El documento de la policía secreta que habla de los
incidentes del 22 y 23 de julio en La Ciudadela, entre las Vocacionales 2
y 5 y la Preparatoria “Isaac Ochoterena” es un informe de tipo
administrativo que no parece el inicio de algo. Levantado por el agente
anónimo de la lectura de un expendiente de la Delegación 7 de la policía
del DF, el informe sólo consigna: “Estudiantes de la Vocacional 2
ubicada en Tres Guerras y Enrico Martínez agredieron a estudiantes de la
escuela secundaria y preparatoria “Isaac Ochoterena” ubicada en Lucerna
No. 35. Que en la agresión salieron varios vehículos que estaban
estacionados en la vía pública con daños, habiéndose presentado a la
Delegación únicamente el Ing. Lenin Castillo Tejera con domicilio en
Puno No.
916, Col. Lindavista a presentar queja por daño en propiedad ajena por los daños a su automóvil Rambler Classic, modelo 1968, con placas 470EO del DF, y se inició con el acta 21169/68 contra quien resulte responsable y valuó sus daños en 1,500. Pesos”. El daño en propiedad ajena es lo que consigna el agente sin mayor preocupación por las consecuencias políticas. Y es que en este momento no existían. Había que construirlas con el discurso del delirio controlador que llegó a ver la reunión de tres estudiantes como un motín. El 22 de julio, día en que comenzó el 68 mexicano, la policía política consigna que la conspiración no existía; ni siquiera advierte que el nombre del quejoso es “Lenin”. Todavía no se revisan escrupulosamente los signos de intromisión, aún no se describe a los estudiantes como extranjeros, infiltrados, apátridas, armados, subversivos, sovietizados, manipulables. Al día siguiente, los granaderos allanarían las escuelas. Se creaba, así, al movimiento de 1968.
916, Col. Lindavista a presentar queja por daño en propiedad ajena por los daños a su automóvil Rambler Classic, modelo 1968, con placas 470EO del DF, y se inició con el acta 21169/68 contra quien resulte responsable y valuó sus daños en 1,500. Pesos”. El daño en propiedad ajena es lo que consigna el agente sin mayor preocupación por las consecuencias políticas. Y es que en este momento no existían. Había que construirlas con el discurso del delirio controlador que llegó a ver la reunión de tres estudiantes como un motín. El 22 de julio, día en que comenzó el 68 mexicano, la policía política consigna que la conspiración no existía; ni siquiera advierte que el nombre del quejoso es “Lenin”. Todavía no se revisan escrupulosamente los signos de intromisión, aún no se describe a los estudiantes como extranjeros, infiltrados, apátridas, armados, subversivos, sovietizados, manipulables. Al día siguiente, los granaderos allanarían las escuelas. Se creaba, así, al movimiento de 1968.
El día de la Marcha del Silencio
Desde el 11 de septiembre hasta la Marcha del Silencio, el
día 13, los informes son detalladísimos, se reproducen íntegramente las
intervenciones de Marcelino Perelló y Gilberto Guevara Niebla en una
asamblea del Consejo Nacional de Huelga y se siguen, escuela por
escuela, las discusiones en torno a las declaraciones del rector Barros
Sierra que pide el regreso a clases. El rumor que se consigna es
consistente en todas las asambleas: si no se regresa a las aulas, el
rector se verá forzado a renunciar. Lo que interesa a quien redacta la
pedacería de los informantes secretos es la posibilidad de que el
movimiento se esté dividiendo. Así lo constata su obsesión por
contrastar las opiniones de los líderes en sus escuelas. “Marcelino
Perelló manifestó que la publicación del rector mostraba el peligro en
el que se encontraba la universidad, ante la inminente renuncia del
mismo, por que si eso llegara a ocurrir, los estudiantes se encontrarían
solos y el Ejército intervendría irremediablemente, pero que eso no
terminaría con la lucha”.”Gilberto Guevara Niebla indicó que es
necesario efectuar una marcha en apoyo al rector por el interior de CU
para demostrarle que la comunidad universitaria está con él y que no
desea que renuncie”. “El Ing. Heberto Castillo solicitó a los presentes
acatar el llamado del rector”.
“En la Facultad de Medicina, Raúl Moreno Wonche y Enrique
Díaz criticaron al rector al que calificaron de “tibio” que ha querido
provocar un aliciente para aquellos grupos que intentan romper la
huelga”. “En la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Javier
Molina, Rey Trejo y Juan Felipe Leal manifestaron que el rector ha sido
un cómplice de un táctica que ha sido trazada por el gobierno, pero que
no es posible que el movimiento termine porque defraudaría a muchos
grupos de estudiantes, obreros, campesinos y profesores que lo apoyan”.
“En la Facultad de Derecho Roberta Avendaño y Jesús Rodríguez
calificaron al rector de “tibio y mediatizado” y que se le exija que
vaya al mitin de mañana a explicar su postura”. “En Filosofía y Letras
se realizó una asamblea con 400 personas presidida por Roberto Escudero
Castellanos y Carlos de Hoyos. Horacio Caballero dijo que el rector ha
sido un oportunista desde el inicio cuando encabezó una manifestación
estudiantil para tratar de ganarse a los estudiantes para llegar a la
silla presidencial pero que lo único que ha ganado es la silla
eléctrica”. “Roberto Escudero tildó de traidor al rector ya que enseñó
el cobre adhiriéndose a la política del Sr. Presidente Gustavo Díaz
Ordaz y su actitud puede ser un intento de dividir al movimiento”. “En
esta asamblea se notó la presencia de José Revueltas”.
El relato de 10 hojas a un espacio que describe la Marcha
del Silencio comienza con una sorpresa de quien lo reúne y escribe: “En
todo momento la marcha en sus distintos aspectos se llevó acabo en un
completo orden, mediante una atinada organización, amén de que se guardó
entre los integrantes de la manifestación absoluto silencio; varios
portaban telas adhesivas en los labios, así como festones negros en la
manga izquierda, color que también apareció en la mayoría de las mantas y
pancartas”. Uno no puede sino sentir pena por los estudiantes que, de
luto y en silencio, son vistos como enemigos. El informe detalla sobre
las “consignas más peligrosas” de la Marcha del Silencio: “Vamos
callados porque no nos quieren oír”; “Hidalgo también fue preso
político”; “Ante el silencio cómplice de los legisladores el silencio
acusador del pueblo”; “Crear uno, diez, cien Topilejos”; “Los
electricistas por la derogación del Art. 145”; “Los petroleros se
solidarizan con el movimiento estudiantil”; “Díaz Ordaz no tiendas la
mano, toma la Constitución y respétala”; “La Sociedad Protectora de
Animales se opone a la destitución de Cueto”; “Fui la Paloma de la Paz,
un Hermoso Pajarote, pero GDO me volvió un Zopilote”; “No luchamos por
la victoria, luchamos por la razón”.
El informe de la Marcha del Silencio retrata, a su pesar, a
una ciudadanía pacífica e indignada por los agravios del poder. El
último párrafo no deja lugar a dudas: “Se hace notar que al regresar
muchos manifestantes al lugar donde habían dejado sus vehículos frente
al Museo de Antropología, se encontraron con que muchos tenían los
vidrios rotos, llantas ponchadas y otras averías por lo que se reunieron
en número de 300 para protestar señalando lo negativo de dicha acción
por el Gobierno, diciendo que las llantas habían sido ponchadas con
bayonetas”.
El día final
No existen informes de octubre ni de noviembre de 1968.
Seguramente fueron destruidos. Se reanudan el primero de diciembre.
Callan sobre el 2 de octubre y la persecución feroz que sobrevino. El
primer párrafo de la reanudación de los expedientes disponibles es el
retrato de la derrota del movimiento: “Unos 50 delegados del IPN
acordaron levantar la huelga por unanimidad. El próximo martes se
retirarán las banderas rojinegras”.
Reducidos a pocos delegados en libertad y en activo, se los
describe ya sin calificativos. Quedaban ahí los muertos y los detenidos,
el júbilo y el horror. Y el poder pensó que archivándolo se moriría
para nosotros.
Fuente: Proceso
Fuente: Proceso