Víctor M. Toledo - Opinión - La Jornada
Noventa y cinco
mexicanos de tres sexos y tres institutos políticos que no alcanzaron a
desayunar ni a comer por su arduo trabajo terminaron cenándose a la
nación, llevando como frase emblemática el gigantesco anuncio del
recinto:
¿Qué mecanismos profundos hicieron levantar el brazo a estos
personajes para favorecer a gigantescas corporaciones petroleras,
mineras y energéticas por encima de los intereses de la nación, pasando
por los cuerpos y almas de unos 60 millones de mexicanos empobrecidos, e
invitándoles de paso a la rebelión? ¿Para tomar la decisión, hicieron
los cenadores una cuidadosa revisión de los factores a favor y en
contra, y de los impactos posibles? ¿Tomaron en cuenta, con
responsabilidad, las opiniones de los diversos sectores ciudadanos?
¿Consultaron, discutieron, fundamentaron y luego promulgaron? ¿Estaban
despiertos cuando con su mano levantada consagraron los mecanismos
legales para que Shell (467 mil millones de dólares en ventas durante
2012), Exxon (420 mil millones de dólares), Sinopec de China (411 mil
millones de dólares) y British Petroleum (370 mil millones de dólares)
pudieran acceder al petróleo de México?La patria es primero. Y su hambre no tuvo límites. Un hambre extraña y desesperada. Un hambre inducida, a la manera de los perros de caza. El suceso es insensato, desde cualquier ángulo, porque a ellos se debe el haber volteado la balanza de la República y, más aún, haber generado una involución histórica; un salto hacia atrás. 2013 borró a 1938 en unas cuantas horas. La memoria calcinada. El pacto social derruido. Los fundamentos esenciales de la Constitución de 1917, surgida del sacrificio de un millón de mexicanos, fueron devorados por 95 de sus descendientes, casi un siglo después. Cenaron y el resto de las re-cámaras ciegamente imitaron el acto y volvieron a cenar.
Miro con cuidado las 95 fotografías que hoy circulan profusamente por las redes sociales, bajo el título de
Traidores a la patria. ¿Es justo el calificativo? ¿Qué tienen en común este casi centenar de mexicanos, además de usar perfumes caros, tener chofer de autos de lujo, no poder mirar de frente y verse en el espejo varias veces al día? Porque ciertamente en la re-cámara de estos cenadores hay gánsters, líderes corruptos, falsos ecologistas, júniors, narcopolíticos, alcaldesas represoras y personajes que rebuznan, pero también gente instruida que pasó por universidades y tecnológicos, posgraduados, becarias en el extranjero, y hasta un ex director del Conacyt, que supongo son gente sensata, leída, que algo sabe de la historia de México. ¿Qué quebró la claridad de estos supuestos representantes populares? Es exagerado pensar que hubo una compra masiva de sus votos, no obstante pertenecer a un país donde se llega al poder comprando los votos de los ciudadanos. La política convertida en mercado es una realidad dolorosa, pero también el que sea una práctica de tramposos, corruptos y lacayos.
Los cenadores cenaron y hoy medio país los identifica como
traidores a la patria. Dada la trascendencia de sus decisiones, los 95 sin excepción están moralmente obligados a explicar públicamente a la sociedad nacional las razones de su voto. Los sentimientos de una nación herida no tienen límites y suelen tomar la forma del fuego. Como otras tantas cosas, al levantar la mano los cenadores lo olvidaron. De la misma forma que ellos serán olvidados o, lo que es peor, recordados como mexicanos apátridas.