lunes, 3 de febrero de 2014

Los damnificados de Guerrero sobreviven también al olvido

A las comunidades indígenas golpeadas por el huracán Manuel, pero lejanas de los reflectores, solamente les llegan Coca Colas y promesas sin cumplir, denuncian sus habitantes.
2 febrero 2014 | Prometeo Lucero y Jaime Quintana Guerrero | Desinformémonos.org
Los olvidados del huracán Manuel
“Vivimos como animales”, acusa Braulio Pérez, padre de seis hijos, en el campamento de desplazados de San Miguel Amoltepec el Viejo. Los habitantes de esta comunidad na’savi (mixteca) de la Montaña guerrerense se mantienen de pie, a pesar de haber perdido todo por el paso de los huracanes Manuel e Ingrid.

Pasaron ya cuatro meses de que el meteoro impactó en el Pacífico y dejó pérdidas humanas, de cosecha, ganado y patrimonio. También pasaron dos semanas de la visita de Enrique Peña Nieto a la cabecera municipal de Cochoapa el Grande, donde promovió su Cruzada Nacional Contra el Hambre. La comitiva no pasó por San Miguel Amoltepec, ni por ningún otro poblado afectado; por el contrario, un vehículo mató a un niño al atropellarlo.
Guerrero, México.- 

La cabecera municipal de Cochoapa recibió importantes cambios cosméticos en su calle principal: un portal a la entrada, algunas casas de madera fueron reconstruidas con cemento y lucen recién pintadas, algo de pavimentación, un kiosko y un zócalo remodelados. Todas las fachadas tienen una lona de la Cruzada y hay más tiendas, donde se venden (y consumen) refrescos y productos chatarra.

La noche del 14 de septiembre de 2013 la comunidad de San Miguel Amoltepec el Viejo, una de las poblaciones más antiguas de la zona na’savi de Cochoapa el Grande, Guerrero, quedó sepultada bajo toneladas de lodo tras el paso del huracán Manuel. Desde entonces. Los habitantes viven a la intemperie en un terreno, cubiertos apenas por láminas.

Mientras Manuel golpeaba al estado, el gabinete estatal departía en una fiesta para el festejo de la Independencia de México. Simultáneamente, Ingrid causó pérdidas en el Golfo de México, particularmente en el norte de Veracruz y sur de Tamaulipas, además de inundaciones en varios estados y la capital.

Tras el desastre, la mayoría de los medios de comunicación focalizaron su atención en la zona turística de Acapulco y en La Pintada, Atoyac, donde un deslave también sepultó una población entera. La Montaña y Costa Chica y otras poblaciones quedaron en un segundo plano.

En el campamento, a unos 30 kilómetros por terracería de la cabecera, viven cerca de 30 familias a la intemperie. Las personas comen y duermen con chivos, borregos, gallinas y perros en el mismo terreno. Las mujeres tejen sombreros de palma que venden en 10 pesos, pero en Tlapa se venderán para eventos festivos en mucho más dinero. Sobreviven con lo que se puede rescatar de cosechas y despensas que llegaron de apoyo, pero nunca son suficientes. Tampoco hay agua potable y sólo pasó una vez una brigada médica.

Los niños de este pueblo de mayoría monolingüe padecen desnutrición severa y enfermedades respiratorias, pues desde los desgajamientos de los cerros no han sido reubicados. Tampoco se vislumbra dónde, pues sus vecinos de San Lucas no quieren que sean trasladados a sus terrenos. “Nosotros podemos construir”, señala Braulio.

“Sedesol (Secretaría de Desarrollo Social) viene pero no hace nada”, insiste el hombre. No miente, pues llegan dos funcionarios jóvenes a tomar nota en una libreta, sin hablar con la población, y se retiran sin más. Cada tanto, explica, reciben 10 costales de maíz, que no alcanzan para sustentar a una familia. También, por familia, recibieron una colchoneta.

Y eso fue todo.

Comunidades de La Montaña de Guerrero no se resignan al abandono
México. “Promesas, soldados y Coca Cola” es lo único que recibieron las comunidades de la Montaña de Guerrero del gobierno estatal, después de cinco meses de que el huracán Manueldañó casas, destruyó milpas y arrebató vidas, denuncia Edith Na Savi, miembro del Consejo de Damnificados de la Montaña de Guerrero. Pero ni así se resignan al olvido “y hacemos lo que podemos”.

Nacida en la comunidad de San Marcos, municipio de Zitlaltepec, la joven mujer informa que los pueblos de la Montaña realizarán la “Peregrinación del Hambre”, una movilización que realizará una concentración en la ciudad de Tlapa de Comonfort. Ahí se dará a conocer una lista de acciones del Consejo de Damnificados de la Montaña.

El problema de la alimentación en las comunidades afectadas por el meteoro es preocupante, relata Edith Na Savi. “La mayoría de la gente se quedó sin nada, tres o cuatro costales a lo mucho de mazorca, y de maíz dos bultos para todo el año. Eso ni de chiste va alcanzar, y más si son familias con dos o tres niños”.

El Consejo de Damnificados de la Montaña agrupa a cerca de 200 comunidades de 11 municipios, y acordó hacer su lucha como región entera, no por municipios. Realiza reuniones cada 15 días, en un proceso que la joven representante califica como “delicado”. Tienen ya cuatro meses desde que se conformaron, y a “algunas autoridades comunitarias las callaron con recursos, mientras otras se aislaron, pero regresan. La mayoría se mantiene”.

Edith Na Savi señala que en los cinco meses transcurridos desde el impacto del huracán, las autoridades los traen “dando vueltas”, y advierte que el Consejo evalúa ya realizar otro tipo de acciones. “No podemos estar así, jugando con la palabra y con los pueblos”, declara.

La joven indígena señala que es urgente que la gente conozca lo que sucedió en las comunidades de La Montaña, pues pronto comenzarán las lluvias de nueva cuenta y habrá deslaves.

Los militares fueron a preguntar por armas

En el Consejo de Damnificados de la Montaña se ha debatido sobre la presencia de los soldados en la región. “En un principio, la gente de San Marcos no cuestionó la entrada del ejército; y en Zitlaltepec se dijo que los militares realizarían una campaña sobre alimentación, condicionando la instalación de los comedores a su entrada”, recuerda la representante. Los habitantes de las comunidades, añade, “estaban más preocupados porque no se les viniera el cerro, y por ver cómo le hacían para resolver el asunto de los enfermos y lo smuertos”.

Los soldados entraron a través de los comedores, pero se dedicaron a preguntar a la gente “si conocían a la gente que tenía armas, si la gente se organizaba, que quiénes apoyaban a la Policía Comunitaria, cosas que no tienen nada que ver con la Cruzada contra el Hambre”, denuncia Edith Na Savi.

San Marcos reconstruye en solitario

La comunidad de San Miguel Amoltepec sigue en un campamento, sin abandonar sus tierras. San Marcos, municipio de Zitlaltepec, realiza por cuenta propia sus estudios de tierra y ofrece consultas sanitarias con apoyo de médicos solidarios.

La comunidad de San Marcos es una de las tantas que denunció el abandono y las condiciones de vida reales que viven los damnificados en La Montaña. Las grietas que la atraviesan nacieron después de que se colapsó un cerro cercano a la cabecera del pueblo. Perdieron la vida cuatro integrantes de una familia y dos jóvenes que fueron arrastrados por el lodo y el agua.

A los habitantes de San Marcos les anunciaron que el Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED) presentaría un informe sobre su comunidad. El documento nunca les llegó, acusa la joven. “Nosotros tenemos nuestro estudio, que realizaron arquitectos e ingenieros solidarios de la ciudad de México”.

La arquitecta Ligia García y el ingeniero Arnulfo Silva Adaya, realizadores del informe independiente, mencionan en el documento que “es prioritario dejar asentado que existe alto riesgo de que se presente otro deslizamiento de grandes dimensiones, en el costado norte donde ocurrió el anterior.

”Existe una larga fisura que atraviesa de oriente a poniente en la parte más alta de la elevación montañosa, cuyo ancho y profundidad es de 10 centímetros en promedio y en algunas partes con mayor dimensión, lo cual puede apreciarse a simple vista y suponer el posible desprendimiento del terreno”.

El informe advierte que “la fragilidad será mayor, colocando en situación de alto riesgo a las viviendas ubicadas en su ladera del costado oriente, y que colindan con la zona en la que fueron arrasadas personas y viviendas en el evento del 16 de septiembre pasado”.

Este documento, explica Edith Na savi, les ayuda a sustentar exactamente lo que ocurre en la zona, porque “no se trata sólo de sacar la foto para ver que se cayó la Montaña y entonces concluir que todos se tienen que ir de ahí”.

“Aquí se trata de consultar a la gente y demostrar lo que sucede, constatar las grietas y los niveles de riesgo. Muchas veces a los pueblos nos engañan por que no contamos con la información”, agrega la joven representante.

La salud y la alimentación en la comunidad

“El gobierno que no crea que nos van a sacar, o que nos estamos quedando con las manos cruzadas. En los pueblos las cosas siguen igual, las carreteras siguen mal, la gente sigue enferma y come lo que puede. Pero hacemos lo posible para salir adelante”, explica la indígena na savi.

La alimentación es una de las principales preocupaciones de la comunidad, pues después del huracán, llegaron los vientos de noviembre y acabaron con lo poco que quedaba de las cosechas.

La salud es otro tema al que le falta atención, señala la joven Na Savi. A San Marcos llegó un médico solidario de la ciudad de México, que se despertaba a las 6 de la mañana para atender y descansaba hasta que la luz se acababa, cerca de las 8 de la noche. Revisó a niños, jóvenes y adultos, y “no cobró ni un peso. Realizó 300 consultas en una semana”.

El personal de la Secretaría de Salud estatal jamás arribó, salvo un médico que apareció recientemente, indica Edith Na Savi, “sólo para regañar a la comunidad por traer a una persona de fuera del estado. Después se regresó a sus oficinas y jamás volvió”.