México SA-Carlos Fernández-Vega
La buena noticia es que, a pesar de los desastrosos resultados económico-sociales del arranque sexenal, el gobierno federal no para en promesas, las reparte por doquier y minimiza la realidad. Ahí está el caso de la Secretaría de Hacienda, para la cual el raquítico crecimiento de 2013 no fue tal, sino ¡¡¡relativamente bajo!!! (prometió 3.5, y si bien va no pasará de 1.3 por ciento). Pero como ya llegó 2014, “desde este año se empezará a ver el efecto positivo de las reformas aprobadas” (subsecretario de Ingresos, Miguel Messmacher, dixit).
Con esas reformas (que son las que bajarían los precios de los combustibles y las tarifas de energía eléctrica, es decir, los que ya se incrementaron, y fuerte, con sólo empezar 2014) en el presente año se registraría un crecimiento cercano a 4 por ciento y para 2018 llegaría 5, siempre según la versión oficial. A partir de ya, “se empezará a ver su efecto positivo y obviamente esos efectos se volverán más fuertes en los siguientes años” (el susodicho en declaraciones a la siempre imparcial agencia Notimex).
Pues bien, si las promesas fueran útiles para construir una escalera al paraíso, desde hace un buen rato en él estarían más que instalados los mexicanos, pero la realidad no admite ilusiones sino hechos, y éstos son inversamente proporcionales a los resultados de cinco gobiernos neoliberales al hilo (el sexto está en funciones, pero apenas entra a su segundo año de ejercicio, aunque ya da color).
En el recuento, si los cinco antecesores de Enrique Peña Nieto hubieran cumplido con lo prometido en sus respectivos programas de gobierno, la economía mexicana habría crecido a una tasa anual promedio no menor a 5.7 por ciento en las tres últimas décadas, pero la realidad documenta que dicho promedio a duras penas alcanzó 2.3. Cada uno de los integrantes de esa fantástica quinteta prometió hasta quedar ronco, pero en los hechos nada de nada: “Recuperar la capacidad de crecimiento” (Miguel de la Madrid); “en breve, los mexicanos accederán a un horizonte de progreso personal y familiar que no sea efímero” (Carlos Salinas); “bienestar para la familia y combatir el desigual desarrollo del país” (Ernesto Zedillo); “actuar con inteligencia y sensibilidad” (¡¡¡lo dijo Vicente Fox!!!); “contamos con una estrategia clara y viable para avanzar en la transformación de México sobre bases sólidas, realistas y, sobre todo, responsables, que permita a todos los mexicanos tener una vida digna sin comprometer el patrimonio de las generaciones futuras… un instrumento para que los mexicanos mejoren sus condiciones de vida” (Felipe Calderón).
Como el actual inquilino de Los Pinos, todos sus predecesores hicieron “ajustes dolorosos pero necesarios” y las “reformas que necesita México” para –cuando menos– impulsar el desarrollo, consolidar el crecimiento económico, modernizar la nación, elevar el bienestar de los mexicanos, mejorar el ingreso de la mayoría, reducir los niveles de pobreza y ofrecer oportunidades para todos. Ya los silenciosos habitantes de esta nación padecen los resultados concretos, pero en el balance vale referir promesas vs resultados. Va, pues.
A partir del Plan Global de Desarrollo 1980-1982 (desde el sexenio de Miguel de la Madrid se denomina Plan Nacional de Desarrollo), todos los inquilinos de Los Pinos le pusieron número a su oferta de crecimiento económico. Así, José López Portillo se comprometió a lograr una tasa de crecimiento del producto interno bruto de 8 por ciento anual entre 1980 y 1982, pero sólo alcanzó 5.7 (con todo, nunca superada por sus sucesores); Miguel de la Madrid garantizó 5.5 anual, pero a duras penas libró 0.34; Carlos Salinas de Gortari ofreció 6 por ciento anual, pero sólo concretó 3.9; Ernesto Zedillo aseguró que cuando menos llegaría a 5 por ciento, aunque no pasó de 3.5; Vicente Fox juró y perjuró que sería de 7 por ciento anual, pero de milagro reportó 2.3, y Felipe Calderón prometió 5 por ciento anual y en los hechos milagrosamente promedió 1.8. Para su primer año de estancia en la residencia oficial, Enrique Peña Nieto ofreció 3.5 por ciento, pero si bien va la proporción será de 1.2, diferencia casi tres tantos menor.
Muy prometedores todos, pero mucho más ruido que nueces. Miguel de la Madrid prometió 5.5 por ciento anual, pero en su primer año de estancia en Los Pinos el resultado fue un desplome de 3.41; Carlos Salinas dijo 6 por ciento, y en igual periodo sólo llegó a 4.1; con Ernesto Zedillo la relación fue 5 contra un desplome de 6.2 por ciento; con Vicente Fox de 7 contra -0.3 por ciento, y con Felipe Calderón de 5 contra 3.2 por ciento. Y todos prometieron, también, que en su segundo año en la residencia oficial las cosas mejorarían sustancialmente.
¿Qué pasó? Para el segundo año de la Madrid reportó un crecimiento de 3.41 por ciento (prometió 5.5); Salinas de 5.18 (prometió 6); Zedillo de 5.14 (prometió 5); Fox de 0.9 (prometió 7) y Calderón de 1.3 (prometió 5). Enrique Peña Nieto no pasará de 1.2 por ciento en 2013, pero promete 3.9 para 2014 (por cierto, para alcanzar el 5 por ciento por él ofrecido como promedio anual en su sexenio la economía deberá crecer no menos de 6 por ciento anual de aquí a 2018). Todos los resultados, desde luego, aderezados con un espeluznante crecimiento de la deuda social, la cual, dicho sea de paso, se comprometieron, los seis, a reducir sustancialmente. Eso sí, ninguno dejó de prometer.
¿Se puede gobernar así, entre tanta promesa y nulos resultados? Pues todo indica que la respuesta es afirmativa, porque ya está en ejercicio el sexto de la temporada neoliberal y nadie se queja ni hay quien los saque de allí, con todo y que en ese periodo la competitiva fábrica neoliberal de pobres ha producido más de 20 millones de ellos, de acuerdo con las cifras oficiales (hasta 2012), sin considerar los millones que emigraron en busca de oportunidades en otra parte, ante la carencia interna de ellas. Pero nada arredra al equipazo tecnocrático, porque sus promesas no dejan de salir de la chistera.
Entonces, dados los antecedentes, ¿para cuánto les gusta el 3.9 por ciento de crecimiento prometido para 2014? Hagan sus apuestas.
Las rebanadas del pastel
Otro zángano ex funcionario se ha sumado al ya grueso ejército de ex servidores públicos para clavar sus colmillos en el oro negro otrora nacional: “Vicente Fox creó un fondo para invertir en petróleo… 500 millones de dólares, con apoyo de inversionistas nacionales y extranjeros… prácticamente ya están reunidos y esa es sólo una muestra, un pequeño botón” . El hidrocarburo deja más dinero que la mariguana.
Fuente: La Jornada
Fuente: La Jornada