"Equivocado calificar al comercio por su volumen, lo importante es a quién beneficia”
Washington, 2 de enero.- Lori Wallach, directora de Global Trade Watch, el proyecto sobre comercio internacional de la poderosa organización de defensa de consumidores y derechos ciudadanos Public Citizen, fundada por el legendario Ralph Nader, caracteriza el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) como un “experimento peligroso” de las empresas trasnacionales, que nutrió una desigualdad económica sin precedente en este país, y además destruyó sectores laborales y agrarios tanto en México como en Estados Unidos.
Al marcar su vigésimo aniversario, el TLCAN fue “un experimento radical impuesto sobre tres países por el bloque más grande de empresas agroindustriales, petroleras, de gas, mineras, farmacéuticas y otras trasnacionales que en Estados Unidos no cumplieron con una sola de las promesas positivas, y más bien acabó en daños sociales y económicos muy serios, incluyendo vaciar nuestra base industrial, que era el fundamento de nuestro empleo de nivel de clase media”, afirmó Wallach en entrevista con La Jornada.
La abogada, egresada de Harvard, fue la coordinadora de la Citizens Trade Campaign, alianza nacional de sindicatos, organizaciones agrarias, ambientalistas y otros que fue la voz de la oposición civil más poderosa durante el debate sobre el tratado, y hoy continúa dedicándose a promover el debate nacional contra lo que llama la agenda empresarial y antidemocrática del libre comercio.
Detallando los efectos que atribuye al tratado y acuerdos parecidos, señaló que en Estados Unidos “tenemos una desigualdad en ingresos que, a 20 años de la firma del pacto, se parece mucho más a la de México… De hecho, el salario medio aquí se desplomó en términos reales, comparado con el que existía antes del TLCAN”.
Mientras los promotores de las políticas de libre comercio festejan el éxito de su tratado en este aniversario, al resaltar el incremento del volumen en el intercambio económico en América del Norte, Wallach argumenta que “no se trata de volumen, sino en qué dirección y para beneficio de quién es el comercio. Se puede incrementar el volumen del agua, pero a veces lo llamamos inundación”.
Wallach pinta varias imágenes para exhibir los efectos del TLCAN y las políticas detrás del acuerdo en Estados Unidos.
“Primero tomaría una fotografía de una calle quemada, abandonada, con carros oxidados en el Detroit en bancarrota –en su época una de las capitales industriales más vibrantes del mundo–, y ahora se trata de una ciudad en quiebra y con cuadras y cuadras que parecen estar en una zona de guerra”.
Continúa: “Otra imagen serían los grandes campos agroindustriales del medio este norteño, donde ves las cáscaras de lo que eran decenas de pequeñas granjas familiares en medio de esas nuevas granjas gigantescas con su maíz o soya subsidiados por el gobierno. Ves las estructuras que se están cayendo de lo que fue una granja pequeña diversificada que fue propiedad de una familia durante generaciones, rodeada de hectáreas y hectáreas, kilómetros y kilómetros de una operación de monocultivo con semillas genéticamente modificadas, cosechadas para que una empresa agroindustrial gigantesca como Archer Daniels juegue, si lo que cultiva es trigo, contra los canadienses, si es maíz, contra los granjeros de México, Brasil y Argentina, mucho de lo cual acaba siendo parte de un dumping generalmente en países en desarrollo, donde los granjeros no están subsidiados.
“Otra imagen más del TLCAN en mi país serían las crecientes comunidades marginales de inmigrantes, marginales en términos de que no cuentan con servicios básicos comunitarios, negados derechos básicos por no tener papeles, pobladas por gente que dejó su país no por opción, sino por desesperación y que logró llegar aquí evitando morir en el camino del cruce. La inmigración desde México a Estados Unidos se duplicó con el tratado, lo opuesto a lo que fue prometido. Estas comunidades son los refugiados del pacto en Estados Unidos.
“Están también los miles de trabajadores industriales altamente capacitados, no pocos de ellos inmigrantes de segunda o tercera generación de Europa, Irlanda, quienes migraron aquí, se sumaron a un sindicato y lograron crear una existencia de clase media para sus familias, y que ahora se encuentran de repente desempleados porque su empleo fue trasladado fuera del país”, relata. Aunque no todo esto es directamente por el tratado, Wallach afirma que son las mismas líneas que definen el pacto. “Los hijos de estos ahora serán la primera generación de estadunidenses que bajarán un escalón, o sea, que no tendrán un mejor nivel de vida que sus padres. Algunos llaman esto la brasilerización de Estados Unidos”.
Y finalmente, una imagen de “la gran concentración de tóxicos en la franja fronteriza, algo que se puede registrar visualmente, sobre todo con las colas infinitas de camiones en los cruces fronterizos, la contaminación tanto de su transporte como de su carga y, por supuesto, los índices de enfermedad grave –cáncer y asma– en esas zonas”.
¿Pero no hay nada, ninguna imagen positiva? “La verdad es que es bastante terrible. El TLCAN fue un experimento peligroso que es un fracaso para la mayoría de nosotros, pero es justo lo que las empresas que lo promovieron tenían en mente”, responde.
“La única cosa positiva, creo, fue la respuesta de solidaridad entre gente trabajadora, granjeros, entre agrupaciones de sociedad civil en los tres países, entre otros, todo esto porque al inicio del debate sobre el TLCAN nos dimos cuenta de que a pesar de las diferencias que teníamos entre cada país, mucha gente en las tres naciones estábamos unidos contra la agenda empresarial que se elaboró para imponerse sobre todos nosotros con el tratado”, comenta.
“Aprendimos mucho de los otros entre los tres países, sobre todo lo que teníamos en común, las aspiraciones y objetivos, y esperanzas. Muchos nos hemos mantenido en comunicación a lo largo de estos 20 años, como testigos de cómo este paradigma del TLCAN se implementó de una forma tan peligrosa y dañina para nuestras vidas, nuestras comunidades y países. Como resultado hay un tipo de solidaridad, un nuevo tipo de internacionalismo en las Américas, forjado después de ser golpeados por el tratado, y no por los grandes beneficios que se nos prometieron”, concluye.