Víctor Flores Olea - Opinión
Tenemos ya a la vista
las primeras reacciones nacionales e internacionales de la iniciativa
presentada por Enrique Peña Nieto y su gobierno sobre la reforma
petrolera, ya en manos del Legislativo para su votación. Por supuesto
resulta imposible ahora ofrecer un panorama mínimamente completo de la
recepción nacional e internacional que ha tenido su propuesta; tal será
sin duda uno de los aspectos más importantes del debate abierto, que irá
comentándose y precisando a medida que se desarrolle el proceso.
En lo nacional, como era obvio y esperado, el aparato político gubernamental se ha alineado plenamente a la propuesta presidencial, y no veremos aquí grandes disidencias. Nuestra política, más allá de excepciones que se presentaron sobre todo en el pasado, está hecha en torno al puño severo del presidente en turno. Las posibles diferencias se presentan más bien según las posibles distancias en el nivel de inteligencia e información de los servidores públicos que se expresan, y aquí encontramos diferencias que pueden ser apreciables.
En cuanto a la sociedad pronto se manifestaron diferencias radicales: para la extrema derecha la propuesta es incompleta e insuficiente porque no se trata lisa y llanamente de la privatización del petróleo y sus empresas, como lo hace el PAN también en su propuesta ante el Legislativo. No era necesaria la muestra del botón, por bien conocida. Sin embargo, un conjunto de indicios y antecedentes nos llevan a pensar que el PAN, a falta de algo mejor, alineará sus votos legislativos con el PRI para hacer triunfar la propuesta de Peña. Habrá, sin embargo, probablemente, algunos votos particulares disidentes precisamente quejándose de que Peña Nieto no llegó hasta el ideal privatizador del PAN. Cuestiones bastante obvias que seguramente el PRI tiene bien consideradas.
La propuesta cardenista del PRD –la otra presentada formalmente– representará al voto legislativo mayoritario de las izquierdas sin que conformen, ni de lejos, la mayoría necesaria para triunfar. La esperanza de la izquierda para frenar a Peña ha sido enfocada principalmente a la movilización o movilizaciones populares que pudieran desencadenarse para obstaculizar la propuesta presidencial. En el PRD tal apuesta es, digamos, moderada pero secreta, silenciosamente unida a la capacidad de Morena para lograr movilizaciones importantes, aunque esto no se diga en voz alta.
Es decir, la unidad real de la izquierda en esta cuestión de la reforma petrolera se dará y medirá en su capacidad de movilización en las calles, ya que en el plano de la argumentación parece cerradamente refractario el gobierno peñista. Y creo que es punto menos que imposible esta cuestión de medir o conocer de antemano la dimensión efectiva de la movilización popular contra la propuesta presidencial de la reforma petrolera. Ya que todo parece depender en efecto de su dimensión: movilización popular en las calles se producirá de todas maneras. Pero ¿será una movilización popular restringida a ciertos puntos urbanos del país o podrá considerarse como una movilización realmente nacional?
Lo planteo así porque solamente una movilización verdaderamente amplia, nacional y popular podría echar atrás la nueva fuerza del PRI que se manifiesta en los posibles votos electorales que obtenga la propuesta de Peña Nieto, pero también en su capacidad publicitaria y difusora, lo cual se ha venido ya observando de manera abrumadora. Además, deberá considerarse que la derecha y la extrema derecha del país, con todos sus recursos, está ya movilizada en favor de su propuesta de reforma petrolera.
En el plano internacional el anuncio de Peña, digamos de una
privatización restringida, causó un primer impacto favorable por los
antecedentes contrarios del caso mexicano; esa
privatización limitadahizo ver a la variada prensa internacional y de inversionistas de fuera que el caso y la tradición mexicana se modificaban y que eso había que verlo con beneplácito, que debería incluso orientar apoyos y beneficios al
valiente presidenteque tomaba tales riesgos.
Muy pronto, sin embargo, el entusiasmo de las primeras horas se tornó
en reservas. Por ejemplo, nos dice esta semana David Brooks en su
artículo de La Jornada: “Los empresarios y sus consejeros
inversionistas no han ocultado que, aunque están complacidos por el
impulso de la reforma energética, desean más que los contratos para
compartir riesgos y utilidades ofrecidos por México. Las grandes
petroleras prefieren obtener –o ‘compartir’– reservas, es decir, tener
propiedad no sólo de las ganancias potenciales sino del producto mismo”.
Una cuestión en juego es la posibilidad de las probables empresas
inversionistas en México de registrar el interés económico de los
contratos de riesgo compartido en la comisión de valores de Estados
Unidos (Securities and Exchange Commission, SEC), que les permitirían
convertir ese valor en volumen, mientras el Estado se mantiene como
pleno propietario. Es decir, hay una cuestión jurídica que ya analizan
los inversionistas y que consiste en lograr que las empresas que logren
los contratos con Pemex para
compartir utilidadessean considerados por esa comisión también como
reservasen sus estados contables.
Escribe el mismo Brooks: “Algunos analistas consideran positivo el
panorama. Aunque ellos (las empresas petroleras que entren) no sean
dueños de la reserva misma, pueden obtener un interés sintético en ella,
y eso les ofrece de facto un incremento en acceso, entonces
estarán extremadamente interesadas”, citando a David Gee, encargado del
sector de energía de Estados Unidos del Boston Consulting Group a la
cadena CNBC, quien agregó que las empresas pronto desarrollarán
estrategias sobre cómo
jugarcon las reformas y subrayó que “aun con estos cambios –mientras no sea una apertura completa del sector– son un cambio mayor, dada la historia y el contexto de la industria petrolera mexicana”.
Hay pues una cerrada discusión en proceso que se refiere por supuesto a la actual
propiedaddel petróleo mexicano, pero que alude inequívocamente a la catarata de presiones que aplicarán los grandes inversionistas que en el futuro puedan concurrir. Esto debe tomarse en cuenta ya en las decisiones que se tomen, y que deberían llevar a un rechazo de la propuesta Peña Nieto, precisamente por el peligro que representaría esa situación de presiones. En próximas entregas seguiremos examinando el problema.