Víctor Flores Olea - Opinión
En los días recientes, en relación
con el horror de Ayotzinapa, hay dos hechos relevantes que deben
señalarse: primero, que dentro de la protesta, que se multiplica en el
país, los organismos policiacos del Estado vuelven a echar mano de un
viejo recurso: la provocación, con el propósito de desvirtuar o desviar
la atención del objetivo principal de la protesta, y de abaratar la
misma hasta el punto de que los principales medios de comunicación le
otorgan casi mayor importancia a los incidentes de la provocación que a
la sustancia de los reclamos. Hoy, en casi toda la prensa, están en el
mismo nivel los
La provocación como recurso policiaco se debe a que la protesta
masiva en el país, por los intolerables crímenes de Estado, está sobre
todo en manos de los jóvenes y de sus casas de estudio; segundo, son los
jóvenes en el país otra vez quienes toman la batuta de la protesta y
contra ellos se lanza la provocación como importante efecto distractor
de la atención pública, desviando la atención de los crímenes cometidos.
Los más importantes medios de comunicación se encargan de agitar las
aguas para lograr tales efectos de contención y desviación ante los
cuales la opinión pública parece estar indefensa. Quienes tenemos largo
tiempo trabajando en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
conocemos bien antecedentes como éstos, y la persistencia con que son
utilizados por los órganos policiacos del Estado para disminuir la
presión política.desmanesde los manifestantes (en el Zócalo de la capital, en el aeropuerto de Acapulco, en el centro de Chilpancingo), que el asesinato a mansalva de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, lo cual resulta un grave contrasentido político y moral.
Digamos que los importantes incidentes ocurridos en varios lugares, como consecuencia de los asesinatos de Iguala (Chilpancingo, Acapulco o la puerta mariana del Palacio Nacional, en el Zócalo), fueron llevados a cabo invariablemente por encapuchados sin identidad y, sobre todo, sin que ningún grupo identificable haya reivindicado hasta ahora tales acciones, lo cual hace pensar que se trata precisamente de actos de provocación para desvirtuar y desprestigiar las legítimas protestas masivas ante los graves hechos ocurridos. Y que no se trata de actos de radicales
anarquistas, como algunos los han llamado, porque tal denominación además carece de pies o cabeza.
¿Hay radicales que se han comprometido con tales actos de destrucción arbitraria? La lógica elemental sería entonces que tales grupos los reivindicaran y sostuvieran con un mínimo razonamiento para explicar su postura, porque de otra manera es como si no los hubieran llevado a cabo, quedando en una indiferencia o clandestinidad política que no resulta útil en ningún caso, y menos para los mercenarios grupos de choque que consideran actuar con las características de violencia oculta que vemos. La real clandestinidad de tales grupos incapaces de presentar o confesar su filiación nos remite, una vez más, a su origen de provocación policiaca o militar. Y, repetimos, tienen un efecto de inhibición o contención de la real protesta.
Un reciente ejemplo en contrario podemos verlo en el caso del
Instituto Politécnico Nacional en que, es obvio, el gobierno se ha
propuesto mantener la integridad de los protagonistas, y en el cual no
se produjo ningún incidente desagradable que pudiera conducir a
sospechas desviacionistas, no obstante que de parte de ese instituto
nacional se dieron sobre todo al principio manifestaciones de cientos de
miles de estudiantes. Aquí tenemos problemas manejados con distinta
finalidad por parte del gobierno: en un caso para desprestigiarlos y
rebajarlos, en el otro, ¡felizmente!, para mantener viva la tesis de que
entre
civilizadosse puede llegar a acuerdos favorables.
Pero vayamos al meollo no oculto de las masivas protestas que ha
presenciado el país en los días recientes. Que corre sobre todo a cargo
de los jóvenes estudiantes. Pero en este caso, me atrevería a decir, con
una amplitud que rebasa desde luego los límites nacionales y se ha
internacionalizado en muchos sentidos. Además de que, por distintas
vías, ha rebasado el ambiente estudiantil y magisterial, y comunicado a
otros sectores sociales, también a la clase laboral, y a variedad de
integrantes de las clases medias que sienten como propia la ofensa
criminal y que han reaccionado con una indignación profunda que han
hecho suya.
¿Cuánto durará la protesta juvenil y estudiantil? Imposible de
predecir, aun cuando sí podría decirse que su solidez dependerá mucho de
las alianzas que logren construir, incluso con sectores obreros, lo
cual no es fácil, pero tampoco imposible en la medida en que se hagan
coincidir en el reclamo otros hechos nacionales de la mayor importancia
actual: la desnacionalización o la privatización del petróleo, en
general una situación económica profundamente desfavorable a la
población de menores ingresos y una escandalosa concentración de las
riquezas, es decir, la eficiente fábrica de pobres que es el
neoliberalismo, cuyo conjunto favorece a la alianza entre sectores y
clases, a veces análogos y otras con importantes diferencias entre
ellos.
Los hechos sumados de los meses recientes sitúan a las izquierdas del
país en un momento en principio favorable, aun cuando tenga dudas de
que esa buena situación se refleje también en las izquierdas
partidarias. Morena –escucho decir– pudiera ser el partido más
favorecido, aun cuando de otro lado me llegan los reproches que se le
hacen a todos los partidos: su carácter vertical, dicen algunos.
Existe, en todo caso, una situación de crítica generalizada a la
estructura actual de los poderes, y sobre todo a sus rapaces
beneficiarios: ¿se modificará en alguna medida la situación? Veremos...
(Sábado 15 de noviembre 20:15 horas.)
Peña Nieto llegó con la espada desenvainada… Lo ultimo que faltaba
después de los terribles acontecimientos y de la penetración con balas
de la fuerza pública en la UNAM, que todos repudiamos y con la cual nos
solidarizamos. (Domingo 16 de noviembre, 12:00 horas.)