jueves, 5 de febrero de 2015

Corruptas "percepciones" / Realidad masacra discurso / Dólar a galope: 15.15 pesos

Carlos Fernández-Vega / México SA
Con la cara más dura que el concreto, como inquilino de Los Pinos Felipe Calderón afirmaba que el gravísimo problema de inseguridad y la creciente violencia en el país sólo eran percepciones de los desinformados ciudadanos, quienes además pagaban las sangrientas consecuencias. A lo largo de su estadía en la residencia oficial, su dicho fue avalado por más de 80 mil muertos y alrededor de 22 mil desaparecidos (cifras oficiales).

Parece que nadie aprendió de tan nefasto personaje, porque ahora, con la misma cara, Enrique Peña Nieto asegura que la corrupción en México simplemente es un asunto de percepción, la cual, a pesar de los esfuerzos emprendidos en las últimas décadas, no ha mejorado en nuestro país. Y para documentar su dicho se remitió a los resultados del Índice de Percepción de la Corrupción de 2014, que publicó Transparencia Internacional (en el que) México obtuvo una calificación de apenas 35 en una escala de 0 a 100. Es prácticamente la misma calificación que ha tenido durante las últimas dos décadas.
Allí están el propio Peña Nieto y su Robin autóctono, Luis Videgaray, en medio del huracán por presuntas prácticas corruptas y conflictos de interés (que ahora investigará uno de sus empleados al frente de una institución desahuciada), y al inquilino de Los Pinos no se le ocurre nada mejor que afirmar aquello de la percepción. Pero ya que se animó a citar algunos datos de Transparencia Internacional, bien vale recordar lo que de tiempo atrás denunció su presidente, Peter Eigen: las élites políticas corruptas del mundo en desarrollo, en connivencia con empresarios codiciosos e inversionistas inescrupulosos, colocan el lucro privado por encima del bienestar de los ciudadanos y del desarrollo de sus países.
Y de acuerdo con ese organismo internacional, México registra una desastrosa cuan sostenida caída en eso de la percepción, pues de ubicarse en el escalón número 57 entre los 102 países con mayor corrupción en el año 2002, pasó a colocarse en el peldaño número 103 (entre 174 naciones) en el año 2014. Así, lo que en el discurso se presume como grandes esfuerzos en las últimas décadas, en los hechos equivale a que en México la corrupción tiene vía libre y avanza a paso veloz.
Con Vicente Fox en Los Pinos, en la escalera internacional de la corrupción México cayó del escalón número 57 al número 70, Felipe Calderón lo hundió aún más hasta ubicarlo en la posición número 105 de 174 posibles. En el primer año de Enrique Peña Nieto bajó un peldaño, al 106, y en el segundo subió tres, al 103. Y, sí, la calificación que Transparencia Internacional concede a nuestro país no ha variado mayormente (entre 31 y 36 en una escala de 100). Sin embargo, en igual periodo Estados Unidos se ha movido entre los escalones 16 y 22; México del 57 al 103, de tal suerte que la percepción oficial ha sido masacrada por la realidad.
He allí el resultado concreto de lo que en el discurso se presume como esfuerzos emprendidos en las últimas décadas. Y todavía se sorprenden de que no ha mejorado la percepción y, además, que no les aplaudan.
Tiempo atrás el Inegi divulgó (Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental) que durante 2013 la corrupción fue mencionada como uno de los cinco problemas sociales que más afectaba a los mexicanos, al ser señalada por 48.5 por ciento de ellos, y detallaba que la percepción sobre la frecuencia de corrupción fue mayor para policías, partidos políticos y el Ministerio Público, al ser considerados frecuente o muy frecuente por 89.7, 84.4 y 78.4 por ciento de la población, respectivamente. El porcentaje de víctimas de corrupción en la realización de trámites, solicitudes de servicios públicos y otros contactos con servidores públicos fue de 12.1 por ciento; dicho porcentaje fue de 17.3 por ciento para hombres y 7.7 por ciento para mujeres.
La misma encuesta reveló que 88.3 por ciento de los mexicanos considera que en su entidad las prácticas de corrupción donde un servidor público abusa de sus funciones para obtener algún beneficio personal son entre muy frecuentes y frecuentes, de manera que la población considera a la corrupción como uno de los tres principales problemas que más le afectan y además percibe que la frecuencia de estas prácticas es alta. La corrupción se ubica en el tercer lugar de los problemas que preocupan más a los mexicanos, con 48.5 por ciento, sólo detrás de la inseguridad y la delincuencia que alcanzó 70.4 por ciento, y el desempleo que registró 51 por ciento.
En su análisis, el Inegi detalla que, en 2013 y en el día a día de la población que se ve en la necesidad de buscar la atención de la burocracia, la entidad con el porcentaje más alto en prácticas de corrupción fue el Distrito Federal con 95.3 por ciento, seguido por Jalisco (94.7) y Michoacán (92.2). Por otra parte, los estados con los menores porcentajes fueron Querétaro (65), Yucatán (72.2) y Aguascalientes (78.3).
También en su Encuesta Nacional de Victimización de Empresas 2014, el Inegi revela que en 44.9 por ciento de los casos los empleados de gobierno involucrados en actos de corrupción fueron funcionarios de permisos o licencias; en 19.2 por ciento se trató de policías, ministerios públicos o jueces; en el 19 por ciento se trató de funcionarios vinculados al sistema de salud, protección civil, Hacienda, seguridad social; en 7.7 por ciento se trató de funcionarios vinculados a contratos de obra, bienes o servicios.
En fin, demasiada evidencia como para que la corrupción sea tipificada por el inquilino de Los Pinos como simple percepción ciudadana. Y los datos que se citan revelan el trato cotidiano de los mexicanos de a pie y las empresas sin palancas con los supuestos servidores públicos. Falta una encuesta que detalle la corrupción en las altas esferas del poder público y el poder económico, que para los negocios a costillas de la nación se pintan solos. Allí están los moches, las licitaciones amañadas, las comisiones, los contratos inflados y las concesiones para los cuates, las casas, yates y coches, las voluminosas chequeras que nadie rastrea, y todo lo demás que cotidianamente se cocina en el penthouse de la política nacional.
Las rebanadas del pastel
Si de percepciones se trata, allí está el carismático ministro del año reconociendo trato preferencial en el crédito que Grupo Higa le concedió para su casita de Malinalco… Y el dolarito a 15.15 bilimbiques, mientras el barril petrolero ni levanta.