Miguel Badillo - Contralinea
Los gobiernos de la alternancia (Partido Revolucionario Institucional y Partido Acción Nacional) se suceden el poder y las cosas no mejoran. Por ello, el clamor de cambios en el gabinete cada día es mayor, como si la rotación de los servidores públicos fuera una alternativa para alguna solución, cuando lo que enfrenta la sociedad es un mal endémico, un cáncer alimentado por la corrupción, el abuso y la injusticia. Sin embargo, la sustitución de algunos secretarios de Estado, subsecretarios y directores generales en el gabinete de alguna manera da esperanza a parte de la población que espera en algún momento que las cosas mejoren.
Actualmente no hay un sólo sector de la economía que se salve de la crisis que vive el país. En todas las áreas se escuchan protestas y mentadas porque el dinero ya no alcanza para adquirir los productos comestibles más elementales para sobrevivir ni para mantener los servicios básicos. Aunque por supuesto, las afectaciones más angustiantes son las que enfrentan los estratos sociales más marginales: campesinos, ejidatarios, obreros, indígenas, desempleados, subempleados, amas de casa, estudiantes, empleados gubernamentales, secretarias, reporteros, profesionistas y toda la clase media que se ha desplomado en la última década y ha pasado a formar las filas de los 80 millones de mexicanos pobres que hay en el país y que carecen de por lo menos alguno de los satisfactores básicos de vida.
Los gobiernos de la alternancia (Partido Revolucionario Institucional y Partido Acción Nacional) se suceden el poder y las cosas no mejoran. Por ello, el clamor de cambios en el gabinete cada día es mayor, como si la rotación de los servidores públicos fuera una alternativa para alguna solución, cuando lo que enfrenta la sociedad es un mal endémico, un cáncer alimentado por la corrupción, el abuso y la injusticia. Sin embargo, la sustitución de algunos secretarios de Estado, subsecretarios y directores generales en el gabinete de alguna manera da esperanza a parte de la población que espera en algún momento que las cosas mejoren.
Actualmente no hay un sólo sector de la economía que se salve de la crisis que vive el país. En todas las áreas se escuchan protestas y mentadas porque el dinero ya no alcanza para adquirir los productos comestibles más elementales para sobrevivir ni para mantener los servicios básicos. Aunque por supuesto, las afectaciones más angustiantes son las que enfrentan los estratos sociales más marginales: campesinos, ejidatarios, obreros, indígenas, desempleados, subempleados, amas de casa, estudiantes, empleados gubernamentales, secretarias, reporteros, profesionistas y toda la clase media que se ha desplomado en la última década y ha pasado a formar las filas de los 80 millones de mexicanos pobres que hay en el país y que carecen de por lo menos alguno de los satisfactores básicos de vida.
El poder adquisitivo sigue en caída libre,
los salarios se mantienen deprimidos, el desempleo crece todos los días
con la incorporación de jóvenes que demandan fuentes de trabajo, el
campo está sin producir por las pésimas decisiones de las políticas
públicas, muchas fábricas cierran sus puertas, las pequeñas y medianas
empresas están en quiebra, mientras que los grandes corporativos
nacionales son absorbidos por las trasnacionales monopólicas y todo nos
hace creer que le ha llegado el turno a las dos principales empresas del
Estado: Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Comisión Federal de
Electricidad (CFE), las cuales, ahora tendrán que competir en
condiciones desiguales y en un mercado voraz al que nunca se han
enfrentado. Ante eso, nos dicen los del gobierno, nuestra vida va a
mejorar en los próximos años. Yo no lo creo.
Y mientras la economía sigue en picada
sin tener alternativas de mejoras para la población, en otros terrenos,
como la seguridad pública, la violencia va en aumento. Todos los días
la prensa informa de enfrentamientos, ejecuciones, secuestros y abusos,
tanto del crimen organizado como de las mismas corporaciones policiales
que están encargadas de defendernos. No hay autoridad ni corporación que
pueda disminuir y mucho menos frenar esta situación de pánico en la que
vivimos todos los mexicanos, y razones no faltan cuando leemos que
muchos han perdido sus viviendas, sus trabajos, sus comercios, por las
amenazas de bandas delincuenciales.
En este panorama desolador por fin
llegamos al Segundo Informe de Gobierno de Peña Nieto. Han transcurrido 2
años del regreso del Partido Revolucionario Institucional (PRI) al
poder y de la asunción de Enrique Peña Nieto a la Presidencia de la
República, y no se ve cómo podrán mejorar las cosas en los próximos 4
años de gobierno con las reformas constitucionales que se hicieron.
Bueno, sólo algunos empresarios se frotan las manos porque ellos sí podrán ver mejoría en sus de por sí abultadas cuentas bancarias y nuevas inversiones.
Por lo anterior muchos desean y otros
consideran que ha llegado el momento de cambiar a parte del gabinete,
para ir perfilando desde ahora el cierre del sexenio (faltan 4 años) y
preparar la sucesión para mantener al PRI en el poder.
De la Secretaría de Gobernación se
afirma, al interior del propio gobierno, que la salida de Miguel Ángel
Osorio Chong es inminente, pues la política interna es un desastre y los
órganos de seguridad nacional a su cargo han sido incapaces de contener
la violencia. A quien fuertemente se menciona para sustituirlo es al
diputado Manlio Fabio Beltrones, principal responsable en el Congreso de
la Unión de la operación de todas las reformas habidas y por haber que
ahora tanto disfruta el presidente de la República, y con las cuales
cree pasará a la historia como un gran estadista. También en ese puesto
se habla del subsecretario Luis Miranda, el hombre de más confianza de
Peña Nieto y, sin duda, uno de los verdaderos operadores en el gabinete.
Son los propios servidores públicos
quienes esperan que una vez que concluya el Segundo Informe de Gobierno
haya nuevos acomodos y se vengan en cascada los cambios. En esa
lista de movimientos aparece Enrique Martínez y Martínez, titular de la
Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y
Alimentación (Sagarpa) a quien algunos lo ven como sucesor de César
Camacho Quiroz al frente del PRI nacional, y de este dirigente aseguran
que se va al Congreso como diputado federal para convertirse en el
próximo coordinador parlamentario, cargo que ahora ostenta Beltrones. A
este diputado también lo ven como nuevo líder del PRI nacional, pues no
hay duda de que es un fuerte contendiente para ocupar Los Pinos en el
próximo sexenio y dio muestras de ser un político capaz al controlar a
la oposición en el Congreso.
De no llegar a la dirigencia del PRI, a
Martínez y Martínez también lo ubican en una diputación federal, con lo
cual tendría una salida decorosa, pues hay muchas quejas en torno al
campo mexicano, el sector más golpeado en estos tiempos de crisis.
Para relevar a Enrique Martínez al frente
de la Sagarpa está listo Carlos Rello Lara, director del Fondo de
Empresas Expropiadas del Sector Azucarero (FEESA), de quien Enrique Peña
Nieto fue secretario particular al inicio del gobierno de Arturo
Montiel en el Estado de México, cuando Rello fungía como titular de la
Secretaría de Desarrollo Económico en esa entidad. Esta nueva
responsabilidad parece que nadie se la quita.
Otra que podría llegar a una curul
priísta en el Congreso es la actual secretaria de Desarrollo Social,
Rosario Robles Berlanga; ese cargo tan codiciado por aquellos que
también buscan una candidatura presidencial, debido a que es la
dependencia que distribuye dinero y apoyos económicos, lo que a
cualquier aspirante sirve de instrumento de campaña.
Se comenta que por eso Rosario tiene que
salir de ahí y podría ser postulada como candidata a una diputación
federal plurinominal y que su lugar sería ocupado por Ernesto Nemer
Álvarez, actual subsecretario de esa dependencia y una de las personas
cercanas al presidente Enrique Peña, con quien colaboró en el gobierno
del Estado de México y mantiene una estrecha relación familiar, pues es
el esposo de Carolina Monroy del Mazo, prima hermana del presidente de
la República.
Algunos burócratas especuladores aseguran
que Osorio Chong, quien ha tomado clases de oratoria en los últimos
meses, podría sustituir a Robles Berlanga, y con él mantener un frente
abierto de aspiraciones presidenciales para encubrir al verdadero
candidato priísta para 2018. En caso de concretarse la salida de Osorio
de Gobernación, podría ascender el actual subsecretario de esa
dependencia, Luis Miranda Nava, quien sin duda es uno de los
colaboradores y amigos más cercanos del presidente.
Otro movimiento se dará en la Secretaría
de Economía, en donde su titular, Ildefonso Guajardo Villareal, podría
buscar la candidatura del PRI a la gubernatura de Nuevo León para la
elección del 7 de junio de 2015. Pero aún con el apoyo presidencial,
Guajardo no ha logrado crecer en las preferencias electorales, como lo
demuestran las distintas encuestas realizadas en fechas recientes en esa
entidad.
Aunque Guajardo tiene el apoyo de
importantes industriales de esa entidad, no ha logrado permear en el
grueso de la población, por lo que es probable que aunque compita no sea
postulado para el cargo, lo cual al parecer se determinará en el
transcurso de las próximas semanas, cuando se tengan los resultados de
las nuevas encuestas.
Otro supuesto movimiento que se comenta más por grilla
que por realidades es sobre la secretaria de Salud, Mercedes Juan
López, quien dicen que sería sustituida por la senadora María Elena
Barrera Tapia, quien fue titular de la Secretaría de Salud del Estado de
México durante el gobierno de Enrique Peña Nieto, y quien fue también
presidenta municipal de Toluca. Sin embargo, la actual secretaria es bien vista en Los Pinos.
Recientemente ha empezado a circular la
versión de la salida de Jorge Carlos Ramírez Marín, secretario de
Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), quien también iría a
una diputación federal para colocarlo en la antesala de su postulación
como candidato del PRI al gobierno de Yucatán.
También se comenta que la actuación de
Ramírez Marín al frente de esta dependencia no ha sido del todo
satisfactoria y que en el primer círculo del presidente Peña Nieto se le
critica constantemente por su comportamiento “disipado”.
El funcionario que no tiene preocupación
con los movimientos que se avecinan es el poderoso secretario del fisco,
Luis Videgaray, quien es el alfil de Peña Nieto para la
Presidencia en 2018 y ha sido el artífice de la restricción presupuestal
y de las duras políticas del cobro de impuestos, lo que permite al
gobierno sanear en algo las finanzas que cada sexenio son saqueadas por
los mismos servidores públicos, sin importar que esto dañe aún más el
sustento familiar en donde no sólo ya no hay para comer, sino que tiene
la obligación de cubrir sus impuestos. Cualquier parecido con la época
colonial es pura coincidencia.
Miguel Badillo*