
MÉXICO, D.F. (apro).- Ayotzinapa no es un expediente cualquiera. Van
tres veces que el procurador general de la República busca darle
“carpetazo” a una investigación que defiende como “verdad histórica”, al
tiempo que insiste en que el expediente no se puede cerrar, “dada la
naturaleza de los delitos”.
El último golpe a la frágil línea de credibilidad de la investigación y a la versión del gobierno federal y de su procurador –que no abogado general de la nación– es la serie de observaciones efectuadas por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).
A los ocho cuestionamientos de los forenses argentinos, la
Procuraduría General de la República (PGR) respondió con una rudeza
innecesaria. A las observaciones sobre procedimiento, la PGR colocó al
EAAF en un papel de “especuladores” y casi de enemigos, a pesar que fue
el propio equipo de Jesús Murillo Karam quien los llamó.
En el fondo, saben que las observaciones de la EAAF tienen más
credibilidad que la “verdad histórica” inducida mediáticamente por una
simple y sencilla razón que el exgobernador de Hidalgo conoce muy bien:
no le corresponde al procurador general de la República decretar la
verdad histórica sobre su propia investigación sino a un juez.
La PGR se ha colocado como juez y parte en un caso paradigmático,
quizá recibiendo órdenes de su jefe inmediato superior y haciendo caso
omiso de lo que todo buen fiscal debe hacer frente a una crisis y una
tragedia de esta magnitud: serenidad, paciencia y mucha capacidad de
empatía con las víctimas.
Murillo Karam ha hecho exactamente lo contrario: ha perdido la
serenidad, la paciencia y colocó a los padres de los 43 normalistas
desaparecidos como sus enemigos y no como las legítimas víctimas que
deben ser atendidas.
Las observaciones de la EAAF contienen, al mismo tiempo, preguntas
incómodas que Murillo Karam y sus investigadores no han querido
responder. Como a los periodistas no se les permite preguntar todo lo
que es necesario para darle solidez a la versión de la PGR, entonces es
necesario hacerlas públicas.
1. Insiste la PGR que todo el escenario fue el basurero de Cocula.
Habla de un incendio magno que no ha acreditado fehacientemente.
¿Cuántos litros de gasolina se utilizaron para incinerar la cantidad de
cuerpos que ellos dicen? ¿Cuánta leña se utilizó? ¿De dónde se trajo?
¿Cómo la consiguieron? Desde 2010 se han registrado incendios en ese
mismo basurero, ¿cómo distinguieron el siniestro de la madrugada del
26-27 de septiembre de 2014 de eventos anteriores?
2. La PGR arroja una serie de números para convencernos de la
veracidad de su versión: 487 peritajes en 26 especialidades, muestras de
tierra, 42 elementos balísticos y una cantidad de estadísticas
aparentemente arrolladoras. ¿Han hecho peritajes de las bolsas donde
supuestamente guardaron y arrojaron los cuerpos? ¿Existe evidencia más
allá del testimonio de los sicarios de Guerreros Unidos de que eran unas
bolsas? ¿Quién o quiénes las compraron? ¿Dónde las adquirieron?
3. El EAAF advirtió que “al menos” entre el 7 y el 27 de noviembre de
2014 el basurero de Cocula permaneció sin custodia permanente. Ofrecen
fotos donde se observan a estudiantes, periodistas y público en general
visitando el lugar, sin presencia de ninguna autoridad. ¿Por qué no hubo
custodia en el escenario del crimen colectivo? Si la hubo, ¿Quién fue
el responsable?
4. El EAAF afirmó que notó diferencias en 20 de los 134 perfiles
genéticos que la PGR tenía en común con ellos, pertenecientes a 16
familias de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, lo cual es “inusual”
porque el procesamiento de las muestras es sencillo. La PGR admitió que
estas diferencias “eran errores” de su laboratorio, pero “no hubo una
explicación clara al respecto”. ¿Por qué se cometió este “error”? ¿Es
posible que otros “errores” se hayan cometido en el análisis de las
muestras? ¿Son enmendables?
En fin, no se trata de pelear sino de convencer. La PGR, hasta ahora,
sólo ha insistido en una sola versión. Y esta misma considerada como
“verdad histórica” se hace cenizas, como los cuerpos que ellos dicen
fueron incinerados en Cocula.