sábado, 3 de octubre de 2015

Cuando el 2 de Octubre hizo suyo Ayotzinapa

2 octubre 2015 Arturo Rodríguez García | Proceso
MÉXICO, D.F. (apro).- Hace poco más de un año un grupo de estudiantes normalistas boteaba para hacer suyo el reclamo de impunidad por la masacre estudiantil de 1968, viajando a la marcha del 2 de octubre en la Ciudad de México. Desde entonces, 43 de ellos desaparecieron. Hoy, la marcha del 2 de octubre de 2015 hizo suyo el reclamo por ellos. El Comité 68, los integrantes del Comité Nacional de Huelga, es decir, los sobrevivientes de la matanza, sus familiares y amigos, que hace 47 años salieron a las calles y fueron reprimidos, salieron una vez más, incorporando en sus mantas, cartelones y consignas la demanda de justicia por lo ocurrido a los estudiantes de Ayotzinapa.

Los jóvenes de 1968 son ahora hombres y mujeres encanecidos. Ellos de calvicies brillantes, o abundante barba y muchos en jeans no muy desgastados. Ellas también maduraron, algunas en sus prendas de confección artesanal a las que sobrepusieron su playera que las identifica. Todos llevan un deliberado andar lento, hoy entre 60 y 70 años de edad, ponen a prueba su resistencia física para un trayecto que bajo el sol otoñal parece interminable.

El contingente, en la escena del crimen cometido contra ellos y sus cogeneracionales, encuentran espacio para una nota de alegría, por el gusto de volver a verse, pero hay momentos en que los rostros se tornan sombríos, cada año más diezmados desde que hace casi cinco décadas eran universitarios.


“Aquí anduvimos; aquí andamos y aquí andaremos”, declara el cartelón de una mujer del Comité 68 que, poco después de las cuatro de la tarde, va formando un contingente compacto para encabezar la marcha abarcando lo ancho del Eje Central, con su ya legendaria manta “2 de octubre no se olvida”, a la que añadieron “justicia” y “Ayotzinapa”.

Ellos son la vanguardia que marca el ritmo de la manifestación, salen de la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, el lugar en que ellos y sus compañeros vivieron una noche de horror, un día que recuerdan y por el que reclaman a un país que no les hizo justicia.

Detrás de ellos van aquellos sobreviviente de la matanza del Jueves de Corpus en 1971, las víctimas directas y las indirectas que también exigen justicia por Ayotzinapa. Sesentaiocheros y setentaiuneros registran en sus mantas el crimen contra los estudiantes más reciente: Ayotzinapa. A ellos que les faltaban tantos, ahora también les faltan 43.

Cachunes y huelumes quedan rezagados, porque este año la marcha cedió el tercer puesto a los normalistas guerrerenses, a los miembros de la Federación de Estudiantes Socialistas de México que han llegado de distintas partes del país, pero la entonación, el armónico acento del castellano guerrerense, se impone en la vieja consigna que hoy cobra el mismo sentido en ellos, como lo ha cobrado con quienes van a la vanguardia:

“¿Por qué nos asesinan, si somos la esperanza de América Latina?”.



Fortificación del centro

El centro histórico capitalino y sus alrededores cambiaron hoy el esplendor de sus palacios y las fachadas de edificios colosales para lucir la arquitectura plana y gris de la fortificación temporal.

El hombre del megáfono es persistente en su arenga desde el camión con equipo de sonido: 2 de octubre de 1968; 10 de junio de 1971; 26 de septiembre de 2014. No es el único, a través de la marcha, varios contingentes, en especial de la UNAM, destacan la misma cronología.

La presencia policiaca es casi imperceptible cuando la vanguardia de la manifestación llega por Eje Central a las inmediaciones del Palacio de Bellas Artes, también fortificado. Si acaso, unos agentes de civil reportan por radio el avance y las condiciones de la marcha que por lo demás es prolífica en insultos al presidente Enrique Peña Nieto, pero no hay actitud violenta de los contingentes universitarios.

“Compañeros de Políticas: son la conciencia política de la UNAM y no los oigo”, grita una joven en el primer contingente universitario que responde con un estruendoso cachún.

Algunos, muy creativos, llevan disfraces de militares con rostro óseo; el luchador motociclista del SME, que a cada parada se convierte en objetivo de cámaras de teléfono celular; mantas con dibujos de refinada elaboración, entre las que destacan por tamaño y color las del Frente Popular Francisco Villa Independiente; batucadas de muchachos con look de Bob Marley; pintas callejeras de jóvenes embozados que no sólo escriben consignas sino que han llevado el ‘stencil’ a la protesta por los 43 de Ayotzinapa, en rostro de peinado punk que se reproduce por las paredes y la vallas metálicas.




“Presos políticos”

Concentración de numerosas causas, la marcha del 2 de octubre no sólo reivindicaba Ayotzinapa. Al menos tres contingentes, exhibían pancartas pidiendo libertad por “Simitrio”, el dirigente social poblano detenido en diciembre pasado; llaman a pedir libertad por los presos políticos en otros casos, e inclusive, algunos de los detenidos, procesados y exonerados por los hechos del 2 de octubre de 2013 participaron en la protesta haciendo eco de los detenidos en marchas a los que también consideran “presos políticos”.

Ellos, los de las pintas, son seguidos por una turba de fotógrafos a los que expresan su desdén arrojándoles botellas de agua y algún otro objeto. Si como dice el emblema que llevan en mantas y prendas de vestir, son anarquistas, es claro que no les gustan los periodistas.

Aun así, hasta el Zócalo, la marcha no registraba ningún incidente relevante.



La confrontación

Una grabación se empezó a escuchar en los altavoces de Palacio Nacional. En ella se declaraba el respeto a la manifestación pacífica pero se llamaba a no incurrir en actos de violencia. Ofrecía canalizar problemáticas a través de instancias competentes y se repetía, una y otra vez, fundiéndose con los discursos y proclamas.

Al ingresar el último contingente a la plancha del Zócalo, las formaciones de granaderos recorrían las calles aledañas para evitar la salida por calles no indicadas. El Comité 68 intentaba desarrollar su tradicional mitin, pero la confrontación entre los embozados y los granaderos empezó a desperdigar a los contingentes, que corrían en busca de una salida antes de que los alcanzara algún enfrentamiento. Así, la concentración empezó a disminuir de manera notoria.

La atención seguía en la contienda que no alcanzaba a desarrollarse a plenitud, pues los granaderos sólo amagaban con aproximarse y los embozados corrían buscando refugio entre los participantes del mitin. Los gases lacrimógenos empezaron a dispersarse sin llegar a la concentración ajena a las escaramuzas.

Algunos intentos por llamar al orden fueron infructuosos para los oradores que, para concluir, pidieron cantar “Venceremos” y piden a los manifestantes salir por la calle 5 de Mayo, hasta el metro Hidalgo.

Así lo hicieron los que quedaban, mientras que la confrontación avanzaba con el despliegue de policías federales para custodiar Palacio Nacional; de policías capitalinos para sellar todas las calles y avenidas adyacentes y forzar la salida por 5 de Mayo.

“Están haciendo un barrido del Zócalo”; “no corran, no corran”; “no caigan en la provocación”, eran algunas de las expresiones que se escuchaban en los últimos megáfonos mientras la Plaza de la Constitución quedaba sola.

La confrontación seguiría hasta la Alameda, pero para entonces el mitin había concluido y la agenda de actividades del Comité 68 llegaba a su fin, como estaba planeado, alrededor de las 19:00, con tres pronunciamientos:

Reabrir el expediente del 68, juicio a Luis Echeverría y justicia por Ayotzinapa.

Fuente: Proceso