México SA-Carlos Fernández-Vega
La recesión económica no viene como regalo en la cajita feliz” ni se incluye como fino detalle en las botellas de agua Perrier o Evian que con singular alegría consumen nuestros funcionarios (con cargo al erario). Tampoco surge de la nada, por casualidad, de un minuto a otro, y mucho menos brota sin avisar a nadie. Por el contrario, es un proceso que puntualmente notifica su grado de avance y potencialidad para que se tomen las necesarias medidas preventivas o, en el peor de los casos, las que permitan atenuar el impacto.
Lo anterior es elemental hasta para quienes toman un curso por correspondencia, pero ahora resulta que todo el mundillo financiero nacional y algunos organismos internacionales se dicen “sorprendidos” por el misérrimo comportamiento de la economía mexicana, y entre “sorpresa” y “sorpresa” (versión oficial) el país va directo a la parte más profunda del hoyo en el que se encuentra desde hace tres décadas, porque a estas alturas el poderoso “navío de gran calado” (Calderón dixit) ya ni picha, ni cacha ni deja batear.
¿Qué tipo de funcionarios tenemos? Por ejemplo, los del gobierno federal, el gobernador Ángel Aguirre Rivero y su cumbia pachanga, y el inenarrable alcalde de Acapulco no han perdido oportunidad para declararse “sorprendidos” por los devastadores efectos de Manuel y por el volumen de agua que se precipitó en buena parte del estado, al tiempo que enseñan su carta de impunidad: “avisamos a tiempo, siempre lo hacemos, pero nunca pensamos en la magnitud real de lo que se venía”. Resultado de la “sorpresa”: centenares de muertos, profundo deterioro social (en una entidad que es líder en esos menesteres) e incalculables pérdidas económicas. Y los huracanes, como la recesión, no salen de una caja de cereal.
Pues bien, ¿dónde están los genios tecnocráticos?, porque en materia económica el ambiente no es distinto, y ahora todos se dicen “sorprendidos” por el ostentoso deterioro, no obstante que desde hace más de un año en México de nueva cuenta se encendieron las señales de alarma, que los tradicionales focos amarillos cambiaron a naranja y de allí a rojo, que los principales centros de análisis advirtieron en tiempo y forma de lo que se cocinaba, y que no pocos colegas nunca quitaron el dedo del renglón. La cómoda respuesta oficial se limitó a que no pasaba nada, que en el peor de los casos se trataba de “desajustes pasajeros” y un “momento de debilidad de crecimiento”, por lo que “técnicamente no estamos en recesión”.
Y ahora que la nueva ola recesiva está tirando la puerta, viene la reacción de los funcionarios y amigos del régimen: “estamos sorprendidos por la caída económica”. Si atendemos las definiciones de la Real Academia de la Lengua encontramos que “sorprender” quiere decir “coger desprevenido”; “conmover, suspender o maravillar con algo imprevisto, raro o incomprensible”; “descubrir lo que alguien ocultaba o disimulaba”; “engañar a alguien aprovechando su buena fe”. ¿Cuál es la buena para los siempre ágiles funcionarios mexicanos”?
De lo publicado en estos días destaca que el Banco de México fue “sorprendido por la caída económica”; que “sorprende” al Fondo Monetario Internacional “la baja de México”, y que “sorpresivamente” la recesión “amenaza otra vez a México”. Los que ya no se sorprenden por la cómoda actitud de “sorpresa” de los funcionarios son los habitantes de este país, quienes han aprendido con sangre que a cada “sorpresa” corresponde una enorme factura que, quiéranlo o no, pagan con creces.
Sirva lo anterior para dar cuerpo a las “sorpresivas” noticias económicas, como aquella que advierte que “mientras la economía de Brasil muestra signos de recuperación, la de México ha sorprendido a la baja”, de acuerdo con la declaración del ex subsecretario de Hacienda Alejandro Werner, ahora en funciones de economista en jefe para el Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional, no sin antes mencionar que “las proyecciones de crecimiento de la economía de América Latina muestran un sesgo bajista para este año, pues el desempeño de la región se ha desacelerado de una manera importante en los últimos meses”, aunque aparentemente la única “sorpresa” ha sido la mexicana.
Apenas dos semanas atrás el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, que ya no siente lo duro sino lo tupido, orondamente declaró que “desde el punto vista de la definición técnica, México no está en recesión”, y que el país sólo afronta “un momento de debilidad de crecimiento” y un “escenario de desaceleración”, ligado, dijo, al bajo crecimiento económico estadunidense.
Pues bien, el pasado jueves la agencia especializada Reuters “sorpresivamente” aseguró que “la economía mexicana está en riesgo de caer en recesión”, mientras el Bank of America Merrill Lynch (BoA-ML) advirtió que “parece que el Banco de México fue tomado por sorpresa, dado que los pronósticos publicados en su reporte de inflación de agosto no incluían una desaceleración tan fuerte”, de tal suerte que “la economía mexicana mantendrá, incluso hasta el próximo año, una tasa de crecimiento inferior al potencial que tiene para desarrollarse… En las más recientes declaraciones del banco central, publicadas el viernes en la minuta de su última reunión de política monetaria, y también en una reunión que sostuvimos con un miembro de la junta de gobierno, aprendimos que el banco central ahora ve el crecimiento para 2013 considerablemente por debajo del pronóstico publicado en agosto, y también prevé que el crecimiento en 2014 estará por debajo de su pronóstico de agosto… Hay varias causas detrás de la desaceleración, pero las más importantes son la débil demanda externa y el bajo gasto público” (La Jornada, Roberto González Amador).
Así, de “sorpresa” en “sorpresa”, algunos tardíamente “descubrieron” lo que los mexicanos de a pie de tiempo atrás sufren en carne propia y que, para sus efectos, se traduce en menor empleo, peor ingreso y constante deterioro en su de por sí no abundante bienestar. Pero no hay de qué preocuparse, porque “técnicamente” el país no está en recesión (cuando menos no hasta el discurso de Videgaray ante el pleno de San Lázaro, el pasado 12 de septiembre).
Entonces, tranquilos que habrá más “sorpresas”.
Las rebanadas del pastel
¿Que en este país no hay cambio de paradigmas? ¡Mentira! Los habitantes de esta República de discursos ya no aspiran a ser como los noruegos (promesa de Felipe Calderón), sino que, gracias a Enrique Peña Nieto, a partir de ayer el prototipo será otro, porque “Suecia es un modelo al que aspiramos los mexicanos”. ¿Sorprendidos?
Fuente: La Jornada
Fuente: La Jornada