Ciudad Perdida-Miguel Ángel Velázquez
¿Quién mató a Kuykendall?
Lo saben sus compañeros activistas que escucharon el terrible sonido del impacto en el cráneo del amigo de muchas batallas; lo sabe la policía y el gobierno federal, porque desde las filas de sus elementos salió el disparo; lo sabe el Gobierno del DF, que prefirió callar y cargar con muchas de las culpas de los sucesos de aquel primer día de gobierno de Enrique Peña Nieto.
Durante poco más de un año, Juan Francisco Kuykendall, cuya principal actividad en la vida era dirigir teatro, permaneció inmóvil, inconsciente, imposibilitado de hacer lo que alimentaba su existencia: la reflexión, que lo acicateó aquel primero de diciembre y lo llevó a las afueras del Palacio Legislativo de San Lázaro para gritar su inconformidad por una elección presidencial sucia y la consecuente toma de posesión de Enrique Peña Nieto.
Durante poco más de un año, Juan Francisco Kuykendall, cuya principal actividad en la vida era dirigir teatro, permaneció inmóvil, inconsciente, imposibilitado de hacer lo que alimentaba su existencia: la reflexión, que lo acicateó aquel primero de diciembre y lo llevó a las afueras del Palacio Legislativo de San Lázaro para gritar su inconformidad por una elección presidencial sucia y la consecuente toma de posesión de Enrique Peña Nieto.
Allí recibió el impacto de lo que algunos aseguran era una granada de gas, pero que otros señalan como una bala de goma que le rompió el cráneo y le hizo perder una porción de masa encefálica. Podríamos decir, sin tomar en cuenta el rigor de lo científico, que Kuy, como le decían sus cercanos, murió el primer día de gobierno de Peña Nieto, y que su cadáver fue paseado de un hospital a otro del Seguro Social, hasta que en las instalaciones del Centro Médico Nacional Siglo XXI lo dieron de alta por hallarlo “estable”, según declara su compañera, en un intento infame por matar el ruido que podría causar la declaración de muerte del activista en un nosocomio del Estado; al final pereció en otro hospital del Seguro Social.
¿Quién mató a Kuykendall? Está claro que al gobierno federal no le interesa saberlo. La impunidad le sienta bien. Después de un año ningún mando policiaco, ningún policía raso, nadie ha sido llamado a rendir declaración para esclarecer el hecho, aunque algunos jóvenes, inocentes o culpables de otros incidentes ocurridos el mismo día, por el mismo motivo pero en otro momento, ya han recibido sentencia de un juez.
¿Quién mató a Kuykendall? Alguno de los que ese mismo día tomaron el gobierno ordenó que se disparara en contra de los manifestantes, sin duda. ¿De dónde provino la orden? Uno de los problemas que produce la impunidad es la confusión. La orden bien pudo salir de Miguel Ángel Osorio, el secretario de Gobernación, o de Manuel Mondragón, quien se estrenaba como jefe de la policía de toda la República, o tal vez de algún otro mando que estuviera autorizado para dar semejante orden. Por eso, entre otras cosas, no sabemos aún quién mató a Kuykendall.
Es muy difícil iniciar una investigación después de un año de ir dejando morir evidencias, pero aún es tiempo de impedir que se le eche la última palada de impunidad a la muerte del activista. La abogada Bárbara Zamora, quien hasta ahora ha llevado el caso, está segura de que todavía se pueden arrancar verdades al silencio impuesto a este crimen que ya marcó al sexenio.
De pasadita
Y ya que hablamos de represión, es necesario recordar que hace unos días, el fin de semana, si no nos juega una mala broma la memoria, el Gobierno del Distrito Federal que encabeza Miguel Ángel Mancera hizo saber a sus gobernados que la policía de aquí, por ningún motivo usará lo que se conoce como armas menos letales, entre las que se encuentran las balas de goma, por ejemplo.
El anuncio fue dado a conocer por el secretario de Gobierno, Héctor Serrano. Desde luego, la declaración parece una de esas promesas políticas que nunca se cumplen, pero se oyen bonitas, ahora que si Serrano la hace efectiva... La declaración se hizo el mismo día en que se anunció la muerte de Kuy. ¿Coincidencia?
Fuente: La Jornada
Fuente: La Jornada