CIUDAD DE MÉXICO (apro).- A mediados de 2015, tras una
entrevista en su noticiero matutino de Radio Fórmula, Ciro Gómez se
lamentó porque la ausencia de Carmen Aristegui no se había traducido en
mayor rating para él o para otros programas radiofónicos. Al aire, Gómez
comentó que “Aristegui animaba la radio en las mañanas”.
¿Animaba?, me pregunté. Como si se tratara de un circo. No
tuve tiempo de decirle, pero Aristegui no “animaba” la radio. Su
programa de todas las mañanas en MVS marcaba agenda informativa y
representaba para millones de radioescuchas el único espacio de
contrapunto frente a decenas de noticieros en medios electrónicos
dominados por la uniformidad de la agenda gubernamental.
A un año de la abrupta expulsión de Carmen Aristegui y de su equipo
de MVS el panorama sigue siendo desolador para la radio informativa, y
una confirmación de que la censura –aún disfrazada de “conflicto entre
particulares”- nunca genera “ganadores”, mucho menos en el caso de una
periodista con una audiencia creciente y leal, que se ha distinguido en
estos cinco lustros por remar contra corriente en el mundo de los
concesionarios privados sometidos al gobierno.
A un año, es claro que perdimos todos y perdieron “ellos”. ¿Quiénes
son ellos? Los que fraguaron de manera burda, ridícula, anacrónica y
suicida esta forma de encubrir la venganza del peñismo por el reportaje
de La Casa Blanca de EPN, quizá la mejor pieza periodística en muchos
años en los medios electrónicos que tuvo el efecto de un iceberg en el
Titanic del gobierno federal.
Perdió MVS al enfrascarse en un pleito rudo, distinta y distinto a
aquellas maneras que simulaban apertura por parte de la familia Vargas.
Quizá ganaron en otro terreno de sus negocios, pero la credibilidad
perdida difícilmente se recupera.
Perdió el gobierno federal porque quedará marcado por este recurso
del método de “matar al mensajero” como si así se maquillara el mensaje.
El vocero presidencial Eduardo Sánchez, el secretario de Gobernación,
Miguel Angel Osorio Chong, el ex jefe de la Oficina de la Presidencia,
Aurelio Nuño, la primera dama Angélica Rivera y el mismo mandatario
Enrique Peña Nieto podrán simular que no tuvieron nada qué ver. Hasta
podrán lamentarse en público y en privado, pero nadie les cree. Ni ellos
mismos.
Nadie les cree porque la expulsión de Aristegui del cuadrante
radiofónico privado responde a su método, a su estilo y a sus huellas.
Durante tres años el peñismo se ha “vengado” de sus detractores y de sus
críticos, creyendo que así resolvían su severa crisis de legitimidad.
A un año, la percepción pública del gobierno de Peña Nieto no mejoró.
Su responsabilidad en el caso de corrupción y conflicto de interés de
la Casa Blanca es claro para la mayoría de los mexicanos. Con o sin
Carmen Aristegui al frente de un noticiero matutino el nivel de crítica
hacia el peñismo no ha aminorado. Ahí está el termómetro cotidiano de
las redes sociales que, hasta ahora, no han podido cancelar ni callar,
aunque ganas no les falten.
Perdieron Televisa y sus operadores. Por más que se hicieran al Tío
Lolo, las huellas del método Televisa para intrigar, presionar y
censurar están en todo el episodio de la expulsión y del litigio de
Carmen Aristegui en los juzgados capitalinos. Ellos conocen bien el
método porque se lo aplicaron a la misma Aristegui en la XEW y se lo
aplican a sus actuales periodistas y corresponsales (que no son lo mismo
que sus “conductores estelares”).
Perdieron los políticos mexicanos que convenientemente callaron la
censura o hicieron lo mínimo solamente para derramar lágrimas de
cocodrilo. Ahí murió también el Pacto por México y su retórica de
“democratizar” los medios de comunicación.
Perdieron los millones de mexicanos que día a día tomaban a Carmen
Aristegui como un referente creíble de la información. La escuchábamos
no sólo por empatía sino por rigor. Como cualquier medio de comunicación
o como nos sucede a los periodistas, la emisión matutina de MVS Radio
podía cometer errores o enfrascarse demasiado en un tema, pero se
distinguía porque era el único que lograba su cometido: generar polémica
y abrir las compuertas informativas, en un panorama dominado por la
cerrazón y la gacetilla al estilo López Dóriga y sus replicantes.
Minimizar la lealtad de las audiencias de Aristegui es un insulto
para los propios periodistas y medios mexicanos. Sin construir
audiencias ningún medio existe. Hoy no son los medios el mensaje, sino
las audiencias el mensaje. Y ese es el poder de Carmen y su equipo que a
un año del agravio social podrá resarcirse con la posibilidad de otro
espacio informativo que no le deba el favor a un concesionario, a un
político o a un empresario.
Este lunes 14 de marzo se difundirá a través de las múltiples
plataformas de internet y de las redes sociales una petición
#AristeguiTeQueremosAlAire. Es la demanda de las audiencias a quienes se
les conculcó su elemental derecho de defender y reclamar el retorno de
su espacio.
Con la expulsión de Aristegui se perdieron los “derechos de las
audiencias” reconocidos en la Constitución, pero violentados todos los
días por los gobernantes y concesionarios. Con su retorno al aire,
quedará claro que aunque todos hemos perdido, unos perdieron más que
otros en esta historia de la infamia que no se borrará en los tiempos
del peñismo.