Julio Hernández López - Astillero
El mapa de riesgos
sociales tiene más focos rojos que nunca. No hay entidad ni región donde
no haya conflictos enconados ante los cuales las autoridades (de todos
los partidos y niveles de gobierno) mantienen actitudes a la defensiva,
irresponsablemente indolentes, con evidentes signos de atadura a
esquemas de corrupción y a ineficacia operativa acumulada.
El catálogo de la irritación colectiva tiene ciertos casos muy
notables y difundidos (que a pesar de su amplia exposición pública
tampoco tienen la debida atención ni resolución adecuada), pero a lo
largo del país hay infinidad de protestas y disidencias casi
desconocidas a escala nacional, menospreciadas por los medios locales de
comunicación, que usualmente están bajo control férreo de gobernadores y
presidentes municipales, las cuales dan cuenta de que el llamado
pacto sociales letra muerta y que la falta de concordancia entre las cúpulas directivas y la base popular alienta movilizaciones y activismo proporcionales en su textura combativa a la zafiedad de la institucionalidad fallida.
Miguel Ángel Mancera se reunió ayer con dirigentes perredistas en el
edificio central del gobierno capitalino para analizar la dividida
situación de la izquierda en el Distrito Federal, mientras miembros de
Morena desarrollaban en la explanada de la Plaza de la Constitución una
caminata que dijeron duraría veinticuatro horas, para denunciar que
Mancera y su administración se metieron ilegal e ilegítimamente en los
pasados comicios para beneficiar al sol azteca.
Para confirmar su injerencismo tan sabido, Mancera estuvo en su
oficina con Luis Miguel Gerónimo Barbosa Huerta, el presidente de la
mesa directiva del Senado que antes fue miembro de Nueva Izquierda, la
corriente dominada por los Chuchos, y ahora navega con bandera distinta,
propia, pero con el mismo estilo nauseante de las negociaciones
grupales ventajosas y el apego a los poderes en turno. Además, estuvo el
también senador perredista Armando Ríos Piter, quien se excusó extraña y
chambonamente de ser candidato a la gubernatura de Guerrero, con lo
cual dejó tambaleante a su partido (que hubo de improvisar a Beatriz
Mojica como abanderada) y el camino libre al PRI que así impuso a Héctor
Astudillo como sucesor de Rogelio Ortega (sucesor interino, a su vez,
de Ángel Aguirre). Ambos, Barbosa y Ríos Piter, tienen una cercanía
marcada con Los Pinos, no sólo en términos de acompañamientos y otros
protocolos en los cuales suelen aparecer flanqueando a Peña Nieto, sobre
todo el primero.
En mangas de camisa amarilla y con pantalón oscuro (oh, sí,
los colores del partido al que no se ha afiliado, pero al cual mangonea
abiertamente en la capital del país), Mancera dialogó durante una hora
con los senadores perredistas que han solicitado una
limpiaen el gabinete del jefe del Gobierno capitalino, pues asumen que la derrota electoral del Domingo Negro y Amarillo en la ciudad de México se debió a maniobras internas, a fuego amigo del que culpan especialmente al secretario de gobierno, Héctor Serrano, y a la secretaria de desarrollo social, Rosa Icela Rodríguez.
De Serrano es conocido el papel de comandante en jefe partidista y
electoral que asumió en los meses recientes, dedicado abiertamente a
promover o vetar a aspirantes a cargos por la vía perredista y a
suministrarles recursos y apoyos por diversas vías, algunas incluso
legales. Serrano es un operador marrullero que se ha convertido en mano
política derecha de Mancera a causa de la inexperiencia de éste y al
desapego que muestra respecto a los
problemasen general, dejando las presuntas soluciones en manos de sus subordinados, que así acaban haciendo lo que quieren. En el caso de Serrano, es probable que haya razones suficientes para pedir su remoción, como lo han hecho Barbosa y Ríos Piter, pero no sólo por los resultados electorales recientes (que fueron desastrosos para Mancera y su
corriente, Vanguardia Progresista, y para el PRD en general), sino por una ejecución política que en general ha sido deficiente y llena de puntos oscuros.
En el caso de Rosa Icela Rodríguez las circunstancias son diferentes.
Alguien podría suponer que la mejor prueba de un manejo no faccioso de
los recursos capitalinos dedicados al desarrollo social sea que las dos
principales partes en pugna la acusan por igual de favorecer a una o a
otra. Los perredistas consideran que el manejo de la política social
favoreció a Morena y los directivos de este partido aseguran que los
triunfos del PRD se debieron a favores institucionales relacionados con
el desarrollo social. Hasta ahora, a diferencia de la generalizada
percepción adversa al turbio Serrano en su secretaría de gobierno, la
política social del GDF parece ser uno de los puntos más destacados de
su administración (política social que no deja de ser la continuidad,
mejorada, de la que estableció en su momento Andrés Manuel López
Obrador), aun en medio de las turbulencias electorales.
Y, mientras pasantes de medicina, estudiantes y profesionistas
titulados protestan este lunes 22 en oficinas de salud pública de todo
el país, por las circunstancias de abandono y explotación en que se
mantiene a quienes desde esa rama del conocimiento ejercen su servicio
social (en Twitter se han agrupado los comentarios y denuncias en la
etiqueta #NiUnPasanteMas), ¡hasta el próximo lunes, dejando constancia
de que la famosa Ley Conagua, por lo pronto, no va!
Fuente: La Jornada - Opinión
Fuente: La Jornada - Opinión