Carlos Fernández-Vega / México SA
Como parte de su idílica visión del país, el gobierno peñanietista no deja de presumir la
paz laboraly la
creciente generación de empleo. ¿Será?
Pues bien, el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (Idic) documenta de qué se trata (Informalidad, precariedad laboral y empresas de subsistencia: el origen de la trampa de la pobreza):
En México la pobreza tiene una estrecha relación con las condiciones de precariedad que prevalecen en el mercado laboral. Un bajo ingreso monetario impide que las personas y sus familias puedan adquirir los bienes y servicios básicos para desarrollarse adecuadamente. Esto genera la conocida como trampa de la pobreza, pues hay una transmisión intergeneracional de la marginación.
Alimentación, vestido, transporte, servicios de salud pública y educativos, vivienda digna, esparcimiento y seguridad pública son sólo algunos elementos esenciales que todo ser humano debe cubrir con su ingreso monetario para tener la posibilidad de insertarse exitosamente en una economía que ha globalizado la competencia, pero no el acceso a los satisfactores fundamentales para elevar el nivel de bienestar social de la población.
Sin un ingreso económico propio suficiente no es posible erradicar el flagelo que representa la pobreza. La existencia de los programas sociales de gobierno constituye una evidencia fehaciente de que el modelo económico no garantiza la inclusión social de las personas a través de una función productiva realmente remuneradora.
La precarización de la ocupación y el empleo es la causa principal de la pobreza; la magnitud de esta última rebasa con mucho lo que se puede explicar a través de la tasa de desocupación: los bajos salarios y la carencia de acceso a prestaciones de seguridad social representan el mayor perjuicio al bienestar social.
La creación de ocupación y empleo de bajos salarios, vinculado con la informalidad, ha permitido que se acumule un creciente saldo de pobreza que el modelo económico y el gasto de gobierno no pueden solventar.
La precariedad de la ocupación y el empleo son mayores en aquellas entidades federativas donde la población en situación de pobreza supera al promedio nacional. Personas que están ocupadas y con empleo, pero que tienen ingresos inferiores a dos salarios mínimos.
De acuerdo con el Coneval, el problema de pobreza multidimensional involucra a 55.3 millones de mexicanos; la tasa de desocupación a 2.5 millones. Por tanto, es evidente que la marginación social no puede explicarse por la falta de ocupación y empleo.
Aun considerando que una familia promedio en México tiene cuatro integrantes, es evidente que la pobreza supera ampliamente el problema de la desocupación; la falta de empleo contribuye a la marginación, pero sólo es una parte del desequilibrio económico y social que enfrenta México.
Si se considera que hay 28 millones de personas con carencia alimentaria, es decir, que no tienen ingreso suficiente para satisfacer el requerimiento más básico de cualquier ser humano, comer, también queda claro que el problema no es el desempleo.
El 72.2 por ciento de las unidades económicas del país (básicamente empresas) tiene menos de dos personas ocupadas. Si bien generan casi 20 por ciento de la ocupación, solamente pagan 1.6 por ciento de las remuneraciones. La razón es que únicamente producen 3.7 por ciento del total nacional.
En México la pobreza tiene una estrecha relación con las condiciones de precariedad que prevalecen en el mercado laboral. Un bajo ingreso monetario impide que las personas y sus familias puedan adquirir los bienes y servicios básicos para desarrollarse adecuadamente. Esto genera la conocida como trampa de la pobreza, pues hay una transmisión intergeneracional de la marginación.
Alimentación, vestido, transporte, servicios de salud pública y educativos, vivienda digna, esparcimiento y seguridad pública son sólo algunos elementos esenciales que todo ser humano debe cubrir con su ingreso monetario para tener la posibilidad de insertarse exitosamente en una economía que ha globalizado la competencia, pero no el acceso a los satisfactores fundamentales para elevar el nivel de bienestar social de la población.
Sin un ingreso económico propio suficiente no es posible erradicar el flagelo que representa la pobreza. La existencia de los programas sociales de gobierno constituye una evidencia fehaciente de que el modelo económico no garantiza la inclusión social de las personas a través de una función productiva realmente remuneradora.
La precarización de la ocupación y el empleo es la causa principal de la pobreza; la magnitud de esta última rebasa con mucho lo que se puede explicar a través de la tasa de desocupación: los bajos salarios y la carencia de acceso a prestaciones de seguridad social representan el mayor perjuicio al bienestar social.
La creación de ocupación y empleo de bajos salarios, vinculado con la informalidad, ha permitido que se acumule un creciente saldo de pobreza que el modelo económico y el gasto de gobierno no pueden solventar.
La precariedad de la ocupación y el empleo son mayores en aquellas entidades federativas donde la población en situación de pobreza supera al promedio nacional. Personas que están ocupadas y con empleo, pero que tienen ingresos inferiores a dos salarios mínimos.
De acuerdo con el Coneval, el problema de pobreza multidimensional involucra a 55.3 millones de mexicanos; la tasa de desocupación a 2.5 millones. Por tanto, es evidente que la marginación social no puede explicarse por la falta de ocupación y empleo.
Aun considerando que una familia promedio en México tiene cuatro integrantes, es evidente que la pobreza supera ampliamente el problema de la desocupación; la falta de empleo contribuye a la marginación, pero sólo es una parte del desequilibrio económico y social que enfrenta México.
Si se considera que hay 28 millones de personas con carencia alimentaria, es decir, que no tienen ingreso suficiente para satisfacer el requerimiento más básico de cualquier ser humano, comer, también queda claro que el problema no es el desempleo.
El 72.2 por ciento de las unidades económicas del país (básicamente empresas) tiene menos de dos personas ocupadas. Si bien generan casi 20 por ciento de la ocupación, solamente pagan 1.6 por ciento de las remuneraciones. La razón es que únicamente producen 3.7 por ciento del total nacional.
Si se agregan las unidades que ocupan entre tres y cinco
personas, se tiene a 90.5 por ciento del total, con 32.7 por ciento del
personal ocupado, pero únicamente 5.6 por ciento de las remuneraciones.
En resumen, la mayor parte de las empresas, micro negocios, paga mal.
Ahí se encuentra la causa de la pobreza. Por lo tanto, su corrección no
es con gasto social, sino mejorando las condiciones económicas para las
empresas y el empleo.
Las bajas remuneraciones y poca rentabilidad de los negocios forman
parte esencial de la precarización. No solamente involucra a los
trabajadores; las empresas también enfrentan una restricción similar.
Lo descrito permite entender que personas ocupadas, con un empleo en
el aparato productivo, no tengan acceso al ingreso económico y
prestaciones suficientes para vivir mejor. Desempeñan una función
laboral, ya sea como trabajadores o micro y pequeños empresarios, pero
el ingreso económico y su vinculación legal con las instituciones de
salud, de pensiones o de prestaciones sociales, como Infonavit o
Fonacot, es prácticamente nula. Viven al margen del marco institucional
creado para propiciar mayor desarrollo e inclusión social de las
personas a través del empleo.
No es casualidad que hoy la informalidad involucre a 57 por ciento de
la población ocupada y que 53 por ciento de la población tenga un
ingreso que la ubica en pobreza por ingresos. De hecho, es una constante
que se repite en los estados más pobres de México.
La informalidad está vinculada con la pobreza, las cifras son
contundentes. La correlación entre informalidad y pobreza a nivel
estatal es de 88 por ciento. La correlación entre pobreza y la población
ocupada que no recibe ingresos, o cuando mucho son de dos salarios
mínimos, es de 85 por ciento.
La correlación entre la informalidad y la población ocupada que
recibe menos de dos salarios mínimos o no tiene remuneración es de 80
por ciento.
Chiapas, Oaxaca y Guerrero enfrentan los mayores problemas de
informalidad laboral que existen en el país. Al mismo tiempo, son
entidades federativas con los mayores índices de pobreza y con las
personas ocupadas que reciben menos de dos salarios mínimos o no tienen
remuneración. Es por esto que tienen mayor pobreza.
Entonces, la solución no se encuentra en los programas de alivio a la
pobreza, sino en la creación de empresas productivas formales de mayor
valor agregado. La industrialización es el único camino para solventar
el rezago de los estados del sur y sureste que aparecen con los mayores
desequilibrios.
La informalidad y la baja productividad son elementos que deben ser
atendidos desde una perspectiva de política económica de desarrollo
empresarial; las políticas asistencialistas no han logrado mitigar el
problema. Por el contrario, se ha profundizado su incidencia en la
medida en que las condiciones económicas no son idóneas para un mejor
contexto laboral.
De ese tamaño es la
paz laboral, la
creciente generación de empleoy, sobre todo, la realidad.
Las rebanadas del pastel
La asamblea de accionistas de esta casa editorial religió a Carmen Lira como directora general. Felicidades y un abrazo.