Astillero-Julio Hernández López
Los peores ingredientes del sistema político se han conjuntado en Michoacán para acelerar una crisis que es evidencia inequívoca del Estado mexicano fallido. Trayectoria tarasca sinuosa: de las décadas del silencioso entendimiento de los gobiernos priístas con los productores regionales de estupefacientes a la etapa perredista en que Lázaro Cárdenas Batel y Leonel Godoy cuando menos permitieron que se consolidara esa asociada realidad gobernante, hasta llegar a las manipulaciones desesperadas de Felipe Calderón por acomodar el escenario para que su hermana, Cocoa, fuera gobernadora y luego las estampas trágicas actuales, con un personaje, Fausto Vallejo, enfermo pero sostenido en el cargo para no complicar el de por sí enredado calendario electoral estatal, y una administración peñista impulsora de autodefensas, dialogante y protectora de grupos armados que tratan de limpiar regiones de la presencia dominante de templarios que en su momento fueron promotores del voto priísta para hacer que ganara el actual gobernador.
Michoacán hundido y en riesgo de estallar, mientras el mismo mandatario local, omiso y corresponsable, sin hilos de poder real en las fantasmales manos, convoca a dominical rueda de prensa para advertir a imprecisos destinatarios (¿los grupos de autodefensa o los caballeros aliados?) que va “por ellos”, en una balandronada que en realidad sirve para anunciar que hoy estará en Morelia el secretario federal de Gobernación, el mismo Miguel Ángel Osorio Chong, quien ha expedido certificado de autenticidad oficial a las tropas civiles del médico José Manuel Mireles al alojarlo y protegerlo en la ciudad de México luego de un insuficientemente explicado accidente aéreo, en una virtual confesión de entendimiento con ese paramilitarismo alentado y consentido (¿al estilo colombiano, que muy bien conoce el general Óscar Naranjo, asesor “externo” de Los Pinos para temas de delincuencia organizada?) frente al cual reaccionan airadamente los templarios en vías de desplazamiento inducido desde las alturas, en un intento de limpieza regional con ribetes de beneficio para la marca oficial que lleva firmas jaliscienses y sinaloenses.
En otro tema, Andrés Manuel López Obrador ha emergido de un preocupante episodio médico para reinstalarse de manera prioritaria en el proceso de conversión del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) en partido político. Aún cuando en términos declarativos se sostiene la bandera de la lucha específica contra la reforma energética, el mayor acento del tabasqueño sigue puesto en lo electoral, planteando desde ahora expectativas de participación en los comicios federales de 2015, que definirían su viabilidad como partido (si no es que antes el Instituto Federal Electoral, o lo que queda de él, hace un servicio más al régimen peñista, ahora atorando el proceso de registro de Morena, en razón de que no se hubiera acreditado el número suficiente de afiliados en lo individual y no sólo en asambleas, según alertan con sugestiva insistencia varios opinadores mediáticos adversos a los planes del ex candidato a la Presidencia del país).
La opción preferencial por lo electoral se anuncia incluso en contiendas estatales, como precozmente lo está perfilando durante su nueva gira nacional el ex jefe del gobierno capitalino, quien ya tiene como precandidatos para Sonora a la ex velocista Ana Guevara y a Alfonso Durazo, quien fue secretario particular de Luis Donaldo Colosio y de Vicente Fox, y ha anunciado que en Nuevo León se postulará a alguien proveniente “de la sociedad civil” (allí, Morena podría contar con algún personaje allegado al empresario Alfonso Romo o con la ex candidata a senadora Cristina Sada).
En los discursos que ha pronunciado en lo que va del año, AMLO ha insistido en convocar al derrocamiento de la dupla gobernante formada por el PRI y el PAN, tal como en su momento se hizo con la dictadura porfirista, pero a decir del tabasqueño no con las fórmulas revolucionarias desatadas a partir de 1910, sino con otras, pacíficas, que según esa alrevesada interpretación histórica de lo sucedido con el maderismo constituirían una motriz revolución de las conciencias.
Respecto de la reforma energética, la más apasionada de las luchas actuales está en cuanto al posicionamiento de mercadotecnia electoral que cada fuerza logre obtener de cara a los comicios venideros. Peña Nieto va ya sobre la aprobación de las leyes secundarias y la firma de los primeros compromisos internacionales, en un proceso aplastantemente realista, ante el cual los opositores ni siquiera atinan a sumar fuerzas. El PRD baraja sus marcadas cartas de protesta escenográfica y junto con Cuauhtémoc Cárdenas pretende mantener con respiración artificial la presunta posibilidad de una consulta popular que ni siquiera está definida. Invitados AMLO y Morena a intentar alguna fórmula de lucha consolidada, éstos rechazaron el gesto.
En el PAN todo está concentrado en la elección de dirigente nacional, cuyos términos aún no son acordados, pero lo cual no obsta para que se viva un intercambio de metralla política entre los dos principales bandos en pugna, el del actual presidente del comité panista, Gustavo Madero, y el del aspirante calderonista a sucederlo, Ernesto Cordero. La novedad de este año ha sido la difusión de grabaciones telefónicas en las que el mencionado Cordero habla de Madero y otro de sus asociados como auténticos pillos que han aprovechado los cargos políticos para trapacerías diversas. De ser cierto lo que en esas piezas de audio aparece diciendo, y hasta ahora no ha desmentido, Cordero debería luchar no para sustituir a Madero en el control partidista, sino para llevarlo ante una agencia del Ministerio Público. El chihuahuense, por su parte, ha preferido eludir el golpe y hacer declaraciones controladas respecto de diversos temas, sin enfrentar las crudas acusaciones de quien fue secretario de Hacienda con Felipe Calderón Hinojosa.
Y, mientras en Guerrero y Colima crece la tensión relacionada con policías comunitarios y grupos de autodefensa, ¡hasta mañana, con los mejores deseos de esta columna a sus lectores!
Fuente: La Jornada
Fuente: La Jornada