México SA-Carlos Fernández-Vega
En este México modernizado” las noticias no dejan de fluir: al cierre de 2013, la deuda del sector público alcanzó un monto histórico de casi 6.5 billones de pesos, con lo que cada uno de los heroicos habitantes de esta República de discursos, incluidos los recién llegados, debe más de 55 mil pesos, sin que nada justifique tal adeudo.
En lo que va del siglo XXI los “modernizadores” autóctonos no dejaron títere con cabeza: en ese periodo la economía nacional registró una tasa anual promedio de “crecimiento” de 1.9 por ciento (incluido el primer año de Enrique Peña Nieto), la menor en ocho décadas; el poder adquisitivo del salario está destrozado; la generación de empleo formal es por demás raquítica y con salarios de hambre; el número de pobres se incrementó en más de 15 millones de mexicanos y, en fin, el bienestar social brilla por su ausencia.
Sin embargo, de diciembre del año 2000 al igual mes de 2013 la deuda pública federal creció y creció (la de estados y municipios es aparte) y cada mexicano vio cómo se incrementó en 440 por ciento el débito por habitante, al pasar de 10 mil 200 pesos en la primera fecha citada (cuando Vicente Fox se instaló en Los Pinos) a 55 mil 100 pesos (al cierre del primer año de Enrique peña Nieto). Todo ello en una economía que, en igual lapso, registró una tasa anual promedio de “crecimiento” de 1.9 por ciento, contra 34 por ciento, también anual, de la deuda por habitante.
La Jornada (Juan Antonio Zúñiga) publicó ayer lo siguiente: “la deuda del sector público mexicano alcanzó un monto histórico de casi 6.5 billones de pesos al término de 2013, cantidad que representó 38.5 por ciento del PIB de ese año, revela el informe de las finanzas públicas enviado por la Secretaría de Hacienda a la Cámara de Diputados. Ese nivel de débito fue alcanzado tras una elevación de 606 mil 174.6 millones de pesos de nuevo endeudamiento contratado en el primer año de gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, lo que significó una elevación nominal de 10.2 por ciento sobre el monto en el que dejó la deuda gubernamental la última administración dirigida por integrantes del PAN Poco más de una tercera parte del incremento de la deuda pública fue propulsado por la inversión de extranjeros en bonos emitidos por el gobierno federal, la cual aumentó en 204 mil 200 millones de pesos durante 2013”.
Y en el detalle, el reporte de la Secretaría de Hacienda al Congreso indica que “el saldo de la deuda neta total del sector público terminó el año pasado en 6 billones 497 mil 20.7 millones de pesos, de la cual tres cuartas partes correspondió a un endeudamiento interno global por 4 billones 847 mil 642.3 millones de pesos, que representaron 28.6 por ciento del PIB de 2013. En tanto, el saldo de la deuda externa valuada en moneda nacional cerró el año pasado en un billón 649 mil 378.4 millones de pesos, que significaron 25 por ciento del débito total del sector público y 9.7 por ciento de la dimensión económica del país. De acuerdo con las cifras de la dependencia, el incremento de los requerimientos financieros del sector público mexicano se produjo en 2008, durante el segundo año de la administración gubernamental de Felipe Calderón (el que prometió no endeudar a los mexicanos), cuando el endeudamiento tuvo un crecimiento anual de 22.6 por ciento” (ídem).
Así es: más de 600 mil millones adicionales en deuda pública a lo largo de 2013, para que la economía nacional “creciera” 1.3 por ciento (o menos) en el año; para que se generara menos empleo formal que en 2012; para que el poder de compra de los mexicanos fuera aún menor que el año previo; para que el número de pobres siga en aumento, y etcétera, etcétera. Nada de nada, pues, pero la deuda por habitante –incluidos los recién nacidos– aumentó 5 mil 85 pesos, en números cerrados, sólo en el primer año del “nuevo” gobierno, para redondear un débito per cápita superior a 55 mil pesos (hasta diciembre del año pasado).
¿Dónde quedó o para qué sirvió tal endeudamiento? En la misma parte y para idéntico fin que en sexenios anteriores: pago de deuda (se tapa un hoyo para abrir otro) y gasto corriente para mantener aceitado el aparato monárquico. ¿Y los mexicanos? Que se jodan, porque son ellos los que, quiéranlo o no, pagan los errores y los excesos, que no son pocos, de la clase gobernante. Transcurrido el tiempo y dados los resultados, todo indica que en materia de endeudamiento José López Portillo era un niño de teta comparado con los “modernizadores”.
En el recuento, cuando Martita y su mascota se instalaron en Los Pinos, por concepto de deuda pública federal a cada mexicano (en ese entonces había 101 millones de ellos) le tocaba asumir un débito de 10 mil 200 pesos, que se incrementó a 29 mil pesos al concluir el sexenio del “cambio” (2006, ya con 108 millones de habitantes); con el nefasto Felipe Calderón en la residencia oficial y “para vivir mejor” tal adeudo aumentó de la última cifra referida a 50 mil 342 pesos (el número de mexicanos pasó de 108 a 117 millones en esos seis años), sólo para que al cierre del primer año de Peña Nieto a cada uno de los 118 millones de paisanos les tocara una rebanada de 55 mil 84 pesos, sin considerar el débito de estados y municipios.
En síntesis, un “modernizador” aumento de 440 por ciento para cada uno de los mexicanos pagadores (un deudor en cada hijo te dio…), en una economía que “creció” 1.9 por ciento anual como promedio en el periodo de referencia, lapso en el que se reportó un elevadísimo déficit de empleos formales, la informalidad se desbocó, el número de pobres creció en no menos de 15 millones, con nulo desarrollo, pero eso sí con miles de discursos alusivos a que, sin duda alguna, “el país va por el rumbo correcto”.
He allí, pues, otro bonito capítulo de la exitosísima “modernización” a la mexicana. Pero no se angustien, que en 2014 el endeudamiento va.
Las rebanadas del pastel
Que no habrá otro michoacanazo, asegura el secretario de Gobernachong, y puntualiza que “las acciones de seguridad en Michoacán no se utilizarán para afectar políticamente a nadie”. Qué bueno que lo aclara, porque corría el riesgo de que se le enojaran los barones de la minería, quienes en esa entidad hacen y deshacen, contratan (autodefensas) y descontratan (templarios) a placer, sin que nadie los toque. Entonces, serenos, que de cambiar, lo que se llama cambiar, nada cambiará en Michoacán, salvo el inventario de cadáveres.
Fuente: La Jornada
Fuente: La Jornada