Julio Hernández López - Astillero
El mensaje político no
fue dado en Palacio Nacional sino afuera, en la plancha del Zócalo,
llamado Plaza de la Constitución, utilizada con desdén significativo y
anunciatorio como dominado estacionamiento de los vehículos de lujo de
los poderosos que adentro, en el ritual cortesano, competían en
otorgamiento de aplausos acríticos y serviciales ante la palabrería del
atlacomulquense en jefe que desgranaba cifras y anuncios en su segundo
reporte de actividades al frente del fideicomiso de liquidación nacional
conocido como Presidencia de la República, Inc.
No se hagan bolas: el mismo espacio simbólico, sacralizado como
referente de luchas históricas, protestas populares y reivindicaciones
democráticas que el peñismo-mancerismo ha ido escamoteando a base de
encapsulamientos granaderos y otras artes represoras, apareció
llanamente convertido en prosaico depósito vehicular de la élite
encopetada, con asta bandera al centro y vigilancia militar extrema. Si
México no hubiera cambiado, cuando menos el uso de suelo del Zócalo sí,
aunque anoche un vocero de Los Pinos decía que de alguna manera se
buscaría castigar lo que hubiera habido de malo en algo que no sabía
bien a bien por qué se había dado.
De manera infantil, como si una pareja de jóvenes padres ocupados hubiera sido rebasada por los acontecimientos en una improvisada fiesta de bautizo, el vocero Eduardo Sánchez tuiteó: ‘‘Fue una decisión equivocada de quienes estaban a cargo del acomodo vehicular. Esta situación no se volverá a repetir’’. Esta columna no está en condiciones de asegurar si habrá redadas y castigo ejemplar para franeleros, viene-viene y demás presuntos responsables, pero cuando menos deberían pasar por el paredón del desempleo a los hilvanadores de excusas oficiales. ¡Muy mal si la gerencia general del país no ordenó la toma del Zócalo controlado férreamente por marinos y soldados! ¡Terrible si el ocupante de la oficina principal de Palacio Nacional no sabe lo que sucederá a unos metros de su burbuja!
La reivindicación ostentosamente impúdica de los privilegios de las cúpulas pretende consolidar en el DF la percepción de que es inevitable el agandalle priísta del espacio electoral en la contienda por venir. El enjambre automotor de los faltos de poder enloquecía en el tráfico empeorado por el cierre de calles para el acto peñista en Palacio Nacional, mientras los invitados con fuero en sus cuatro ruedas podían instalarse cómodamente en la planicie reservada. Caos en la línea 3 del Metro (como cada día sucede en ésta o alguna otra), con ríos humanos enviados al hacinamiento en autobuses, mientras una parte de los mil 200 que sí las pueden tenían derecho a instalarse en el cuadrado que antes ha conocido pistas de hielo, servicio de tranvía, jardineras y arbolados, experimentaciones urbanísticas, desfiles cívicos y militares, campamentos de protesta, huelgas de hambre, camiones como templete de estudiantes insurrectos, tribunas fragorosas, llenos estremecedores y poderosos (varias veces con AMLO) y un permanente olor a lucha por la democracia y la justicia. Pero nunca antes tan venerable plancha había tenido el infamante destino de aparcamiento de superlujo, lote izquierdistamente baldío, explícita y ofensiva plataforma de despegue de La reconquista priísta de la antigua Tenochti-tlán, con estación intermedia en 2015.
De manera infantil, como si una pareja de jóvenes padres ocupados hubiera sido rebasada por los acontecimientos en una improvisada fiesta de bautizo, el vocero Eduardo Sánchez tuiteó: ‘‘Fue una decisión equivocada de quienes estaban a cargo del acomodo vehicular. Esta situación no se volverá a repetir’’. Esta columna no está en condiciones de asegurar si habrá redadas y castigo ejemplar para franeleros, viene-viene y demás presuntos responsables, pero cuando menos deberían pasar por el paredón del desempleo a los hilvanadores de excusas oficiales. ¡Muy mal si la gerencia general del país no ordenó la toma del Zócalo controlado férreamente por marinos y soldados! ¡Terrible si el ocupante de la oficina principal de Palacio Nacional no sabe lo que sucederá a unos metros de su burbuja!
La reivindicación ostentosamente impúdica de los privilegios de las cúpulas pretende consolidar en el DF la percepción de que es inevitable el agandalle priísta del espacio electoral en la contienda por venir. El enjambre automotor de los faltos de poder enloquecía en el tráfico empeorado por el cierre de calles para el acto peñista en Palacio Nacional, mientras los invitados con fuero en sus cuatro ruedas podían instalarse cómodamente en la planicie reservada. Caos en la línea 3 del Metro (como cada día sucede en ésta o alguna otra), con ríos humanos enviados al hacinamiento en autobuses, mientras una parte de los mil 200 que sí las pueden tenían derecho a instalarse en el cuadrado que antes ha conocido pistas de hielo, servicio de tranvía, jardineras y arbolados, experimentaciones urbanísticas, desfiles cívicos y militares, campamentos de protesta, huelgas de hambre, camiones como templete de estudiantes insurrectos, tribunas fragorosas, llenos estremecedores y poderosos (varias veces con AMLO) y un permanente olor a lucha por la democracia y la justicia. Pero nunca antes tan venerable plancha había tenido el infamante destino de aparcamiento de superlujo, lote izquierdistamente baldío, explícita y ofensiva plataforma de despegue de La reconquista priísta de la antigua Tenochti-tlán, con estación intermedia en 2015.
Las causas y luchas de izquierda han sido sistemáticamente
expulsadas de ese Zócalo histórico desde el primer día de gobierno de
Peña Nieto, con la colaboración en esa fecha de quien ejercía sus
últimos días como jefe capitalino, Marcelo Ebrard, y luego con el
entusiasmo vocacional de Miguel Ángel Mancera, quien se ha especializado
en el tendido de redes de contención, infiltración, división y luego
abiertamente golpeo o detenciones de ciudadanos que durante la
‘‘primavera’’ izquierdista del Distrito Federal nunca habían asumido a
los correspondientes gobiernos como adversarios fragorosos, sino todo lo
contrario.
Ahora, sin embargo, el nuevo inversionista electoral, de siglas EPN,
ha llegado con suficientes monedas para ponerle al parquímetro del
Zócalo y anunciar que ocupará los lugares que vaya viendo vacíos (y, los
que no, también), con un izquierdismo viene-viene acomedido para
auxiliar a las tareas ya pagadas (¡Ánimo, Mancera! ¡Ánimo, Silvano!
¡Ánimo, Barbosa!) Nuevas líneas del Metro, anunció el nuevo regente del
Departamento del Distrito Federal, agradecidamente acompañado por el
políticamente cada vez más empequeñecido Mancera. Construcción de nuevo
aeropuerto internacional, como magna obra del sexenio, en terrenos
‘‘contiguos’’ al actual, con guiño de contrataciones de empresas y mano
de obra en el Edomex, pero también en el DF, mientras en San Salvador
Atenco los machetes vuelven a alzarse. Nueva etiqueta para el mismo
producto tan milagroso para la compra de voluntades electorales, el
Oportunidades clásico que ahora se convierte en Prospera, con la
inevitable correlación inmediata de las dos primeras iniciales del
rebautizo con las correspondientes del partidazo ya en campaña,
PRIspera, más que prospera. ¿PRI en espera?
El uso para fines particulares de un espacio férreamente negado a
otros mexicanos, incluso para el cumplimiento de derechos
constitucionales, fue consecuencia del uso para fines particulares del
Palacio Nacional, que a veces funciona como foro televisivo para
Conversaciones a modo y ayer para un acto de autoelogio organizado por
el C. Enrique Peña Nieto. En esa sesión privada (si unos alquilan la
Rotonda de las Personas Ilustres para celebrar cumpleaños, ¿por qué no
ofrecer Palacio Nacional en renta para que quien quiera invite allí a
sus cercanos para que le aplaudan?), el enjundioso lector de pasajes
personalmente seleccionados omitió referirse a muchos otros, críticos,
difíciles, supurantes.
Los viene-viene de izquierda rápidamente reaccionaron ante estos
monólogos peñistas. Faltaba más, que a partir del año entrante el Señor
Presidente dé su informe en San Lázaro, han propuesto, para que ya no
requiera de fiestas privadas y sin estacionamiento oficial. ¡Hasta
mañana!