lunes, 17 de febrero de 2014

Alianza contra las minas en Real de Catorce

Los pobladores mestizos de la cabecera municipal consiguieron vivir sin depender de las minas. Para fortalecer su resistencia a la reapertura de esa industria extractiva, se aliaron con el pueblo wirrárika sin el cual, reconocen, las mineras estarían ya funcionando.
17 febrero 2014 | Geneviéve Michel, Annette Revret y Georges Lapierre | Desinformémonos.org

Real de Catorce, Zacatecas. La carretera va recta, al infinito de un crepúsculo rosado. El autobús la deja para girar a la izquierda y seguir hacia las montañas por un camino cuidadosamente empedrado. El azul de la noche, cada vez más oscuro, se ilumina de lucecitas que señalan los pueblos. Vamos subiendo, rozando precipicios, hasta llegar a un túnel cavado en la roca por los mineros.

Al desembocar del otro lado nos encontramos en un decorado de película: Real de Catorce es, con razón, el primero de los pueblos mágicos de México. Estamos a 2 mil 750 metros de altura, y todavía falta un trecho para llegar a las cumbres que nos rodean.

En realidad, la ciudad se llama Real de Minas de la Limpia Concepción de Guadalupe de los Álamos de Catorce. Su historia ha estado casi siempre ligada a la minería. Nunca se sembró en la montaña; los cultivos se dan sólo en el bajío, donde hay agua. Los españoles se instalaron en el pueblo para explotar las minas de plata a partir de 1772 y siguieron hasta 1910. De hecho, el pueblo estuvo siempre bajo la autoridad de España, la independencia nunca fue real. Como ejemplo de eso, la Casa de la Moneda, donde se acuñaba una parte de las monedas del país, pertenecía a los condes españoles de Maza. De 1863 a 1866 se fabricaron allí reales de plata con el rostro del rey de España, Fernando VII. Entre 1905 y 1908 comenzó la decadencia, hasta que, en 1910, en la época de la Revolución, el pueblo saqueado por la rabia y odio a los españoles, se quedó destrozado y casi abandonado. Fue entonces cuando se empezó a hablar de “pueblo fantasma” y muchas de las casas quedaron en ruina[1] [1]. Para sobrevivir, los habitantes tuvieron que buscar otros recursos.

Ahora el gobierno mexicano se empeña en vender el país al gran capital. En Real de Catorce, son los canadienses de la First Majestic Silver Corporation los que quieren reabrir las minas que tienen concesionadas bajo su cara mexicana, Real Bonanza. Esta vez, con una tecnología muy avanzada y agresiva, tanto en métodos mecánicos como químicos: además de buscar el mineral a profundidades de hasta mil metros, la minera utilizará un proceso de flotación a base de cianuro para separar la plata de otros minerales, como plomo y arsénico. En todo eso se gasta una cantidad enorme de agua. Segura de obtener el visto bueno del gobierno, la minera empezó a contratar a gente del lugar, sobre todo para ejecutar trabajos de limpieza, y sin contar con el pueblo wixárika o huichol.


El Cerro Quemado no se ve desde Real de Catorce, queda un poco retirado, y tardamos una hora y media en llegar a la cumbre. Está en el corazón de Wirikuta, uno de los cinco lugares sagrados de los huicholes. Este pueblo originario, asentado en la Sierra Madre occidental, entre los estados de Jalisco, Nayarit, Durango y San Luis Potosí, sigue practicando sus ritos ancestrales en lugares sagrados situados fuera del territorio donde habitan. Están orientados de acuerdo los cuatro puntos cardinales.

Según sus creencias, los dioses, particularmente la Madre del Maíz y del Mar, entraron por el oeste, por Haramara, la Piedra Blanca de San Blas, en Nayarit.

Al norte, en Hauxa Manaká (Durango), la montaña sagrada en forma de canoa, descansó el primer hombre y empezó a multiplicar las semillas y sembrar maíz. Cada vez que sembraba maíz crecían árboles, hasta que la abuela Nakawé le dijo que habría un diluvio y era mejor fabricar una canoa para salvarse y salvar las semillas. Al sur, la laguna de Chapala o Xapawiyemeta, en San Luis Potosí, es el lugar de la deidad de la lluvia. Al este se encuentra Wirikuta, la tierra mágica del peyote, que permitió a Kayaumari, el hermano mayor, cantar por primera vez. En el centro, en las grutas de Teekata, en San Luis Potosí, vive el abuelo fuego en el corazón del pueblo wixárika, que se sitúa cerca de Santa Catarina.

Los huicholes tienen que peregrinar a esos cinco lugares sagrados, y sobre todo a Wirikuta. El Cerro Quemado es la meta de un viaje iniciático del océano al desierto del Levante. No todos lo emprenden, sólo los hombres elegidos por su comunidad, que tienen que hacer muchos sacrificios: casi no duermen, caminan durante varias semanas por la sierra y practican el ayuno y la abstinencia sexual. Purificados por la ascesis, ven al Venado, el Hermano Mayor, que también es el peyote y el maíz, y les habla para asignarles su lugar en el mundo. Además, cada año, el pueblo wixárika se desplaza a ese lugar para cosechar el peyote. Salen de los diferentes centros ceremoniales del territorio y cada grupo llega a un altar diferente de Wirikuta, pero todos tienen que pasar por todos los altares para remover las velas de la vida y alimentar a las deidades.

El Cerro Quemado es el lugar donde el sol nació por primera vez y es un altar muy importante dentro del territorio sagrado de Wirikuta. En la cabeza del elefantito[2] [2], orientada al este, vimos una casita de piedra[3] [3] llena de ofrendas. En la reja que la cierra cuelgan cintas de colores, “ojos de Dios” y plumas; en la pared del fondo, una imagen de la Virgen de Guadalupe. Alrededor de la casita, en cada paso, se descubren acumulaciones de ofrendas: jícaras, flechas, monedas, velas, florecitas y pulseras de chaquiras, calabazas y piedras pintadas, cuadritos hechos de estambre, calaveras de papel maché y hasta un frasco de perfume de una marca conocida cuyo nombre callaremos. Las primeras ofrendas que encontramos al subir están colocadas en el centro de un caracol de piedra construido en el suelo, en la nuca del elefante. La mayoría de los objetos depositados están en muy buen estado, atestiguando la vitalidad del rito. El sitio mismo es de una majestad particular, debida tanto al paisaje de tierra roja, cactus y agaves erguidos casi en flor, rocas y montañas, como a las vibraciones especiales que desprende. No es de sorprender que los huicholes lo defiendan con toda energía.

Wiríkuta es Área Natural Protegida del Estado de San Luis Potosí desde 1994; también es parte de la Red Mundial de Sitios Sagrados Naturales de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, al Ciencia y la Cultura (UNESCO) desde 1998; y está enlistado para ser inscrito como Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad[4] [4], también por la UNESCO, lo que significa que todo tipo de actividad contaminante está prohibida. Y, como bien se sabe, la actividad minera es la más contaminante que hay.

La zona de Wirikuta tiene una superficie de 140 mil 212 hectáreas, de las cuales 98 mil ya están concesionadas a empresas mineras sin el consentimiento de los habitantes de Real de Catorce ni del pueblo wixárika. Treinta y ocho concesiones son de la First Majestic, de las cuales 22 están dentro del Área Natural Protegida. Cuarenta son del proyecto Universo de otra empresa canadiense, Revolution Resources, y de la empresa El Frisco, de Carlos Slim.

Los huicholes exigen una consulta previa, libre e informada en lo que respecta a la zona sagrada. Se ampararon contra estas concesiones y demandaron al Estado mexicano, de tal forma que se suspendió la explotación minera hasta que concluyera el juicio, lo que no impide numerosas violaciones de derechos humanos en Wirikuta (denunciadas en la Recomendación 56 de 2012 de la Comisión Nacional de los Derechso Humanos, CNDH). Tampoco fue respetado el pacto de Huauxa Manaká para la Preservación y Desarrollo de la Cultura Wixárika, firmado en 2008 por los gobernadores de los cuatro estados donde viven los huicholes y el presidente de la Unión Wixárika de Centros Ceremoniales de Jalisco, Durango y Nayarit. Poco después de presenciar la ceremonia y comprometerse a defender la cultura wixárika, el entonces presidente de la Federación, Felipe Calderón, entregó 22 concesiones mineras a la First Majestic. Sin embargo, el pueblo wixárika no se quedó con los brazos cruzados y se organizó en el Frente en Defensa de Wirikuta[5] [5]. Su resistencia no es abstracta ni voluntarista, es la resistencia de una cultura viva, arraigada en un espacio consagrado. Ya tiene una larga historia de lucha y, anuncia, no va a retroceder.

Volvamos a Real de Catorce que dejamos cuando se acababan las minas. Cuando la ciudad cayó en el abandono, en 1910, apenas sobrevivió. Dicen que, a partir de los años veinte, San Francisco de Asís salvó al pueblo, que revivía durante los cuatro o cinco días de su fiesta en octubre. El fervor al santo atraía –y sigue atrayendo- a numerosos peregrinos y comerciantes. Además los ritos huicholes, cumplidos desde los tiempos prehispánicos, empezaron a generar un turismo del peyote[6] [6] en los años setenta. Las propiedades alucinógenas de la planta no dejaron indiferentes a los alternativos en busca de nuevas experiencias. En esos años también se desarrolló un turismo cultural, alentado por las películas que se rodaron en Real de Catorce, desde Pedro Páramo en 1967 hasta La Mexicana, con Brad Pitt y Julia Roberts, en 2001.

Con o sin las minas, la gente descubrió otro tipo de recursos, con los que logra ganarse la vida hasta el día de hoy; eso está comprobado por el número de hoteles y restaurantes de toda clase que se han abierto estos últimos años, también por los puestos y tiendas que venden tanto artesanía huichol como piedras semipreciosas sacadas de las minas por los gambusinos, pomada a base de peyote y souvenirs de toda índole, y por la oferta de paseos a caballo, todo en una dimensión humana y realmente acogedora.

Las personas con las que hablamos en Real de Catorce viven del turismo y forman parte de una asociación civil en defensa de la ciudad, que se declara radicalmente en contra de las minas. Afirman que el municipio puede (y debe) prescindir de las minas. La oposición a la minería no parte de un interés corporativo de corta vista, sino de una reflexión racional sobre el futuro. Para ellos, el punto crucial es el agua y la única pregunta que hicieron al representante de la empresa que vino a explicar públicamente las supuestas ventajas del proyecto minero fue la siguiente: “¿De dónde van a sacar el agua?” El ingeniero habló de reciclar las aguas negras de Real de Catorce y Cedral, lo que no tiene ningún fundamento, ya que las enormes cantidades de agua que necesitarían sólo se podrán sacar de los yacimientos acuíferos de los que se alimenta la población. No sólo le quitarán el agua, sino que la contaminarán irremediablemente.

Hay gente a favor de las minas en la cabecera municipal de Real de Catorce: son los empleados de la empresa –de momento no son muchos, y serán cada vez menos, ya que los están despidiendo por el amparo- y los corruptos, como el presidente municipal, que prometió abrir las minas en quince días cuando fue elegido, hace casi dos años. Y también hay gente que no se pronuncia, especialmente los que vienen de fuera y, por diferentes razones, no se interesan tanto por la situación de Real de Catorce. Sin embargo, una gran parte de los habitantes del núcleo urbano están claramente en contra de las minas y se mueven para impedir su apertura.
En cambio, en los pueblos y ranchos del municipio[7] [7], la situación es otra. La minera divide a la gente con informaciones falsas, promesas de trabajo, corrupción de funcionarios, amenazas e intimidaciones. Ofrece comprar tierras y algunos venden, esperando una vida mejor y sin considerar que dentro de unos años se cerrará la mina y se acabará el trabajo. Por lo general, los habitantes del municipio siempre fueron respetuosos de las costumbres del pueblo wixárika, aunque esa actitud a veces cambia por las manipulaciones de la empresa minera.

De todas formas, los huicholes (unos se instalaron en el municipio, pero por lo general sólo están de paso) son unos aliados de peso. Sin ellos, reconocen nuestros informadores, la mina ya estaría funcionando. Aportan mucho apoyo nacional e internacional, y tienen las ideas claras. A pesar de algunos roces en cuanto a métodos y actitudes, los dos grupos colaboran y los de Real de Catorce son optimistas en cuanto a los resultados: de momento todo está parado y se comenzó una acción jurídica para pedir el reconocimiento del fundo legal antiguo de Real de Catorce. Si se amplían los límites del fundo legal actual para hacerlos coincidir con los del original, las concesiones otorgadas a las empresas mineras en ese territorio quedarán inválidas.

Entre el pueblo originario wixárika, que defiende su territorio sagrado, y los vecinos de Real de Catorce, que construyeron por sí mismos una alternativa de vida a la minería fundada en el turismo cultural, se teje una alianza objetiva que, esperémoslo, logrará una victoria contra los intereses del capital internacional.

[1] [8] Las minas no volvieron a abrir hasta los años setenta, con la excepción de la mina Santa Ana del otro lado del túnel, hacia el pueblito de La Luz, abierta en 1945. También fue la última en cerrar en 1991.
[2] [9] Viniendo de Real de Catorce, cuando aparece el Cerro Quemado, tiene el perfil de un elefante, con la cabeza orientada hacia el este.
[3] [10] La construyeron hace poco, la anterior fue quemada por los esbirros de la minera.
[4] [11] El pueblo wixárika y sus aliados están peleando para que sea reconocido patrimonio natural y cultural, y no inmaterial tal como le pide el gobierno federal y acaba de ser rechazado por la UNESCO. Ser patrimonio inmaterial no impide la explotación minera.
[6] [14] Cactus pequeño originario del desierto chihuahuense. Ahora es una planta protegida, su consumo y comercialización están prohibidos, excepto el uso ritual por los huicholes.
[7] [15] Real de Catorce incluye 7 ejidos y 90 comunidades, muchas con actividades agropecuarias.


Fuente: Desinformémonos.org