jueves, 23 de abril de 2015

Austeridad: plato de lengua / El "cinturón", una vez más / Decretos, 5; resultados, 0

Carlos Fernández-Vega / México SA
Por enésima ocasión los mexicanos han sido enterados de que deberán ajustarse a una nueva realidad económica y que, en consecuencia, el siempre eficaz gobierno de la República se apretará el cinturón, con el fin de ser capaz de hacer más con menos, aunque en los hechos sea exactamente al revés.

La mejor calculadora del mundo sería incapaz de sumar el número de ocasiones en las que, cuando menos a lo largo de las últimas tres décadas, el gobierno federal ha prometido apretarse el cinturón y aplicar una austeridad propia del régimen republicano. En cambio, resulta extremadamente sencillo obtener la respuesta sobre las veces en las que la presunta autoridad ha llevado su promesa a la práctica: nunca.
Desde la llegada de Miguel de la Madrid a Los Pinos, los mexicanos no han dejado de ajustarse a una nueva realidad económica, en medio de abundantes discursos (ni en eso ha sido austero el gobierno federal) sobre la urgencia de apretarse el cinturón, hacer más con menos y ser más eficientes para así estimular el crecimiento y el desarrollo. Lo anterior, desde luego, aderezado con un sinnúmero de programas y decretos de austeridad que nunca se llevan a la práctica, pero que siempre se anuncian en monárquicas presentaciones en vivo y a todo color. ¿Resultados?: ninguno.
Ahora sube a la palestra el famoso cuan resultón secretario de Hacienda, Luis Videgaray, para anunciar que los recortes presupuestales para disminuir el gasto gubernamental serán por varios años, porque el futuro de la economía nacional e internacional es incierto, los precios del petróleo se mantendrán bajos y se observará alta volatilidad en el tipo de cambio. Por ello, dijo, los mexicanos tenemos que ajustarnos ante una nueva realidad (¿venderá su casa en Malinalco?), porque si de preservar la estabilidad de la economía se trata, tenemos que reaccionar ante este fenómeno y entender que no estamos enfrentando una situación transitoria sino algo de características permanentes, y por lo tanto reaccionar como se reacciona ante un choque permanente de ingresos: reduciendo los gastos. El recorte del gasto será permanente y el compromiso del gobierno federal es que año con año se reduzca más el déficit público, en particular el gasto corriente. Le toca al gobierno apretarse el cinturón (¡Olé!).
Así es: del futuro promisorio por él ofrecido en el arranque sexenal, dos años y medio después el ministro del (d)año a los mexicanos notifica que deben ajustarse a una nueva realidad económica, enésimo apretón para ellos, porque aquello del cinturón gubernamental es chiste, como siempre (para no ir más lejos, recuérdese la reciente gira por el Reino Unido, el avioncito que viene o los faraónicos actos que cotidianamente encabeza Enrique Peña Nieto y amigos que lo acompañan). Lo mejor está por venir, repitió Videgaray hasta el cansancio, y vino.
Seis inquilinos de Los Pinos al hilo (bueno, cinco, porque Carlos Salinas de Gortari no mencionó la sagrada palabra, al más puro estilo del último Presidente de la Revolución) firmaron o anunciaron sus respectivos decretos o programas de austeridad para alcanzar los fines descritos y siempre con el mensaje de que el gobierno se comprometía a hacer más con menos. Los resultados están a la vista.
En el recuento, Miguel de la Madrid prometió volver a la sobriedad y austeridad propias del régimen republicano, porque en ese sentido el esfuerzo es permanente; Ernesto Zedillo ofreció congruencia con la marcada austeridad; Vicente Fox reafirmó, según dijo, el compromiso de continuar con el plan de austeridad del gobierno; Felipe Calderón aseguró que combatiría prácticas abusivas, promovería la transparencia y rendición de cuentas y ajustaría el cinturón del gobierno, y Peña Nieto rendición puntual de cuentas y austeridad.
A mediados de 2014 la OCDE documentó uno de los resultados concretos de tanta austeridad republicana: la alta burocracia mexicana se convirtió en una de las mejor pagadas de América Latina, con un salario que supera 13 veces el ingreso por habitante y 25 veces la remuneración promedio de los trabajadores del sector formal, en un país donde la mitad de la población vive en pobreza (La Jornada, Roberto González Amador).
Dichos sueldos, detalló la citada organización, superan por más de dos veces el promedio de todos los países pertenecientes a esa organización, y el sueldo de los altos funcionarios mexicanos, aquellos que en la jerarquía burocrática están debajo de los secretarios de Estado, ronda los 210 mil dólares anuales; los principales funcionarios reciben un pago muy superior al promedio registrado en las naciones que integran la OCDE.
Pero tanta austeridad ha tenido otro elevado costo: los nulos resultados en materia política, económica y social del sempiternamente apretado gobierno federal, cuyos costos son manifiestos, entre otras cosas, con una tasa promedio anual de crecimiento económico que a duras penas ronda el 2 por ciento, 63 millones de pobres, desplome del poder adquisitivo de la población, inseguridad, corrupción e impunidad.
Sirva lo siguiente para el análisis sobre el costo –sólo monetario– de la austeridad republicana: cuando concluyó el zedillato la nómina burocrática (honorarios y conexos aparte) sumó 392 mil millones de pesos; al terminar el sexenio foxista se incrementó a 611 mil millones; al finalizar el calderonista se elevó a 926 mil millones, y con Enrique Peña Nieto ya rebasa el billón de pesos. Ello, desde luego, con tres decretos vigentes de austeridad.
¿Qué pueden esperar los mexicanos ante el más reciente anuncio gubernamental, en voz de Luis Videgaray? Bueno, sin duda y como siempre, deberán ajustarse a una nueva realidad económica (léase mayor deterioro de su nivel de vida y dejar para mejor ocasión el futuro promisorio), aunque podrán gozar de los beneficios que implica otro apretón al cinturón por parte del gobierno federal (sin olvidar los que a su vez practicarán gobernadores, presidentes municipales, diputados, senadores, organismos como el INE, los partidos políticos, etcétera, etcétera), porque la risa libera endorfinas.
Las rebanadas del pastel
¡Felicidades!, mexicanos aguantadores, que ya les dieron su sistema nacional anticorrupción, aunque como lo bueno llega de poquito en poquito, en el mejor de los casos sería hasta dentro de tres años cuando comiencen a funcionar y dar resultados (vaticinio por cortesía del auditor Superior de la Federación). En vía de mientras, que la fiesta continúe.