conseguir objetivos también opuestos. El dispositivo que hemos observado en Ucrania se repite parcialmente en Venezuela, donde grupos armados se cobijan en manifestaciones más o menos importantes con el objetivo de derribar un gobierno, generando situaciones de ingobernabilidad y caos hasta que consiguen su objetivo.

La derecha ha sacado lecciones de la vasta experiencia insurreccional de la clase obrera, principalmente europea, y de los levantamientos populares que se sucedieron en América Latina desde el Caracazo de 1989. Un estudio comparativo entre ambos momentos, debería dar cuenta de las enormes diferencias entre las insurrecciones obreras de las primeras décadas del siglo XX, dirigidas por partidos y sólidamente organizadas, y los levantamientos de los sectores populares de los últimos años de ese mismo siglo.

En todo caso, las derecha han sido capaces de crear un dispositivo “popular”, como el que describe Rafael Poch, para desestabilizar gobiernos populares, dando la impresión de que estamos ante movilizaciones legítimas que terminan derribando gobiernos ilegítimos, aunque estos hayan sido elegidos y mantengan el apoyo de sectores importantes de la población. En este punto, la confusión es un arte tan decisivo, como el arte de la insurrección que otrora dominaron los revolucionarios.

Montarse en la ola

Un arte muy similar es el que mostraron los grupos conservadores en Brasil durante las manifestaciones de junio. Mientras las primeras marchas casi no fueron cubiertas por los medios, salvo para destacar el “vandalismo” de los manifestantes, a partir del día 13, cuando cientos de miles ganan las calles, se produce una inflexión.

Las manifestaciones ganan los titulares pero se produce lo que la socióloga brasileña Silvia Viana define como una “reconstrucción de la narrativa” hacia otros fines. El tema del precio del pasaje pasa a un segundo lugar, se destacan las banderas de Brasil y el lema “Abajo la corrupción”, que no habían estado originalmente en las convocatorias (Le Monde Diplomatique, 21 de junio de 2013). Los medios masivos también desaparecieron a los movimientos convocantes y colocaron en su lugar a las redes sociales, llegando a criminalizar a los sectores más militantes por su supuesta violencia, mientras la violencia policial quedaba en segundo plano.

De ese modo, la derecha que en Brasil no tiene capacidad de movilización, intentó apropiarse de movilizaciones cuyos objetivos (la denuncia de la especulación inmobiliaria y de las megaobras para el Mundial) estaba lejos de compartir. “Es claro que no hay lucha política sin disputa por símbolos”, asegura Viana. En esa disputa simbólica la derecha, que ahora engalana sus golpes como “defensa de la democracia”, aprendió más rápido que sus oponentes.

Raúl Zibechi, periodista uruguayo, escribe en Brecha y La Jornada y es colaborador de ALAI.


¿Pueden las derechas en México disfrazarse de izquierda en la guerrilla y la lucha social?

Pedro Echeverría V. | Rebelión.org
1. El artículo publicado por el periodista uruguayo Raúl Zibechi: “Derechas con look de izquierda”, me ha parecido muy interesante. Explica el escritor estrategias usadas por grandes magnates de la derecha (Soros entre ellos) para organizar movimientos contra gobiernos antiimperialistas del tipo Ucrania, Libia, Siria, Brasil, Venezuela, con el fin de desestabilizarlos o derrocarlos. La historia enseña que agentes policíacos, personal de la CIA, grupos encubiertos de derecha, desde hace siglos, han penetrado organizaciones y luchas de izquierda –como las guerrillas y movimientos clandestinos- con el fin vigilarlos, denunciarlos, encarcelarlos y asesinarlos. Casi todas las grandes luchas han sido destruidas por espionaje de agentes de la policía política.

2. Escribe Zibechi: desde la crisis de 2008 no hay casi rincón del mundo donde no exista ebullición popular: la Primavera Árabe que derribó dictadores y recorrió buena parte del mundo árabe; Occupy Wall Street, el mayor movimiento crítico desde los años sesenta en Estados Unidos; los indignados griegos y españoles que cabalgan sobre los desastres sociales provocados por la megaespeculación. En estos mismos momentos, Ucrania, Siria, Sudán del Sur, Tailandia, Bosnia, Turquía y Venezuela están siendo afectadas por protestas, movilizaciones y acciones de calle del más diverso signo. En Brasil, Chile, Perú, la gente protesta en las calles por diversos motivos, pero siempre cuidando los objetivos que se demandan.

3. Pareciera que cuando la opinión pública –escribe Zibechi- tiene la fuerza de una superpotencia, los gobiernos se han propuesto entenderla para cabalgarla, manejarla,

reconducirla hacia lugares que sean más manejables que la conflagración callejera, conscientes de que la represión por sí sola no consigue gran cosa. Por eso, los saberes que antes eran monopolios de las izquierdas, desde los partidos hasta los sindicatos y movimientos sociales, hoy encuentran competidores capaces de mover masas pero con fines opuestos a los que esa izquierda desea. Las demandas de las masas suelen manipularse cambiándolas de populares de izquierda para luego desviarlas a favor de la derecha. Y no es un cambio espontáneo sino ampliamente preparado con la utilización de mercenarios.

4. Poniendo un ejemplo del Brasil señala cómo en una manifestación la protesta contra las alzas de precio del pasaje pasa a un segundo lugar y se cambia las banderas de la marcha al lema “Abajo la corrupción”, que no habían estado originalmente en las convocatorias. Los medios masivos también desaparecieron a los movimientos convocantes y colocaron en su lugar a las redes sociales, llegando a criminalizar a los sectores más militantes por su supuesta violencia. En México se vio mucho en los cambios en el “Yo soy 132” después del proceso electoral de julio de 2012; incluso antes, cuando los estudiantes de Universidades o colegio privados ya no acudieron a los plantones y dejaron a los estudiantes de la UNAM que se encargaran de las tareas prácticas.

5. Recuerdo algunos cambios de pensamiento y declaraciones que se registraron en los tres meses (mayo, junio, julio) de 2012 en el movimiento estudiantil “Yo soy 132”. De entrada me causó mucha desconfianza que en Universidades y colegios privados haya nacido el movimiento “132” contra la manipulación de los medios de información encabezados por Televisa y contra Peña Nieto (candidato presidencial del PRI) impuesto por la televisora. ¿Por qué surgió de colegios privados y no de la UNAM y el Poli que son instituciones públicas? (En varios actos que realizaron en el plantón del Monumento a la Revolución y en conversaciones, pude constatar que casi todos los plantados pertenecían a la UNAM)

6. Los estudiantes que más tarde fueron perseguidos y reprimidos por Peña Nieto y el gobierno del DF fueron los izquierdistas de la UNAM y no de las universidades privadas que tanta publicidad tuvieron en mayo y junio. Incluso en algunos estados como Yucatán, concluidas las elecciones de julio y después que el derechista PAN declaró su reconocimiento a Peña, los estudiantes de colegios particulares o privados –como si les hubiesen dado una orden- desaparecieron automáticamente. En el caso mexicano los estudiantes de derecha no se disfrazaron ni fueron entrenados para movilizar masas; de antemano sabíamos que era la derecha que de pronto saltó pero luego se sometió a sus padres y a no aventurar su futuro.

7. Pero el planteamiento de Zibechi va más allá: demuestra cómo organizaciones pro imperialistas, ante el descontento que se incrementa en el mundo, buscan movilizar fuerzas de derecha con banderas indígenas, obreras, populares, para penetrar los movimientos con consignas parecidas a las de los izquierdistas para luego desvirtuar y controlar los movimientos. Por ello, los que llevamos décadas en estas batallas debemos permanecer vigilantes ante este tipo de provocaciones y exigir mayor conciencia crítica de los participantes a fin de que no sean simples masas que se muevan al ritmo de gobiernos, partidos, medios de información o iglesias. Dar la batalla contra la derecha reaccionaria es una tarea elemental.