Antonio Gershenson | Opinión-La Jornada
Los adelantos de trabajos de petróleo fueron entre funcionarios
petroleros y empresarios. Similares a las del principio de hace ocho días con la
Compañía Petrolera de Altamira y Cheiron Holdings Limited. Y a las de otras que
vimos en esa página. Ahora hay algunas diferencias. Los ritmos fueron ahora fast track, con la intención de producir 200
mil barriles diarios de crudo super pesado en el mar, frente a Campeche. .
A fines de 2012 y principios de 2013 se va extendiendo la mezcla de los
crudos ligeros del Litoral de Tabasco con los ultrapesados de las aguas someras,
medias y profundas frente a Campeche.
Como se sabe, más allá de Ku_Zaap_Maloob, avanzando mar adentro, hacia aguas
más profundas, se ha descubierto un paquete de más de 20 campos.
Al mismo tiempo, se confirma que en Tabasco (Tsimin, Xux, Kimbé), la industria petrolera funciona como un enclave, sin nexo con la industria local, la que, imposibilitada de participar en proveeduría, tampoco puede tomar parte en la fiesta de los contratos.
Tardíamente, cuando ya las obras están en marcha, algunos empresarios propusieron en septiembre pasado que los contratos se desglosaran o fraccionaran. Hemos visto otros casos, incluido el domingo pasado, en los que empresas locales son hechas a un lado y se paga a las
grandotas.
Citamos de una revista: “Sólo el contrato de los texanos de McDermott International, Inc, para la nueva plataforma en Tsimin, tiene un monto de más de 4 mil millones de pesos y se propuso que los subsecuentes se dividieran en varios pequeños de 20 millones, para adecuarlos a empresas medianas, y de menos de un millón para que microempresas pudieran participar. Pero es muy difícil, incluso Emilio Lozoya, el director de Pemex, ya tiene amarrados varios contratos con Keppel Offshore & Marine, de Singapur.
En el testimonio sobre el proceso de contratación se exhibe que el contenido nacional en el contrato de la plataforma Tsimin, en el mejor de los casos, llegaría al 10 por ciento.
Pero la coalición apoderada del gobierno, en su afán de obtener
producción temprana, no sólo beneficia a los extranjeros, sino que también realiza una explotación ineficiente, depredadora.
La que podríamos llamar solución
a la Peña Nieto, es decir, la mezcla de ligeros y pesados, privilegia el interés de vender, es expresión del nuevo modelo de esta etapa del capitalismo mexicano.
Esta solución contrasta con otras burguesías petroleras, como la brasileña, cuya política de explotación de crudos pesados o ultrapesados es distinta, como lo muestra el caso del campo Peregrino, donde no se buscó resolver el problema, de hacerlo aceptable para el mercado, sino de lograr un factor de recuperación más elevado.
El campo Peregrino se descubrió en 1994, pero el factor de recuperación estimado era de 9 por ciento; de ahí que sólo hasta 2007, después de más de 10 años, las autoridades brasileñas aprobaron su desarrollo, cuando la compañía operadora presentó un programa que elevó el factor de recuperación a 20 por ciento; es un caso ejemplar por la aplicación de criterios de gradualidad.
En Brasil existe una política de impulso a la industrialización; en México se pretende su integración al bloque de América del Norte y se impone un modelo de saqueo de minerales, fundamentalmente del petróleo. Por ello, la reforma a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que pretende Peña Nieto es retrógrada y debe ser rechazada.
No sólo estamos ante una política de entrega de Pemex al extranjero, sino también ante un sacrificio de empresas nacionales y pequeñas.
Fuente: La Jornada