jueves, 24 de abril de 2014

El camino de la cruz del pueblo migrante

24 abril 2014 | Lorena Aguilar Aguilar | Kaos en la Red
Ellas, ellos, los que nadie quiere mirar cuando llegan a territorio mexicano, y cuando lo hacen es para hacerlos víctimas del mal gobierno y del crimen organizado – me pregunto dónde termina uno y dónde comienza el otro - se hacen visibles y se hacen escuchar.
Van llegando a la Casa en grupos de 5 o de 10 personas, con los rostros cansados y los pies adoloridos de caminar por varios kilómetros, las miradas se quedan fijas, como si una revolución de pensamientos se estuviese dando dentro de sus mentes. La 72, les da la bienvenida, se le conoce como La Casa del Migrante, en Tenosique, Tabasco. Vienen con las mochilas cargadas de sueños desde Honduras, Guatemala, El Salvador. Es la semana mayor de la Semana Santa Cristiana y esperan con ilusión y ansiedad que comience la Caravana del Viacrucis Migrante. Preguntan ¿Cuándo subiremos al tren? “La Bestia”, el tren de la muerte como le conocen algunos y algunas.

Hombres, mujeres, niños y niñas, familias enteras, todos salen en procesión a las calles de ese pueblo que los ve sin mirarles de verdad. Sus consignas gritan que no son delincuentes. Una manta anuncia que “los niños también migran”.

Caminan y cantan. Viven la Semana Santa en una tierra que no es la suya. Caminan el camino de la cruz en busca del futuro que su país les niega. Ellas, ellos salen de algún lugar de Centroamérica y atraviesan el territorio mexicano exponiéndose a la muerte, violaciones y secuestros. Les ven con miedo, ¿Por qué con miedo? ¿Acaso ienen la culpa de haber nacido del lado equivocado de las fronteras impuestas? ¿Son ellas, ellos, los culpables de no pertenecer a un exclusivo sector privilegiado y explotador?

Por fin se anuncia que el tren pasará por la noche, empiezan a prepararse, arreglan las mochilas. Ya todo está listo, ahora solo queda esperar. Un ambiente de paz reina entre quienes están de paso por La 72, cantan cantos religiosos, se relajan, con la caravana protegiéndoles no le temen a La Bestia. Sus creencias religiosas les reconfortan, les dan esperanza.



Ha llegado la hora. Abordan el tren, a prisa, un poco atropellándose, es de madrugada y está oscuro, por eso es difícil saber donde se pisa. En diferentes vagones se van subiendo alegres de que una caravana solidaria les acompaña y protege, sienten la seguridad que les brindan los frailes, activistas y periodistas. Todos estamos listos, sin embargo, arriba del tren pasan las horas y éste parece no arrancar. Empieza a cundir un poco la impaciencia. Se comparte el agua, algunas galletas, tortillas con queso; algo que ayude a aliviar el hambre durante el tiempo de espera. Amanece sobre el tren aun inmóvil y se recibe la noticia que nadie quiere escuchar: La Bestia no les ayudará a alcanzar su sueño.

Bajan del tren con la mirada al suelo, arrastrando los pies, no pueden creer que la oportunidad de viajar con seguridad les haya sido arrebatada. Un hombre sobre un vagón mira desconcertado lo que está sucediendo, a su lado se encuentran su esposa y sus dos hijas.

Impera la tristeza y el desconcierto, sin embargo, algo pasa con este pueblo migrante que ha decidido no rendirse. Es Jueves Santo y desean continuar con el camino.

Cuando deciden caminar, la tristeza se transforma en energía, el dolor, en un bello sentimiento de indignación, de ahí es de donde salen las fuerzas para aguantar los largos kilómetros que les esperan adelante.

Con las famosas “charoleadas” se juntan los primeros recursos. Las demandas son claras: que se garantice la libertad de tránsito de manera urgente, que desaparezca el Instituto Nacional de Migración y que se respeten los derechos humanos de quienes cruzan México rumbo a los Estados Unidos.

Rememorando el Éxodo del pueblo de Dios que se libera del yugo de Egipto, las y los migrantes salen caminando de Tenosique, acompañándose siempre del amor solidario. Una valla humana integrada por periodistas, activistas y voluntarios se forma al pasar frente a la garita del Instituto Nacional de Migración-un chico hondureño me dijo: “cada vez que pasamos alguna garita durante la marcha, fue como cuando se abrió el Mar Rojo y el pueblo de Israel pudo cruzarlo. “

La carretera se ve inundada de un pueblo insurrecto que desafía las leyes del país que están transitando. Ellas, ellos, los que nadie quiere mirar cuando llegan a territorio mexicano, y cuando lo hacen es para hacerlos víctimas del mal gobierno y del crimen organizado – me pregunto dónde termina uno y dónde comienza el otro - se hacen visibles y se hacen escuchar.

A pesar de que son muchos los kilómetros, los ánimos no decaen, cantan, gritan consignas, siempre compartiendo el agua, y lo que haya de alimentos. Los piés lastimados no importan, el sueño de una vida digna en el norte les impulsa a seguir caminando.

Así como el relato bíblico nos cuenta sobre una multiplicación de panes, las ayudas para esta caravana se han multiplicado. La fuerza y la decisión del pueblo migrante van sacudiendo conciencias. Transforman la indiferencia en solidaridad.

En un descanso a mitad de la carretera, justo el Viernes Santo, un fraile franciscano me dijo: “Para mi cada uno de ellos es Cristo recorriendo el camino de la cruz, muchos no lograrán, y esta es su Pasión.”

Fuente: Kaos en la Red