Astillero-Julio Hernández López
La primera tanda de acciones de la segunda guerra contra el narcotráfico” apenas alcanzó para una aparatosa concentración de fuerzas federales en la Tierra Caliente de Michoacán y para la recelosa ocupación de la presidencia municipal de Apatzingán (capital ejecutiva del imperio templario), cuyo blindaje extremo, con camionetas alineadas defensivamente al frente y despliegue descomunal de armas y personal policiaco y militar denotan a las claras el poderío del cártel al que temporalmente se estaría desplazando de su sede.
No se informó de detención alguna de capos caballeros ni de algunas de sus abundantes tropas y tampoco se desarmó a los grupos de autodefensa ni hubo aprehen- siones de quienes irregularmente portaran armas, aunque durante la noche del lunes y las primeras horas de la madrugada del martes hubo generalizada inquietud e incluso la muerte de cuatro personas, una de ellas menor de edad, a causa de disparos directos hechos por militares, según videos difundidos en redes sociales y las denuncias específicas difundidas por medio de las cuentas internéticas (@ValorMichoacan en Twitter y Valor por Michoacán SDR en Facebook. SDR son las siglas correspondientes a “situación de riesgo”) que constituyen una suerte de vocería extraoficial del movimiento de resistencia armada popular en la entidad.
Esos grupos de autodefensa se convirtieron de manera marcada en el objetivo central del despliegue de fuerzas militares que se produjo luego del discurso de Miguel Ángel Osorio Chong en Morelia, donde habló de acciones implacables contra todos aquellos que se movieran fuera de los parámetros legales. Los soldados avanzaban en territorio controlado por las autodefensas e iban retirando armas en cuanto po-dían, en aparente cumplimiento a rajatabla de las órdenes superiores. En ese lapso se produjo, en la comunidad de Antúnez, el asesinato de las cuatro personas mencionadas. Parecía inevitable que la región ardiera, en una noche que según las voces más angustiadas presagiaba una masacre contra ciudadanos que se negaban a entregar sus armas y marcharse a sus casas para dejar que los gobiernos siempre incompetentes y cómplices se hicieran cargo del desastre persistente.
Pero, por allí de las dos de la madrugada del martes, las órdenes cambiaron. En varios casos, según la misma fuente (Valor por Michoacán) las armas fueron devueltas a grupos de autodefensa que pudieron reinstalar sus rutinas de protección (rondines, retenes, por ejemplo). Los soldados se retiraron a sus cuarteles y al siguiente día los roles se mantuvieron sin cambios, con los templarios en “fuga” cantada, las autodefensas en posesión de armas, el Ejército y la Policía Federal tomando posesión de la zona, el gobernador sentado en un Apatzingán al que de otra manera no iría y el secretario de Gobernación (MAO) como comandante en jefe de una farsa popular prolongada.
De entre las confusiones y las manipulaciones destacó negativamente el papel cumplido por el noticiero principal de Televisa, a cargo de Joaquín López Dóriga, donde se difundió en forma irregular una pieza de video en la que el principal dirigente de los grupos populares levantados en armas, el médico Juan Manuel Mireles, aparecía para aceptar con agrado, “a nombre propio y de todos los coordinadores generales de las autodefensas”, el llamado de Osorio Chong a deponer las armas y retirarse a sus casas. En una insólita deposición, a contrapelo de su espíritu bravío y sus anteriores consideraciones, Mireles aceptaba lo planteado por Gobernación y por “nuestro amigo el gobernador” Fausto Vallejo.
Un olfato periodístico mínimo habría hecho poner bajo la lupa tales expresiones de Mireles, quien había sido “dado de alta” del hospital Médica Sur la noche del domingo (a unas horas del acto de Osorio Chong en Morelia) y trasladado a un sitio secreto en un helicóptero de la Policía Federal, según versiones de empleados de ese hospital, aunque el gobierno federal se empeñó en negar tales señalamientos. Secuestrado o sólo “vigilado” luego del extraño incidente aéreo que había sufrido días atrás, Mireles fue puesto frente a una cámara que grabó lo que sería difundido a la hora en que en Tierra Caliente avanzaba el Ejército para desarmar a las autodefensas.
El muy experimentado López Dóriga no dudó en dar benévolo espacio a una especie de filtración que tenía tufo de provenir de los sótanos de los poderes. Comprensivo, sólo mencionó de Mireles que “esta noche no se sabe a dónde fue trasladado ni el motivo, pero me han llegado estas declaraciones que comparto con usted” (http://bit.ly/19sXVEs). A la misma hora en que en Televisa se difundía ese video que había “llegado” tal vez de manera providencial, algunos reporteros se reunían en un lugar desconocido con Mireles (los periodistas habían sido llevados con ojos tapados y les habían pedido ocultarse, pa- ra no ser vistos por agentes federales), quien explicaba que la Secretaría de Goberna- ción le había pedido leer un texto, pero que él estaba en contra del desarme en cuanto no fueran detenidos los jefes principales de los templarios (http://bit.ly/1fvWWGx). ¡Hasta mañana!