MÉXICO, D.F. (Proceso).- Aquí va una petición para quienes lean este
texto, para quienes quieran participar, para quienes deseen ser
ciudadanos de cuerpo entero, para quienes todavía creen que es posible
cambiar al país. Vayan a la página de Change.org y busquen el manual
para presentar una demanda individual contra la decisión de haber
quitado a Carmen Aristegui del aire. O vayan al sitio
EnDefensaDeAristegui.wordpress.com. Llenen el
formulario para sumarse a un amparo individual para proteger sus derechos como audiencia. Y el motivo para hacerlo es porque todos los días Carmen Aristegui defendía derechos que muchos mexicanos ni siquiera saben que tienen, ni entienden que ella trabajaba para protegerlos. En su programa hubo investigaciones imprescindibles, podredumbre evidenciada, corrupción aireada, año tras año de periodismo profesional.
formulario para sumarse a un amparo individual para proteger sus derechos como audiencia. Y el motivo para hacerlo es porque todos los días Carmen Aristegui defendía derechos que muchos mexicanos ni siquiera saben que tienen, ni entienden que ella trabajaba para protegerlos. En su programa hubo investigaciones imprescindibles, podredumbre evidenciada, corrupción aireada, año tras año de periodismo profesional.
Pero habrá que llenar el formato también porque entraña la defensa de
nuestros derechos. El derecho a la libertad de expresión. El derecho a
que los ciudadanos sean un contrapeso al poder que en México se comporta
–cada vez más– de forma impune. El derecho a descubrir la verdad,
caminando sobre un terreno sembrado con mentiras. El derecho de las
audiencias a contar con un periodismo independiente, autónomo, crítico.
El derecho a recuperar ese reducto de libertad que representaba la
Primera Emisión de MVS Noticias.
La defensa de la libertad en un país donde es un bien asediado no es
una labor sencilla; al contrario. La saga –ahora conocida– que Carmen
Aristegui vivió con MVS desde el reportaje de la Casa Blanca lo
constata. Entraña defender el derecho de evidenciar incluso aquello que
es tachado como “desestabilizador” o incómodo para el gobierno. Y por
eso habrá que organizarnos para pelear por Carmen Aristegui y la
recuperación de sus espacios. Porque son los nuestros como audiencia.
Porque a nosotros, como beneficiarios de su trabajo nos corresponde
construir una defensa robusta de la libertad de expresión, del
pluralismo, de la necesidad de ser irreverentes y retadores. Nos
corresponde apuntalar la práctica diaria de la libertad. Ponernos de
pie, protestar, y como pido hoy: sumarnos de manera individual a un
amparo para proteger nuestros derechos como audiencia.
Hoy toca, como hubiera dicho Germán Dehesa, reclamar que de forma
unilateral y obligatoria MVS decidió eliminar de su plataforma el
programa radiofónico “Noticias MVS Primera Emisión con Carmen
Aristegui”. Violó con ello nuestro derecho humano a la libertad de
pensamiento y a recibir informaciones e ideas y contenidos que reflejan
el pluralismo ideológico, político, social y cultural del país. Hoy toca
reclamar que eso vulnera nuestros derechos humanos contemplados en la
Convención Americana sobre los Derechos Humanos, en la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos y en la Ley Federal de
Telecomunicaciones. Hoy toca reclamar que no obstante la franca
violación a nuestros derechos como audiencia en términos de la Ley
Federal de Telecomunicaciones, el Instituto Federal de
Telecomunicaciones ha sido omiso en actuar conforme al imperativo legal
que tiene para vigilar y sancionar en materia de defensa de las
audiencias.
Hoy toca decir que tenemos un “interés legítimo” protegido por la Ley
de Amparo. Decir que MVS Radio –al tratarse de un medio de
radiodifusión que es un servicio público de interés general conforme al
artículo 2º de la Ley Federal de Telecomunicaciones– difundía temas de
interés público que otros medios de comunicación no difundían. Por ello
teníamos acceso a información que no se obtenía ni se obtiene en otro
lugar. Información como que el padre Maciel era un pederasta. O que
Emilio Gamboa negociaba legislación en el Senado con un protector de
pederastas. O que Mario Marín celebró darle un “coscorrón” a Lydia Cacho
con botellas de cognac. O que Cuaúhtemóc Gutiérrez de la Torre estaba
al frente de una red de prostitución financiada por el erario. O que la
primera dama “compró” una casa a nombre de un contratista, beneficiario
de multimillonarias licitaciones públicas. O que la Casa Blanca, que
Angélica Rivera prometió vender, ni siquiera ha sido desocupada. Si
alguien todavía cree que los cercos a la libertad de expresión están
creciendo, que escuche la radio desde la salida de Carmen Aristegui.
Parafraseando a Orwell, el papel del periodismo es ofender al poder.
Todo lo demás son relaciones públicas.
Lo que está en juego entonces en este juicio de amparo –al cual los
invito a que se sumen– es la vulneración a nuestros derechos humanos y a
nuestros derechos como audiencia. La Constitución lo dice: “Toda
persona tiene derecho al libre acceso a información plural y oportuna,
así como a buscar, recibir y difundir información e ideas de toda índole
por cualquier medio de expresión”. De la misma manera la Ley Federal de
Telecomunicaciones establece los derechos de los usuarios de
telecomunicaciones y de las audiencias, así como los mecanismos para su
protección. Mecanismos que las autoridades correspondientes cómodamente
han ignorado desde el despido intempestivo de Carmen.
Hoy toca argumentar que es inaceptable en una democracia que un
concesionario –con el pretexto de ser el titular de la concesión que el
Estado le otorgó a cambio de una contraprestación– condicione, censure y
controle los contenidos que las audiencias reciben. De allí que quienes
hemos sido colaboradores de Carmen desde hace años, solicitamos que los
ciudadanos conscientes de sus derechos y dispuestos a pelear por ellos,
se unan individualmente a este amparo. Para que se nos conceda la
suspensión provisional, y en su momento, la suspensión definitiva. Para
el efecto de que se restablezca la trasmisión del programa radiofónico
“Noticias MVS Primera Emisión con Carmen Aristegui”, en las mismas
condiciones en las que se encontraba, con su mismo titular, con el mismo
equipo de periodistas, investigadores y reporteros. Más libres que
nunca.
Hoy toca reclamar que el verdadero “Mover a México” entraña el
desmantelamiento del viejo sistema autoritario y la defensa de nuevas
prácticas democráticas. Implica el fin de las viejas reglas y el
principio de los nuevos códigos de conducta para los ciudadanos y los
radioescuchas. Implica enterrar el viejo sistema para que no resucite.
Esas tareas fracasarán si quienes escuchaban a Carmen Aristegui
simplemente apagan la radio y se dan por vencidos. Fracasarán si
permitimos que los responsables del sistema autoritario, cuyos resabios
aún padecemos, cierren espacio por espacio, violen derecho tras derecho.
Hoy toca –a través de este amparo– formar un frente unido contra el
regreso del pasado. Una coalición ciudadana para mantener los ojos bien
abiertos. Para no bajar la guardia. Para enfrentar a aquellos que
quieren volver a la intimidación, a la corrupción, a la censura. Para
evitar que la democracia imperfecta tenga una vida corta y una muerte
predecible. Para evitar el silencio que escuchamos todos los días de 6 a
10 de la mañana.
Hoy toca creer que México puede ser distinto si nos organizamos.
Hemos perdido la costumbre de imaginarlo, hemos perdido las ganas de
concebirlo. Nos han dicho que lo nuestro es callar, obedecer,
agacharnos, aceptar que todo conflicto que vulnera a la democracia es un
“tema entre particulares”. Adquirimos el horrendo del despojo
permanente como hemos padecido con el fin del programa de Carmen
Aristegui. Pero con fecha de hoy, México puede ser diferente. La tarea
es enorme y nos incluye a todos: hoy ese México de derechos de las
audiencias puede ser visible si ustedes, ciudadanos en ciernes,
contribuyen a que sea así. Nosotros –los miembros del equipo de Carmen–
estamos dispuestos a trabajar con más ánimo que nunca en el único lugar
que conocemos, frente a las palabras, frente al micrófono y afiliados al
único partido que conocemos: el de nosotros.
Fuente: Proceso
Fuente: Proceso