Julio Hernández López - Astillero
En Buñol, un municipio
de la Comunidad de Valencia, España, ciudadanos más o menos contentos se
lanzan unos a otros toneladas de piezas de jitomate (un poco
despachurradas, para que no causen lesiones al impactarse) en una fiesta
de color rojo que suele ser reproducida en medios de comunicación de
todo el mundo (fotos). En México, mientras tanto, la tragedia nacional roza linderos aberrantes (¿Buñuel, en lugar de Buñol?), con ladies
que guerrean clasista e inmisericordemente por un chile en nogada: ¿por
qué usar términos nobiliarios o cortesanos, así sea con sentido burlón,
para etiquetar a quienes desde presunta superioridad ofenden gravemente
a la comunidad, cuando existen palabras tan sonoras y directas para
referirse a esos hijos de la fama inmediatamente soluble, las ladies y los gentlemen groseros, abusivos y con frecuencia delictivos?
Jitomates aún verdes con sonorenses que en medio del escándalo de inocuidad estructural y de narcisismo caritativo, que consiste en voltearse sobre la cabeza un cubo de agua helada, demandan al terriblemente depredador (tanto como impune) Grupo México que sus directivos demagogos le entren a una tamaliza de elote y chile verde en Mazocahui, y la acompañen con un vaso de agua contaminada del río Sonora, donde continúan las protestas por los bárbaros daños al medio ambiente que en diversas partes del país produce el fúnebre negocio del multimillonario de vida de fábula Germán Larrea, o con cholulenses indignados por los planes de Ratón Miguelito (el término se refiere solamente al personaje de Disney, sin alusiones confesas a alguna práctica presupuestal roedora) del gobernador Rafael Moreno Bala, quien impulsa un parque de diversiones de élite pasando por encima, expropiando y desoyendo a ciudadanos a los que no provoca ninguna explosión de alegría la Rafalandia en proyecto.
No hay ánimo de fiesta en México, aunque las cúpulas bien forradas insisten en lanzar redondeces propagandísticas de mil colores a los ciudadanos apáticos que ven con resignación la catarata de anuncios, sobre todo en televisión, que hablan de un México que según eso ya ha sido movido, aunque no se ha precisado aún al bolsillo o a las cuentas bancarias de quiénes. El lic. Peña Nieto viaja por el país virtualmente en andas (aún no estrena su avión de costo insultante ante la miseria y los problemas del pueblo, pero ya lo veremos haciendo declaraciones de triunfo ornamental sobre el hambre desde su alfombra aérea propia de Los mil y un moches). Ayer, por ejemplo, exaltó al máximo la inversión de una empresa coreana automotriz, Kia, que en 2016 ya estará suministrando a los aguantadores mexicanos sus unidades a las que en otras latitudes han acusado de mala calidad y pésima protección a los conductores, todo para mantener precios bajos que en esos menesteres pueden terminar en muertes que pudieron ser evitadas.
No hay jitomates aún contra una clase política que diariamente genera escándalos e impertinencias que van borrando los anteriores. Las buenas conciencias panistas, por ejemplo, brindaron un aplauso (de pie algunos de los prodigadores) al diputado Luis Alberto Villarreal en una sesión de la bancada conservadora, sin gran huella ya de la estridencia descalificadora que en su momento rodeó al episodio de los legisladores de blanco y azul en Puerto Vallarta bailando con tambora y acompañantes de alquiler, principalísimo personaje el mencionado Villarreal (sobreviviente casi indemne del escándalo de los moches pedidos a alcaldes para aprobarles presupuesto federal).
Ni siquiera en un rubro tan sensiblemente inmediato a los
mexicanos como es la inseguridad pública se prende algún mecanismo de
protesta o de lucha social bien organizada. Pocos personajes en la
historia han tenido tan rápida visión de su victoria apenas por
construir como el comisionado de la Policía Federal y operador del
juguete nuevo (la misma PF, pero revolcada) denominado Gendarmería. Le
bastaron a Enrique Galindo Ceballos unas horas en Valle de Bravo para
decretar que no es cierto que haya sicosis y crisis por exceso de
secuestros en esa región. Vino, vio y de un plumazo declarativo venció.
En Michoacán, el comisionado Paulette no se había percatado de que un personaje llamado El Americano,
al que mucho juego y protección ha dado a pesar de las denuncias y
protestas de grupos opuestos a ese ‘‘comandante’’, podía ser localizado
en alguna toma fotográfica del colchón mágico manejado por el
cogobernador conocido popularmente como La Tuta. Al encontrarlo en esos resquicios servantinos (de Servando, no de Cervantes), el virrey Castillo dio de baja provisional al polémico Americano y se rascaba la testa para ver qué otra acción de apariencia justiciera podría realizar ante las evidencias colchoneras.
La inconformidad social llega a niveles usualmente confortables, como
sucedió ayer con la manifestación de protesta de los vecinos de la
colonia capitalina Polanco, por la ‘‘catástrofe’’ que, dicen (y se ve
claramente en las calles), ha provocado el gobierno delegacional (a
cargo de la voracidad del grupo de la ex gobernadora zacatecana Amalia
García) en cuanto a remodelaciones y ‘‘mejorías’’ que tienen por eje la
avenida Masaryk. Y en la guerra chilanga, el ejecutor Miguel Ángel
Mancera comienza a perfilar la apertura de algunas estaciones de la Línea Dorada,
ya nomás que pase la elección de consejeros del PRD que definirá los
términos de la contienda por la presidencia nacional del sol azteca.
Hace meses, Marcelo Ebrard dijo a un comensal frente a él que apostaba
lo que fuera a que el asunto de la línea 12 se empezaría a destrabar en
cuanto estuviera ‘‘resuelto’’ el tema del liderazgo perredista.
Y, mientras ha sido nombrado Manelich Castillo Cravioto comisionado
de la Gendarmería (tal funcionario estuvo como jefe de la PF en SLP,
mientras Enrique Galindo Ceballos cumplía cargos locales, pues fue
director de policía de un gobierno panista y secretario estatal que
salió distanciado del gobernador priísta Fernando Toranzo), ¡hasta
mañana!