lunes, 24 de agosto de 2015

El peso

León Bendesky - Opinión
El peso se ha depreciado más de 14 por ciento frente al dólar en su cotización oficial en lo que va del año. Las reservas internacionales han disminuido más de 8 mil millones de dólares en el mismo periodo.
Se han considerado diversas causas de la depreciación de la moneda, entre ellas sobresalen el bajo precio del petróleo, el alza eventual de las tasas de interés en Estados Unidos, la debilidad de la economía china y, en general, las perspectivas de poco crecimiento a escala internacional.

Para intentar contener la devaluación el banco central ha aumentado la oferta de dólares en el mercado. Entre el primero de julio y el 21 de agosto el dólar ha subido de precio de 15.73 a 16.91 pesos. El valor en ventanilla supera 17.20 pesos por dólar. La demanda supera a la mayor oferta en las subastas. Nadie puede prever hasta dónde puede bajar el peso.
Esto no debe sorprender. Toda vez que un banco central anuncia que va a defender el valor de la moneda, la especulación crece y se pierden las reservas. Es como una llamada de la corneta para que inicie la cacería de la zorra. Esto ha pasado en México varias veces, 1982 fue un caso muy notable.
Los más de 8 mil millones de dólares de reservas usadas no han servido prácticamente para nada. A la paridad actual ese monto representa más de 140 mil millones de pesos. Al comienzo de este año el gobierno recortó el gasto presupuestado en más de 124 mil millones de pesos, equivalentes entonces a 0.7 por ciento del valor de la producción. Para ponerlo en perspectiva, el gasto en pensiones de organismos y empresas públicas presupuestado para este año es de 3 por ciento del producto.
La merma de las reservas no es una cantidad irrelevante y seguirá aumentando. Hay expertos que sostienen que no tiene consecuencias. Pero claro que las tiene.¿Para qué se trata de sostener el valor del peso?
El banco central ha dicho que la devaluación no ha impactado hasta ahora a los precios. Eventualmente el mayor precio de las importaciones será trasladado al consumidor. Se trata de cuánto están dispuestos a aceptar de pérdidas los importadores.
Otro asunto asociado al anterior es cómo se comportará el gasto interno en consumo e inversión, si se mantiene apocado habrá menos presión sobre los precios pero también un menor nivel de producción y empleo.
Por el lado de las exportaciones hay también expertos que sostienen que el solo cambio de los precios relativos de lo que se exporta e importa es suficiente para que el mercado se ajuste. Esto representa un entendimiento muy ortodoxo y cuestionable del comportamiento del mercado y de la flexibilidad con la que las empresas en el país responden a los cambios de la demanda.
Muchos de los precios de los productos que se exportan están fijados en dólares (petróleo y buena parte de la producción automotriz y electrónica). Es cierto que los componentes nacionales se abaratan, pero su demanda final depende de las compras en Estados Unidos y no tiene suficiente fuerza para jalarla. En el caso del turismo, gran parte se cotiza en dólares y el gasto del turista extranjero en pesos no va a aumentar sino que con la misma cantidad de dólares adquirirá más bienes y servicios. No puede pensarse que el solo abaratamiento del costo de los servicios de turismo compense la inseguridad reinante en buena parte del país.
Esto no significa que la devaluación no pueda aprovecharse, pero para ello se necesitan medidas muy específicas para que las empresas reaccionen en cuanto a la capacidad de sustituir importaciones y exportar más. Esto no ocurre de modo automático y tiene que ver con cuestiones productivas, tecnológicas y de financiamiento. No son visibles las medidas de ajuste que desde el gobierno hagan más productivas a sectores diversos de las pequeñas y medianas empresas. Debe haber sin duda un mejor uso de las reservas que malgastarlas en una defensa poco útil del peso como la que está ocurriendo.
Por el lado de los inversionistas extranjeros que compraron deuda pública, trajeron dólares y los convirtieron a pesos, al salir quieren hacer la operación contraria y tener dólares. Si se trata de recompensar esas inversiones frenando la depreciación, es un pésimo negocio para el país. Esas inversiones han ganado mucho dinero en México con la diferencia de las tasas de interés –más altas en pesos que en dólares desde 2009– y ahora ya no es negocio. Tendrían que absorber sus pérdidas.
Para los consumidores y la mayor parte de las empresas la devaluación representará un costo significativo. Para el gobierno habrá una ganancia pues lo que se exporta de petróleo, aunque el precio haya caído y con ello los ingresos que se derivan de Pemex sean menores en casi 30 por ciento en el año, representan una mayor entrada de pesos mientras más se deprecia la moneda. Hay pues una redistribución de las pérdidas y ganancias entre el sector privado y el gobierno que debe ser considerada expresamente.

Fuente: La Jornada - Opnión