Fuente: La Jornada - El Correo Ilustrado
Desde el sur de California leo en los medios de
comunicación que en Siria hay armas químicas, que el gobernante (Assad)
las utiliza contra su pueblo y que Estados Unidos tiene la obligación
moralde intervenir para poder mantener la seguridad del mundo y, sobre todo, la seguridad de su nación, y así mantener la libertad y la democracia.
No estamos en 2003; no es el presidente George W. Bush quien dice
estas palabras, es el premio Nobel de la Paz, Barack Obama, quien
utiliza esa misma retórica para iniciar otra campaña bélica contra un
pueblo que no es nuestro enemigo.
Estamos ante una nueva y nefasta guerra, pero hoy en día con más
peligro de fallecimiento de inocentes con el uso de los nefastos aviones
no tripulados, los drones de la muerte. Nos dirán que esas
muertes colateralesserán necesarias para mantener nuestras libertades y democracia.
Veremos, una vez más, a familias de militares latinos, de clase
trabajadora pobre, llorar las muertes de sus hijos. Y a esos niños que
quedarán huérfanos recibir la bandera como símbolo de gratitud del
gobierno porque ese padre dio su vida por sus intereses, quizá sin
saberlo.
Han pasado más de 10 años desde aquel fatídico 27 de marzo de 2003,
cuando mi hijo, el tijuanense Jesús Suárez, murió por las mismas armas
de destrucción masiva que el gobierno sembró en Irak.
Han pasado muchos días de dolor en mi corazón, muchas lágrimas se han
derramado por la pérdida de aquel amoroso hijo y hoy parece que la
historia se repetirá en muchos hogares de gente sencilla y trabajadora
en este país, que hoy lucha por una reforma migratoria humanista e
integral.
Fernando Suárez del Solar, Escondido, California