CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Fidel Castro murió exactamente 60
años después de haber zarpado de Tuxpan rumbo a Cuba para intentar por
segunda vez dirigir una revolución. “Seremos libres o mártires”, dijo
varias veces.
La anhelada verdadera independencia nacional de Cuba era el
objetivo principal de los rebeldes, la cual se logró pero en medio de un
estado de guerra permanente. “Primero se hundirá esta isla en el mar
antes de ser esclavos de nadie”, exclamó Fidel ante su pueblo y el
mundo.
Con un solo decreto, Fidel Castro nacionalizó todas las empresas
estadunidenses que operaban en la isla como enérgica respuesta a los
actos de sabotaje llevados a cabo por la CIA. Estados Unidos había
empezado una guerra y Cuba no podía rendirse.
Después del fracaso del desembarco de Playa Girón, lo que se esperaba era una invasión norteamericana directa, la misma que había sido planeada para cuando los expedicionarios cubanos formaran un gobierno provisional en cualquier población remota de la isla. Por ello se emplazaron en Cuba misiles nucleares soviéticos. Al final, para evitar un catastrófico conflicto mundial, las dos grandes potencias (Nikita Jrushchov y John F. Kennedy) convinieron en que no habría invasión estadunidense a cambio del retiro de los cohetes, pero no se cancelaron el bloqueo y el asedio. Así, hasta ahora.
En todos estos años en Cuba no ha habido libertad de
asociación ni de prensa. Se trata de una muy sensible falta de derechos
fundamentales. La posición de Fidel Castro y sus compañeros consistió en
que Estados Unidos patrocinaría los medios de comunicación y los
partidos políticos. ¿Era esto cierto? A juzgar por la forma en que el
gobierno norteamericano agredía a Cuba, no tendría que haber duda de que
unos cuantos millones de dólares de más hubieran valido la pena para
comprar políticos y periodistas sacados de ser necesario hasta de abajo
de las piedras. Como ridícula paradoja, la “libertad de prensa” ha
llegado a Cuba mediante las frecuencias de Radio Martí que transmite
desde Florida el mensaje de otro gobierno, el de Washington. El problema
mayor fue sin embargo la falta de libertad de manifestación de ideas de
quienes estaban con la revolución. La férrea disciplina revolucionaria
eclipsó al pensamiento crítico. Esa es toda una historia.
Siempre que el gobierno de Estados Unidos emprendía una
agresión, Fidel respondía. Jamás se quedó sin actuar. “Señores
imperialistas: no les tenemos absolutamente ningún miedo”, decía un gran
letrero puesto enfrente de la oficina de intereses norteamericanos en
el malecón de La Habana. Pero, ¿cuáles eran los “intereses” de Estados
Unidos en Cuba si los ciudadanos de aquel país ya no tenían propiedades
en esa isla? La clase política estadunidense, algunas empresas
internacionales y una parte del exilio cubano siempre han buscado
revancha. Y en eso siguen a pesar de las relaciones diplomáticas
restablecidas por Barack Obama.
La influencia política de Cuba llegó a ser tan grande que se
conformó una corriente política latinoamericana, más allá del
guerrillerismo, con el sello de Fidel y el Che. Varios países y
movimientos que habían luchado y seguían luchando por su independencia y
su posterior autodecisión acudían al llamado del gobierno cubano. Fidel
convocó exitosamente a una conferencia tricontinental. La Habana era
uno de los centros de resistencia al imperialismo, el injerencismo, el
intervencionismo y la agresión que formaban y aún forman parte de la
política del gobierno de Estados Unidos. La exitosa defensa militar de
Angola ante al gobierno racista de Sudáfrica fue el lance de mayor
relevancia internacional de Cuba pero no el único. Por otro lado, dos
señaladas incongruencias de Fidel fueron su respaldo a la invasión de
Checoslovaquia (1968) y su justificación de la ocupación de Afganistán
(1979), ambas realizadas por la Unión Soviética: el interés de Estado
impidió la defensa de principios originales. Así andaban las cosas
entonces.
Fidel Castro era también un exponente del poder dictatorial.
Los políticos norteamericanos y no pocos de sus aliados en el mundo
entero, en primer lugar las criminales dictaduras en América Latina y
los grandes medios de comunicación, siempre presentaron al líder cubano
como un conspirador contra el “Mundo Libre”, lo cual era imposible
negar, pero también como un despiadado represor de su propio pueblo.
Nadie podría sostener que en Cuba no ha habido represión política, pues
sería casi el único país del mundo en carecer de dicho instrumento de
gobernanza, pero tampoco fue documentada la existencia de ejecuciones
por motivos políticos, torturas y encarcelamientos masivos, prácticas
características de gobiernos castrenses y de algunos otros de carácter
civil. En marzo de 1959, dos meses después del arribo de Castro Ruz al
poder, el presidente de México, Adolfo López Mateos, encarceló en un
solo día a cinco mil trabajadores ferrocarrileros que estaban en huelga,
cuyos líderes fueron mantenidos en prisión durante más de dos lustros.
Nueve años después, Díaz Ordaz masacró estudiantes en Tlatelolco ante el
completo soslayo de Cuba y de casi todos los demás gobiernos en aquel
mundo donde nadie admitía que en México había un sistema dictatorial o
por lo menos represivo. Pero lo había, sí.
Los problemas económicos de Cuba no se han debido siempre al
bloqueo estadunidense. Hace años publiqué en La Jornada un artículo
intitulado “¿Senilidad de la revolución?”, que contenía una crítica del
sistema económico de Cuba, por el cual recibí algunas majaderías de
parte de ciertos castristas dogmáticos con quienes era imposible
discutir el asunto en el marco de una mínima honradez intelectual de su
parte. Según ellos, había que sostener que el bloqueo era la causa de
todo problema, pues de lo contrario se le hacía el juego al
imperialismo. El tema de la economía está ahora en boca de todos en Cuba
mientras en el resto del mundo se esperan anuncios al respecto.
Hay muchos libros sobre Cuba y su líder. Cuando los archivos
se abran por completo otros autores podrán redactar la historia de esa
isla. Mas lo que no admite duda es que Cuba está adelante dentro del
Tercer Mundo en educación, vivienda, salud e igualdad económica, y que
siendo un país pequeño ocupó un relevante papel en el mundo, todo ello
bajo la dirección de un rebelde de nombre Fidel Castro.