Francia… y México

El mundo debe estar atento a no caer en el engaño de que, bajo el supuesto de ir en contra de quienes atentan contra la paz mundial, se menoscaben las libertades ciudadanas y de expresión de millones de personas, como ya se pretende hacer, pretextando el riesgo de ciberataques a los centros de información de las grandes potencias. Los países en vías de desarrollo no pueden consentir que en aras de un combate al terrorismo se dé luz verde para continuar con la ola de despojos a sus riquezas naturales y a la represión de sus movimientos sociales que han alzado la voz en desacuerdo con contrarreformas estructurales como las que ya padece México.
Estos anunciados estados de exclusión pueden ser usados para transgredir los derechos humanos fundamentales, como se pretendió hacer en México con la cancelada ley fayad que planteaba colocar una mordaza y una autorizada persecución policial a quienes hoy se expresan libremente en las redes sociales.
Debemos reconocer que del terrorismo de los grupos radicales del islamismo al “terrorismo” que en México han implantado los grupos de la delincuencia organizado, desde hace más de una década, con la complacencia del Estado, no hay mucha diferencia en cuanto a la crueldad y a los efectos negativos que han tenido en poblaciones enteras.
Se habla de que por la violencia desatada en países como Irak y Siria, miles de personas han sido desplazadas de sus lugares de origen, pero ¿qué no acaso en México viene sucediendo lo mismo desde hace varios años? La misma ONU ha reconocido que los miles de desplazados hacia el interior de nuestro territorio nacional y otros tantos que han emigrado a Estados Unidos son víctimas directas del narcotráfico y la delincuencia organizada, como cruento resultado de un país donde la clase política ha sido rebasada por el creciente poder de los cárteles de la droga.