Miguel Angel Ferrer - Telesur
A lo largo de sus cien años de existencia, el Sindicato Mexicano de
Electricistas (SME) ha sido protagonista central en la vida del México
moderno. Siempre ligado a la lucha por las mejores causas, hoy vive una
nueva etapa. Ha pasado de ser el más combativo de los sindicatos
mexicanos a convertirse en una combativa organización no gubernamental
(ONG).
Con larga y fructífera experiencia en la lucha
social, el SME no ha dejado de existir. Sigue vivo y sigue actuante. Con
cuadros y dirigentes de sólida formación proletaria, patriótica y
democrática, el SME continúa contribuyendo a la lucha por un mejor
futuro para el pueblo mexicano.
Quienes pensaron que la liquidación de la empresa a
la que estaba ligado significaría la destrucción del SME ya están
viendo cuán equivocados estaban. Miles de fogueados sindicalistas hoy
actúan como ciudadanos organizados. Y hoy como ayer están presentes en
las grandes movilizaciones populares contra las políticas económicas
neoliberales y contra la entrega del país a los intereses del
imperialismo.
Codo a codo con maestros, estudiantes, campesinos,
sindicatos, intelectuales progresistas y otras ONG, el Sindicato
Mexicano de Electricistas participa activamente, y muchas veces como
vanguardia, en la resistencia y el combate cotidianos frente al feroz
ataque de la derecha y el imperialismo contra el nivel y las formas de
vida de grandes capas de la población mexicana.
Esto explica que las antiguas y manidas calumnias
contra el SME no sólo no hayan cesado, sino que se hayan acrecentado en
esta nueva etapa de la lucha de los electricistas. Nueva etapa que
prefigura el porvenir de la lucha social: ciudadanos organizados más
allá de sus particulares condiciones gremiales, productivas o de clase
social.
Nueva etapa que en pocos años ya ha conseguido
significativos avances e innegables éxitos. Desde el reconocimiento de
los derechos de los pueblos indígenas hasta la anulación, en la
práctica, de las llamadas reformas estructurales.
Ahí está el caso, por ejemplo, de la reforma
educativa, perverso intento por privar a la niñez y a la juventud
mexicanas de la posibilidad de una educación científica, laica,
patriótica, democrática y, por encima de todo, gratuita.
La tal reforma educativa, impulsada por Emilio
Chuayffet y por los más derechista empresarios del país ya ha sido, en
los hechos, derrotada. Ya es, como se dice popularmente, sólo papel
mojado. Esta hazaña histórica, desde luego, ha sido fundamentalmente un
mérito de los maestros democráticos organizados.
Pero junto a ellos ha estado el SME. Y con ambas
fuerzas han estado igualmente campesinos, obreros, empleados, mineros y,
muy fundamentalmente, la heroica muchachada universitaria y politécnica
y el normalismo mexicano, encabezado éste último por las normales
rurales y, muy señaladamente, por la Escuela Normal Rural Raúl Isidro
Burgos de Ayotzinapa.
En rigor, la contrarreforma educativa de Chuayffet
tenía como objetivo central la eliminación de las normales rurales. Y
ahí su fracaso ha sido en toda la línea. Esa expresión de la educación
popular ha salido fortalecida del trance reformador. Y después de la
tragedia de Iguala, hasta el gobierno de Peña Nieto ha tenido que
reconocer expresa y públicamente los méritos y la pertinencia de esa
todavía imprescindible modalidad de la educación popular.
A veces en menos y a veces en más, en todos estos
innegables éxitos el SME ha sido protagonista decisivo, como lo
evidencia la revisión crítica del catálogo de las luchas populares y
sociales de las últimas décadas.
Aliado imprescindible de otras fuerzas
progresistas, patrióticas y democráticas, el SME cumple hoy la misión
que, sin buscarlo él mismo, la historia le ha asignado: ser el modelo
del porvenir de las luchas del nuevo siglo.