Orlando Delgado Selley - Opinión
Para México 2016 empezó
mal. El precio del petróleo se reducía diariamente, acercándose a los
20 dólares el barril; el tipo de cambio se devaluaba también todos los
días, rozando la barrera de los 20 pesos; los datos sobre el cierre
anual de las diferentes economías de relevancia global, sobre todo
Estados Unidos y China, presagiaban situaciones complicadas para el
país. Dos meses después pareciera que las cosas empiezan a componerse.
El precio del barril ha aumentado superando los 30 dólares, mientras el
tipo de cambio se recupera y llega a 18 pesos por dólar.
A nivel global, en los dos primeros meses del año presenciamos el mayor episodio de turbulencia financiera en siete años, es decir, el momento crítico anterior fue la quiebra de Lehman Brothers derivada del estallido de la burbuja inmobiliaria estadunidense. Marzo pudiera ser un mes en el que se recuperen algunas pérdidas en los mercados financieros. Pero lo que es claro es que el resto del año las perspectivas son difíciles, de modo que a nivel global tendremos ritmos de crecimiento anémicos e incremento en la desvalorización de activos financieros. Así que conviene examinar la coyuntura global para ver en qué situación estamos.
Sobre esta coyuntura internacional existen varios riesgos de que se produzca una catástrofe global que está estimulando la volatilidad a nivel global. Un primer riesgo es el
aterrizaje forzoso en China, que aunque ha preocupado crecientemente, informaciones recientes sobre las salidas de capital de febrero pudieran empezar a disminuirlas (ver NYT, China’s outflows of money slowed in february, 8/3/16). La situación en los mercados emergentes es otro riesgo, ya que enfrentan dificultades por el fin del ciclo virtuoso de las materias primas, el inicio de la normalización de la política monetaria estadunidense, la reversión de los flujos de capital, que en conjunto han provocado devaluaciones generalizadas.
La normalización de la política monetaria en Estados Unidos,
que ha tensado las condiciones financieras, con un dólar fuerte, al
amenazar el crecimiento configura un tercer riesgo. El cuarto es la
importante caída del precio del crudo, que está afectando el valor de
las acciones de las empresas petroleras y de los productores de energía
estadunidenses, lo que debilita una demanda global de por sí reducida
por la desaceleración china.
Otro riesgo lo constituyen los bancos globales, que han presentado
ganancias reducidas por la nueva regulación surgida después de 2008, por
las políticas monetarias de tasas reales negativas, así como por las
presiones europeas para que los acreedores bancarios asuman parte de la
deuda pública. Finalmente, un importante riesgo se localiza en la Unión
Europea y la eurozona. Junto con las presiones para terminar con el
acuerdo Schengen y las dificultades del gobierno de Ángela Merkel, el
posible retiro de Gran Bretaña de la Unión Europea, el Brexit, podría
provocar una turbulencia financiera de dimensiones globales.
Así las cosas es evidente que el panorama externo para la economía
mexicana será desfavorable, lo que sumado a las dificultades de
operación política del gobierno federal, que no logra avanzar en materia
de seguridad, permiten prever un año complicado. Las crecientes
dificultades de Pemex, que requiere tomar créditos para cumplir con el
pago a proveedores, dan cuenta de que la meta de crecimiento establecida
para este año no se cumplirá, con los impactos obvios en la creación de
empleos y en las condiciones de vida de la mayoría de los habitantes
del país.